Escuchar este álbum es muy parecido a ver la demolición de un edificio. Puede parecer caótico, violento e incluso aterrador para algun@s, pero, al mismo tiempo, también uno se da cuenta de que una exhaustiva planificación y elaboración contribuyeron a que eso funcionara correctamente. Otra forma de decirlo es que este Calculating Infinity (1999) es un caos muy bien organizado. Pero, dejémonos de metáforas por ahora, y vayamos a lo que realmente importa: la música.
The Dillinger Escape Plan (1997-2017) siempre tendrán un lugar cerca, muy cerca de mi corazón. Ya ni recuerdo la primera vez que supe de ellos, pero si no voy desencaminado, lo primero que llegó a mis oídos y pasó a engrosar mi extensa colección de CD’s, fue su EP del año 2002 Irony Is a Dead Scene, que fue grabado con Mike Patton y lanzado el 27 de agosto de 2002, a través de Epitaph Records. A raíz de ello, escuché algunas de sus demos y sus otros EP’s, y me dejaron con el culo torcío. Su propuesta musical resultó ser más pesada e intensa de lo que esperaba, pero no me quejo un ápice por ello. Por aquél entonces yo no estaba tan acostumbrado a escuchar una música tan compleja. Todos aquellos constantes cambios, las interminables paradas, sus letras metafóricas; todo me pareció fastuoso, y a raíz de ellos, descubrí otras bandas dentro de ese supuesto género llamado mathcore. No sé, que me vengan así a la cabeza, a bote pronto… Converge, Horse the Band, Every Time I Die, The Chariot o Norma Jean. Cada una de esas bandas fue escribiendo un nuevo capítulo en mi vida musical.
Pero, de todas ellas, sin duda me quedo con los de Morris Plains, New Jersey, y si bien su época Greg Puciato es mi preferida, su álbum debut Calculating Infinity (aquí el que se deja las cuerdas vocales se llama Dimitri Minakakis) ha sido señalado por los críticos como un lanzamiento histórico dentro de la música hardcore. Puciato comenzó siendo fan de la banda, y cuando Minakakis se fue (debido a que quería centrarse más en su faceta de diseñador gráfico), buscaron un nuevo cantante, y Greg fue el elegido por unanimidad tras escuchar «su versión» de «43% Burnt», mi canción preferida del álbum junto con la opener, «Sugar Coated Sour».
Tengo tan trillado este álbum que, con vuestro permiso, iré tema a tema, para que así la chapa sea más consistente y considerable. Love you.
«Sugar Coated Sour» comienza con una guitarra rápida y chirriante, para luego explotar en el umbral de una batería intensa. Cambios constantes de escala. Las guitarras de Weinman y Benoit están por todas partes. La voz aporta al tema una sensación mucho más percusiva, y mientras el resto de instrumentos cambian cada dos por tres, las voces permanecen constantemente ásperas e insistentes. Una carta de presentación sorprendente e implacable.
La anteriormente citada «43% Burnt» es el segundo tema. Es, sin lugar a dudas, la canción más famosa del álbum. Es un tema que, por fuerza, ha de impactarte la primera vez que lo escuchas. No sé cómo lo hacen, pero se las arreglan para pasar sobre por 2.000 tempos y timbres de guitarra diferentes, que van desde tonos limpios a acústicos; incluso hay un interludio instrumental muy jazzístico cerca del final. A diferencia de la mayoría de los álbumes, la música aquí contenida es mucho más difícil de analizar debido a la caótica forma que tienen las canciones.
Continuando con la tendencia de las otras pistas que comienzan con un ritmo de batería complejo, llegamos a «Jim Fear», un tema que cambia radicalmente cada -literalmente- 10 segundos. Las guitarras tocan acordes bastante disonantes, para luego pasar a unos más rotos e incluso a lo que podría interpretarse como un «solo».
«*#..» cuenta con la introducción más tranquila, y estoy seguro de que os sorprenderá cuando la escuchéis por primera vez. El suspense creado, esa tranquilidad tan inquietante entre tanta intensidad, es más que suficiente como para acelerar tu corazón. El tema te mantiene en tensión y uno no sabe cuándo volverán a golpearte de repente. Pero tú esperas, mientras la batería y la guitarra entran muy silenciosamente conservando aún el misticismo, para gradualmente volverse más y más agresivas, mostrando sus colmillos para revelar la siguiente pista.
Con «Destro’s Secret» la banda regresa al campo de batalla; estos tipos parecen no darse nunca por vencidos. La principal razón por la que estas pistas tan caóticas son tan encantadoras es porque rezuman ritmo por todas partes. Siempre descubrirás algo nuevo cada vez que las escuches. Poco antes del minuto, las guitarras entran en modo acústico, pero la tranquilidad no dura más de 20 segundos. El tema acaba igual que empieza.
«The Running Board» tiene un comienzo que, a estas alturas del disco, ya debería de serte familiar. Tras la locura inicial, se transforma en una pista muy oscura y calmada que, lentamente, vuelve a sus orígenes, sin rendirse, como el resto de pistas. Esto es lo bueno de este álbum, que no hay una pista que destaque por encima del resto, porque cada pista es igual de compleja.
«Clip the Apex… Accept Instruction» está repleta de locura y de guitarras chirriantes que se transforman en un riff lleno de poder para, finalmente regresar al ritmo de apertura. Una vez más insisto en lo complejo de describir estas pistas. Esta en concreto está repleta de diferentes subsecciones que se unen para crear pequeñas y rápidas ráfagas de epilepsia musical.
El tema que da nombre al álbum ocupa, astutamente, el lugar número ocho. Y digo «astutamente» porque, ¿qué obtienes si tumbas un ocho? «Calculating Infinity» tiene un inicio más casual . Se trata de un tema instrumental que nos muestra a una banda bastante más melódica y sosegada.
«4th Grade Dropout» es un tema realmente críptico, pero no por ello deja de ser un tema increíble. Es intenso y misterioso y, una vez más, termina con el ritornello de apertura.
Una introducción oscura repleta de mil fills de batería abre «Weekend Sex Change». Tras las guitarras acústicas -tranquilas pero malvadas- iniciales llegamos a un sintetizador que quizá suene demasiado, al mismo tiempo que, de fondo, oímos las voces de unos niños gritando muy silenciosamente. Todo el sonido, de repente, entra en acción, y la batería se vuelve realmente frenética. Probablemente, la mejor pista instrumental del álbum.
Y, acto seguido y sin descanso, «Variations On a Cocktail Dress», el corte «más largo» que cierra esta joya. Pero, ¿es un buen final? Bueno, la verdad es que no cede y va muy en la línea del resto de temas. Conservando el espíritu de las pistas anteriores, se convierte en un frenesí masivo. Hacia la mitad de la pista (el corte en sí dura poco más de dos minutos), la banda nos regala un silencio que dura tres minutos para, finalmente, ofrecernos un par de minutos más de sonidos y citas aleatorias respaldadas por un viento tranquilo y malvado. Es un final interesante, que finaliza con el audio de la versión cinematográfica de The Diary of Anne Frank, dirigida por George Stevens en 1959.
Desde el ritmo inicial de batería de «Sugar Coated Sour», hasta el mencionado clip final, este álbum nunca deja de impresionarme. Con todos los extraños cambios de tempo, es un prodigio que estos chavales recordaran cómo tocar estas canciones en directo. Cuando alguien habla de The Dillinger Escape Plan, uno no puede evitar mencionar el aspecto técnico de sus composiciones. Con los cambios de tempo mencionados anteriormente, esas mezclas sonoras a medio camino entre música circense y jazz, Dimitri, Ben, Brian y Chris nos trajeron, hace hoy 20 años un debut estratosférico, imitado por tantos pero superado por nadie.
Este es un álbum esencial para cualquier fan de la música técnica, o simplemente de la música pesada en general. Es cierto que no es apto para todos los públicos, pero si te animas a darles una oportunidad, en caso de no habérsela dado ya, oh insensato, no te arrepentirás. Hoy es el día perfecto. Escúchalo un par o tres de veces antes de emitir cualquier tipo de juicio, porque te llevará un tiempo comprender realmente las muchas capas de cosas que se suceden en estas canciones.
Tipo peculiar y entrañable criado a medio camino entre Seattle, Sunset Boulevard y las zonas más húmedas de Louisiana. Si coges un mapa, y si cuentas con ciertos conocimientos matemáticos, verás que el resultado es una zona indeterminada entre los estados de Wyoming, South Dakota y Nebraska. Una zona que, por cierto, no he visitado jamás en la vida. No soy nada de fiar y, aunque me gusta “casi todo lo rock/metal”, prefiero las Vans antes que las J’hayber.