El final ya está aquí. Su hora ha llegado. Aprovechad sus últimas horas de vida, sus últimos coletazos sobre los escenarios. Y tras toda esa ira, tras toda esa intensidad, tras casi veinte años de descaro, de directos al mentón y de ferocidad sonora, la nada… pues nada volverá a ser lo que era. Pocos artistas han logrado nunca una carrera tan monumentalmente intensa como los de New Jersey. La infinidad ha sido revelada. Ellos han conseguido, finalmente, calcularla.
El álbum se abre, como no podría ser de otra forma, de una manera muy poco sutil. «Limerent Death» es toda una declaración de intenciones, sin contemplaciones. Te presiona y te golpea contra la pared involuntariamente. Se trata, como muy bien reza su título, de una muerte (¿la suya propia?) de una atracción (más o menos romántica) por parte de ellos hacia nosotros, combinada con una necesidad imperante y obsesiva de ser respondida de la misma forma. Es un claro acierto y una idea brillante abrir el álbum con este su primer single, teniendo en cuenta que, de este modo, al oyente le invade el misterio de lo que está por venir. Su lenta apertura y su posterior aceleración son 100% marca de la casa.
«Symptom of Terminal Illness» comienza con unas guitarras y voces suaves, lo que nos recuerda a su anterior trabajo One of Us Is the Killer (2013). La voz de Greg Puciato (una vez más evocando a mi tan amado Mike Patton) y la suavidad de los instrumentales invaden la estancia de una especie de niebla, de un halo de misterio y de oscuridad, del cual es muy difícil salir. Y aquí es donde yo me quiero quedar, esta es mi zona de confort. Son solo dos temas que evocan toda una carrera… si bien no me importa ir más allá, pues el saber lo que está por llegar me está matando.
«Wanting Not So Much As To» es como muchos de los temas de TDEP. «Lo que más me gusta de la banda es que muchos temas suenan muy parecidos la primera vez que los escuchas, pero con el tiempo te das cuenta de lo diferentes que son entre sí», me he repetido una y mil veces. Esa amalgama sonora está muy presente en los primeros dos minutos del tema, para después dar paso a tonos más hardcore-punk. A mitad de camino, los instrumentales comienzan a desvanecerse (aun cuando los tambores resuenan con bastante intensidad; enorme, una vez más, el trabajo de su batería, Billy Rymer), al mismo tiempo que Puciato vuelve con alguna palabra hablada, para dar paso a un cambio de tono y de melodía.
«Fugue» es una pista instrumental electrónica, que juega brillantemente el papel de interludio dentro del álbum marcado, hasta este punto, por el caos y el onirismo.
Volvemos al lío. «Low Feels Blvd» aparece en escena sin concesiones, al más puro estilo «Sugar Coated Sour» (Calculating Infinity, 1999). Se trata, por sus excelentes guitarras y ritmos a ratos pausados, del tema (en parte) más prog del álbum. Y acaba, como no podría ser de otra manera, con la misma fuerza impulsora inicial… pero dejándote con ganas de más, como un polvo mal aprovechado.
Quizá sea bueno recordar que estamos ante su sexto y último trabajo de estudio. Ese aire de «tengo miedo de que esto termine / ¿qué voy a hacer con mi vida a partir de ahora?», podría perfectamente quedar plasmado en su tema «Surrogate», que fácilmente podría interpretarse como el destino de la banda, pero que “al parecer” trata acerca de algún trastorno en su vida personal. Nada que objetar.
«Honeysuckle» es un espejo de la pista anterior, teniendo solo un ligero descenso hacia la mitad del tema, justo antes de huir a toda velocidad hacia el final.
Puciato escribe y graba su voz una vez que el resto del disco ya está terminado (en esencia), lo que significa que tiene una libertad única para dar forma a las canciones. Aún así, uno tiene la sensación de que la música está hecha a su medida. Cuando el resto de componentes de la banda le ataca con interludios podridos de ira, él responde con el más absoluto de los tedios. Sin embargo, entre ataque y ataque, aparece «Manufacturing Discontent», que nos deja entrever su lado más maníaco, con un sonido (a ratos) más próximo al punk. Quizá sea la canción «más clásicamente Dillinger» del álbum.
«Apologies Not Included» es una rara avis. Se trata de «un giro» dentro de este trabajo, pues es la batería la que marca el ritmo y tira de la canción, mientras los riffs de guitarra se nos antojan bastante… normales. No obstante, el trabajo que Weinman ha confeccionado con su guitarra en este álbum es de lo mejorcito en la historia de la banda.
La etiqueta de «los Faith No More del metalcore» siempre ha acompañado a la banda desde sus inicios, y la colaboración de Mike Patton en Irony Is a Dead Scene EP (2002) no hace más que reforzar esta teoría. En todos y cada uno de sus trabajos, siempre encontramos esa nota, ese riff, ese alarido, ese pequeño detalle que nos recuerda a los de San Francisco, y «Nothing To Forget» es un claro ejemplo de ello, canción particularmente sombría, pero a su vez llena de una luz que nos ilumina el camino hacia el final de los finales.
De principio a fin, Dissociation es valiente y rebelde. Un epitafio creativamente diferente de una banda que ha vomitado todo el arte que llevaba en sus entrañas, y cuyo éxito (y final) viene marcado por sus propios términos. Dejadles que encuentren su camino, pero que no mueran solos.
Han sido casi veinte años de inmersión en tantísimos sonidos diferentes, de miles de millones de cambios, y de partirse la cara sobre los escenarios. Del rock al math, pasando por el metal y todo lo core, la electrónica, e incluso la música clásica, The Dillinger Escape Plan son (y serán) unos maestros a la hora de encontrar la paz dentro del caos, y su ausencia se va a notar. Ojalá estuviéramos ante una pausa indefinida, ojalá vuelvan a atormentar nuestros oídos próximamente… pero mucho me temo que esta pausa se va a prolongar eternamente, y esta ausencia no estaba, para nada, calculada.
DEP 1997-2016
Artículo publicado originalmente en Metal Symphony.
Tipo peculiar y entrañable criado a medio camino entre Seattle, Sunset Boulevard y las zonas más húmedas de Louisiana. Si coges un mapa, y si cuentas con ciertos conocimientos matemáticos, verás que el resultado es una zona indeterminada entre los estados de Wyoming, South Dakota y Nebraska. Una zona que, por cierto, no he visitado jamás en la vida. No soy nada de fiar y, aunque me gusta “casi todo lo rock/metal”, prefiero las Vans antes que las J’hayber.