Después de que The Dillinger Escape Plan dejaran de existir (¡me cago en la puta!), algunos de sus miembros se han mantenido en activo, musicalmente hablando, a base de pegarse chutes de acordes en vena con otras bandas. Ben Weinman (guitarrista) está actualmente girando con Suicidal Tendencies. Liam Wilson (bajista) formó la banda Azusa con miembros de Extol y Sea+Air, con planes de lanzar su álbum debut en noviembre de este mismo año, si bien hace unas semanas ya nos dejaron caer este adelanto.
Pero, ¿qué pasa con Greg Puciato (vocalista)? Por lo que sé, tiene previsto grabar de nuevo con Killer Be Killed lo que será el segundo álbum de la súper banda, que se publicará en 2019. Pero, mientras todavía se estaba gestando Dissociation (2016), meses antes del desmantelamiento de DEP, publicó junto con Joshua Eustis y Steven «Asian Steve» Alexander, el exitoso primer álbum (Fever Daydream (2016)) del trío que aquí nos ocupa, The Black Queen. Llamar a este álbum debut una obra maestra no es, para nada, un acto de adulación. Es, simplemente, una manera de describir lo que ese álbum atesora en su interior. Y, señoras y señores, ya han pasado más de dos años desde que viera la luz, y el sophomore de The Black Queen ya está aquí.
Es cierto que ayuda que la banda esté formada por tres músicos con unos currículos que dan miedo, pero seamos honestos: si este proyecto no tuviera chicha, ya habría muerto hace tiempo, y no hubiera ni nacido. A modo de recordatorio. Greg se hizo mayor al frente de The Dillinger Escape Plan, una de las bandas más feroces de todos los tiempos; Joshua está vinculado con Telefon Tel Aviv, Nine Inch Nails y Puscifer; y los antecedentes de Steven le sitúan junto a los mismos Dillinger y NIN, pero también junto a otros gigantes, A Perfect Circle. ¡Tócate los huevos!
Pero juntar a un grupo de personas tan talentosas en una misma habitación no garantiza un resultado épico… ni tan siquiera aceptable. La química, la chispa que enciende el fuego de la creatividad, es lo más importante, y The Black Queen tiene pedernales y eslabones de sobras. Aviso a navegantes: sin química, la compatibilidad creativa es imposible, y el proyecto está abocado al más estrepitoso de los fracasos desde el minuto cero. Seguro que tienes más de un nombre en mente…
Cuando The Black Queen surgió por primera vez, muchos oyentes se sorprendieron de lo bien que encajaba la voz de Puciato en un contexto tan vulnerable y tan, por así decirlo, relativamente nuevo para él (y para nosotros, los fans de su faceta más core). Siempre hemos sabido que se trata de un culo inquieto, y los escarceos con la electrónica siempre han estado presentes en los álbumes de DEP desde que él tomara las riendas del combo. Así pues, llegados a este punto, todos estamos más que acostumbrados a eso, pero en Infinite Games (2018) nos encontramos a unos The Black Queen con ganas de probar arreglos aún más minimalistas que antes. Es quizá por ello que, de entrada, puede no entrar del todo bien, pero después de unas cuantas escuchas se convierte, os lo aseguro, en algo extraordinario. En otras palabras: este álbum crece gradualmente en tu interior y se te mete debajo de la piel, y ahí se queda.
La banda ha crecido en términos de composición, pero estilísticamente, encontramos los mismos elementos que en su primer LP. Si una fórmula funciona, ¿por qué alterarla? Infinite Games es el claro ejemplo de un álbum que no hace otra cosa más que reafirmar a una banda. En particular, Puciato exhibe un poco más de control sobre su voz, extendiendo sus tentáculos dentro de un contexto en el que sus cómplices tienen una experiencia considerablemente mayor.
De todas las canciones, destacaría las siguientes. La conexión The Black Queen – Nine Inch Nails se nota más en un tema como «No Accusations» y en un breve viaje industrial durante «Impossible Condition». «Your Move» es puro ritmo que te puede hacer recordar a unos Depeche Mode un tanto descafeinados; y «Thrown Into the Dark», que aparece y se te insinúa descaradamente, mientras su irresistible línea de sintetizadores (de nuevo me viene el bueno de Andy Fletcher a la mente) conduce irremediablemente, y sin remedio, a tus pies hacia la pista de baile. Eustis y Alexander son los propulsores principales de The Black Queen, de eso no hay lugar a la duda. Son ellos dos los que eligen precisamente los puntos correctos para aumentar la energía, relajar el tema y/o optar por giros (de sopetón) entre un ambiente y el inmediatamente posterior. Este álbum está plagado de ejemplos perfectos de diseño de sonido y decisiones rítmicas la mar de correctas y acertadas. Honestamente, Infinite Games es una clase magistral de synth pop.
Aunque haya optado por analizar vagamente solo cuatro de los diez temas, uno puede tomar y separar cualquiera de estas pistas, diseccionarla y convertirla en una pequeña clase magistral. A pesar de ello, Infinite Games nunca se convierte en algo de difícil digestión, y ese logro dice mucho de la visión y de la capacidad (de creación y de sacrificio) de esta banda. Este es un álbum que puedes escuchar sentado, en un rincón de tu casa, saboreando una buena Imperial Stout (la Speedway Stout de AleSmith Brewing Co., por ejemplo); haced la prueba y veréis lo bien que os lo pasáis… pero no os obligaré a ello, si no queréis, o si tenéis un gusto pésimo en cuanto a lo que cerveza se refiere. Cuando las pistas más duras («Spatial Boundaries» y «One Edge of Two», que cierra el álbum) se pongan en marcha, os sentiréis poseídos por un impulso irremediable de bailar como si nadie os estuviera mirando, sin importar dónde os encontréis y de cuán llena esté todavía vuestra copa.
Estos chicos, con solo dos álbumes publicados, ya tienen una carrera increíble, y ambos lanzamientos son jodidamente excepcionales.
En propias palabras de la banda:
«Este es nuestro nuevo álbum. Es una cápsula del tiempo. Encerrados en su interior hay personas, ideas, momentos, lugares y recuerdos. Por favor, cuida de todos ellos. estamos ansiosos porque vosotros agreguéis los vuestros.»
Tipo peculiar y entrañable criado a medio camino entre Seattle, Sunset Boulevard y las zonas más húmedas de Louisiana. Si coges un mapa, y si cuentas con ciertos conocimientos matemáticos, verás que el resultado es una zona indeterminada entre los estados de Wyoming, South Dakota y Nebraska. Una zona que, por cierto, no he visitado jamás en la vida. No soy nada de fiar y, aunque me gusta “casi todo lo rock/metal”, prefiero las Vans antes que las J’hayber.