Si hay una banda de culto por antonomasia posiblemente sea The Cramps. Es una lástima que hayan quedado como olvidados después de la muerte de Lux Interior en 2009. Eran icónicos, unos personajes irrepetibles y su música es identificable desde el primer acorde o desde el primer grito de Lux. El psychobilly tiene su razón de ser por la revisión que se marcaron esta pareja (sentimental y musical) del rock garajero de los 60 y del rock de los 50.
Visualmente eran absolutamente impactantes. Lux era una especie de Herman Munster, vistiendo de cuero y en lo alto de sus tacones mientras que Poison Ivy iba armada con su guitarra fuzz y sus modelitos sexys de películas de serie B. Crecieron con las grandes series de décadas fundamentales de la televisión y con las películas de ciencia ficción cutrillas. Además, hay toda esa aura de la decadencia de Las Vegas y sus tópicos y el látex y demás parafernalia BDSM.
El disco aparece en 1991 y es completamente ajeno a todo lo que se cocía en el mundillo musical. The Cramps siempre fueron unos francotiradores que fueron a la suya sin importarles lo más mínimo lo que significaba el grunge, el hair metal, el metal alternativo, el black metal o el thrash metal. Esa es la gran gracia y logro de The Cramps. En esta obra hay psychobilly pero el grupo suena mayoritariamente a rock gótico, con mucha elegancia y con un gran sonido.
El disco
Probablemente lo mejor del disco sea la espectacular “Dames, Booze, Chains and Boots”, icónica e hímnica que aterriza sonoramente para dejarte claro el poder de The Cramps en pleno 1991. Pura electricidad y un estribillo matador. Continúan con otra de las más notables: “Two Headed Sex Change”, con esas guitarras fuzz tan características y esa aura de rock gótico.
En “Hardworkin’ Man” (versión de Brooks & Dunn) se marcan un blues básico y machacón con la percusión constante y fría que un poco cansa por lo reiterativo. Luego aparece todo un Iggy Pop cantando en una de esas colaboraciones de lujo para “Miniskirt Blues” (versión de The Flower Children). Es una de sus típicas gamberradas sonoras con guitarras muy desérticas y con aires totalmente ZZ Top. Jim Sclavunos (Nick Cave y Sonic Youth) deja patente su clase y galones a la hora de tocar en la reiterativa pero cambiante “Alligator Stomp” en la que transitan en el psychobilly con el que les vimos nacer. Lux hace todo ese repertorio de voces locas y la canción termina sonando muy punk.
Maravilloso homenaje a Jane Mansfield en la explícita “Blend Over, I’ll Drive”. Aliento de motor y muchas curvas en un corte al que solo le faltan aullidos. La sexy y cadenciosa “I Wanna Get in Your Pants” es refrescante con esos fraseos de guitarra tan personales de Ivy. La guitarra de los Cramps es absolutamente reconocible a leguas. ¡Y las fotos interiores y portada son impagables! Divertida y directa es “Eyeball in My Martini”, perfecto ejemplo del humor que les gusta gastar ya dese el título. Link Wray y Dick Dale como influencias y el surf rock por extensión.
Cierran con un par más de versiones, una de The Sparkles como es “Hipsville 29 B.C.”. En el terreno de las versiones funcionan muy cómodos y se nota la buena mano de a pelirroja en la producción. Luego hay el “The Strangeness in Me” de los Runabouts, una forma de terminar muy de balada de instituto de los 50. Comanda el bajo de Slim Chance y Lux canta muy limpio y comedido.
Veredicto
No estaríamos delante de uno de los discos más reconocidos de los de Sacramento, pero es un ejemplo impagable de que The Cramps iban a la suya y eran capaces de firmarte un gran trabajo en un año (1991) en el que la música dio un vuelco. Varias versiones, un par de nuevos clásicos y un gran trabajo por parte de Steve MacMillan en los controles para una de las bandas más excitantes y cool que nunca han pisado la tierra.