Es innegable que si algo ha caracterizado a The Gathering a lo largo de su carrera es la valentía. Debutaron discográficamente con Always en 1992, un Trabajo que definía una línea clara dentro del doom/death metal, pero que no hacía ascos a introducir cualquier innovación que ayudase a las composiciones, ya sea viniendo de instrumentos poco comunes en el metal, o de voces de soprano, algo que en ese momento pocas bandas osaban hacer.
Tras ese debut, Bart Smits abandona el grupo, y para el siguiente disco, Almost a Dance (1993), reclutan a Niels Duffhues, un vocalista que demostró no estar a la altura, haciendo un trabajo pésimo y facturando un disco muy olvidable, si bien sirve para apreciar los pasos que va dando la banda en su evolución estilística. Pero el disco realmente es tan mal recibido, que está cerca de suponer el final de la banda; así que en una huída hacia adelante, The Gathering lo apuestan todo a poner al frente del micro a Anneke Van Giersbergen.
Tanto en sus discos previos como en los de otros grupos del estilo, habíamos escuchado voces femeninas, pero ponerla por delante era otra cosa; era arriesgar, la voz melódica de Anneke debía encajar con una base rítmica pesada, unas guitarras graves y distorsionadas… las dudas se disiparon rápido, tan rápido como tardas en poner el disco y escuchar «Strange Machines».
Y es que el disco comienza con una pieza de esas que perduran; que vas a seguir escuchando en directo 25 años después. «Strange Machines» es lo más parecido a un himno que puedes encontrar en este estilo, que sí, ha perdido el gutural, el juego de las dos voces, pero que lejos de perder un ápice de fuerza, ha encontrado un equilibrio perfecto con Anneke; la melodía brota de su garganta y encaja perfectamente con la música, ofreciendo una combinación mágica: es melancólica a la par que dura; dura y preciosa; nos encontramos en una aparente contradicción que resulta ser una auténtica delicia para los oídos, seguimos disfrutando del doom desgarrador de The Gathering, pero Anneke lo eleva a un escenario imprevisto. Estamos delante de algo histórico, desde el primer momento tienes esa sensación.
Sensación que continúa con el siguiente corte, «Eléanor», un tema que hace algún guiño al rock gótico con ese piano invadiendo la melodía principal, pero que nos mantiene embelesados ante el despliegue de talento que tenemos delante. Un gran tema que precede a la primera parte de «In Motion», otro de los puntos álgidos del disco, una melodía que te atrapa y te hace preguntarte hasta donde puede llegar esto si el nivel sigue así durante todo el disco.
Leaves, que fue el otro single escogido, no solo mantiene ese nivel; le añade un toque añejo que lo hace, si cabe, más intenso. Con un solo de guitarra excelente que te conduce a través de los pasajes melancólicos que dibuja y una melodía épica recurrente que hace de esta pieza, sin duda, una de las estrellas del disco. «Fear the Sea» seguramente es el primer punto en que parece bajar algo el nivel. No es un mal tema, para nada, y de hecho cuenta con algunas partes más que interesantes que son un paso más en la aparente irrevocable voluntad de seguir probando cosas nuevas de la banda. Me atrevo a decir que hay algún pasaje que flirtea con el progresivo, aunque en perfecta integración con el tema y con el álbum; hasta algo de psicodelia encontramos en la sección central, con un teclado que dibuja un paisaje digno de cualquier producción setentera. Como digo, no resiste la comparación con lo que escuchamos previamente, pero es un tema más que aprovechable, aunque no será el que pongas en tu playlist cuando quieras meter una o dos canciones de este disco.
Aquí llega mi parte “floja”, y es que el tema titulo, «Mandylion», es una canción instrumental, que tiene más de new age y músicas del mundo que de doom metal, y a mi particularmente me sobra bastante, aunque sé y entiendo que hay mucho seguidor de este tipo de composiciones; en mi caso, corta absolutamente el rollo, y te saca de un disco que te tenia atrapado hasta el momento. Tras ella llega «Sand & Mercury», el tema largo del disco, de casi diez minutos, que también es prácticamente instrumental, Anneke entra hacia el final y con poca participación, aunque como en todo el disco, exquisita. El tema es una montaña rusa, te sube, te baja, te da la vuelta… una sobrada en toda regla, vuelves a quedar en ese estado en que estabas hace un par de temas, atrapado en sus redes.
Y llegas al final con «In Motion #2», regresa la maravillosa melodía de ese tema para rematar un disco que sabes que va a quedar en la historia desde el primer momento. Lo que siguió a Mandylion es conocido, The Gathering sacaron otro par de álbumes excelentes junto a Anneke, Nighttime Birds (1997) y How to Measure a Planet? (1998), y siguieron innovando, cambiando, hasta que, tras editar Home en 2006, tras seis discos juntos, las carreras de Anneke y The Gathering se separaron. Un legado mucho mayor del que parece otorgarle la historia del metal a una banda valiente, que siempre ha sido fiel a sus principios, y honesta en cuanto a su propuesta, yendo, en muchos casos, uno o varios pasos por delante.
Si conoces este disco, su 25º Aniversario es una buena ocasión para recuperarlo y recordar como se adelantaron a su tiempo y como sigue sonando fresco; si no lo conoces, déjalo todo, sumérgete durante poco menos de una hora en él, y en definitiva, descubre y disfruta de un disco que marcó el camino a muchos de los músicos que escuchas ahora.