Si ya con Islands (2020) muchos nos quedamos convencidos y extasiados la pandemia y el tiempo han dado a Roine Stolt la posibilidad de poder jugar con antiguas canciones y combinarlas con material de nuevo cuño, algo realmente original. Disco doble, como suele ser lo habitual en la flora real que esta vez cuenta con un nuevo bajista: ni más ni menos que Michael Stolt, hermanísimo de Roine. El gran Jonas Reingold ha tenido que dejar el grupo debido a su total implicación con la banda de Steve Hackett, ex de Genesis, y que pronto hará una gira mundial larga y masiva.
Si eres fan de The Flower Kings esto es un jardín de juegos, muy acorde con la bellísima portada de Kevin Sloan. El título del disco es una frase de Freddie Mercury que aparece en el biopic oscarizado de Queen: “Que se haga por real decreto”. Stolt ha buscado en plena era de los Zooms y Meets el calor de lo analógico y ha apretado para que la banda estuviese en la misma sala de ensayo. Se agradece el luchar en contracorriente.
Ya desde la inicial “The Great Pretender” ya saboreas el prog calmado y meloso repleto de detalles y largas canciones abonadas para flotar y dar rienda suelta a los juegos de tempo y melodías. Grande Hasse Fröberg a las voces y con los teclados envolventes de aires Moog de Zach Kamins. “A Million Stars” es uno de los singles, mostrando su cara más templada y positivista. Estamos hablando de un disco largo de hasta 18 temas. Delicadeza y clase a partes iguales. Es justo lo que uno espera de los reyes florales.
Hay momentos en los que ves una importante base de lo que practica su otra banda Transatlantic, y es que realmente Roine es un tipo al que las ideas no le faltan. Cadencias y juegos percusivos notables en “World Gone Crazy” (de actual título) con una gran línea vocal, un océano de capas de coros y un logrado riff de salida. Es un disco prog en toda su extensión y totalmente “floral”. La intro de “Blinded” puede fechar de 1996, pero el desarrollo es nuevo. Aquí el groove lo marcan Michael y un preciso Mirko DeMaio a la batería. Estructura de fusión con aires jazz y momentos con voces negras. Y el oboe le da ese toque a Roxy Music.
Como suele suceder el tono y el estilo empapan todas unas composiciones que necesitan de escuchas a pesar de la suave accesibilidad que te brinda una “The Soldier” en sus más de cinco minutos, dotada de coros femeninos inclusive. En esta hay mucho pasaje instrumental realmente logrado, gentileza de la maestría de su líder a la guitarra. En “The Darkness in You” hay ese momento atmosférico con aires Pink Floyd tan bien ejecutados.
El momento Beatles asoma en “We Can Make It Work”, banda de referencia absoluta de Roine y que nunca ha escondido, si bien adapte su influencia a su estilo. Luego hay momentos de enlace extensos e instrumentales como “Peacock on Parade” de pura inspiración Purple. De lo mejor del disco es “Revolution” con ese inicio solemne y con un desarrollo barroco con voces casi operísticas. Es de lo más sofisticado del disco.
“Time the Great Healer” va con percusiones delicadas y efectos de sintetizador algo siderales mientras que “Letter” juega con patrones complejos y tira de un acordeón sorpresivo. “Evolution” disfruta de un peso instrumental notable siendo rock progresivo en la máxima expresión del término y con detalles rotundos, especialmente del hijo pródigo y hermanísimo Miachael Stolt.
En “Silent Ways” hay sofisticación y solemnidad instrumental, pero es la voz de Hasse la que pone el punto diferencial. También hay esos momentos en los que te parece que ya es una senda transitada con anterioridad, pero hablamos de la enésima canción lograda del grupo, tan fiel a su estilo. La teatralidad de “Moth” es de lo más logrado del disco
“Open Your Heart” sería lo más cercano a una balada del disco. Con aires Yes y un arranque más eléctrico a media canción. Lo que pasa es que el disco se hace muuuuuuy largo. Terminan con “Funeral Pyres”, marcando misma tónica, pero con otro buen ejercicio musical de más de siete minutos de duración. Obviamente el final es excesivo y pomposo, digno de una banda de rock progresivo como The Flower Kings.
Muy buen disco de unos reyes florales que mantienen el excelente nivel de siempre con su reposado prog de quilates, repleto de elegancia y realmente variado. La gracia es que esta vez combinamos material antiguo con nuevo, buscando lo analógico y el contacto con la banda, algo que en estos tiempos brilla por su ausencia. En “The Big Funk” reaparece el oboe en estructuras complejas, pero calmas. También hay presencia del Moog de Zach, que reparte juego junto a los trabajados coros.
Y hablando de las ausencias recuperan aquí al hermano Michael Stolt, por lo que la fiesta es completa. Si no te va el estilo o los anteriores discos del grupo no te han dicho nunca nada, aborta la misión puesto que esto es Roine Stolt 100%, y esto suele implicar disco doble.