Algunas veces se produce esa alineación planetaria, esa conjunción astral, que propicia que el constante flujo y reflujo del universo se convierta durante unos breves instantes en una perfecta y agradable armonía.
Cuando en 2010 Jesper Strömblad anunció que abandonaba la banda que él mismo había fundado veinte años antes, muchos pensaron que había llegado el final de In Flames. Si realmente aquello supuso el final de la banda sueca, si su su sonido ha evolucionado a mejor o a peor o si los miembros más veteranos (Fridén y Gelotte) han traicionado a la escuela de Gotemburgo sustituyendo a sus ex compañeros con músicos norteamericanos, es algo que no vamos a discutir en este artículo ni en ningún otro firmado por un servidor.
The Halo Effect nace como una iniciativa de Niclas Engelin de recuperar ese espíritu que llevó, a principios de los 90, a unos cuantos adolescentes de Gotemburgo a combinar el estilo melódico de Iron Maiden con la brutalidad del death metal. Tal como explica Mikael Stanne en el podcast Heavy Hops, fue Engelin quien contactó con el propio Stanne, mientras este estaba enfrascado en la composición de Moment (2020), para proponerle hacer música juntos. Tras unas primeras tomas de contacto, fue Iwers el que se unió al proyecto, cosa que le confirió un toque de seriedad. Tres ex miembros de In Flames ya sonaba, a priori, sumamente apetecible. Finalmente, el quintento se completó con los también ex In Flames Svensson y Strömblad. Con semejante formación, el nombre de The Halo Effect venía que ni pintado. Fuera lo que fuera lo que saliera del estudio de grabación, iba a ser un éxito seguro.
Days of the Lost es un álbum compuesto por diez temas con una duración media de poco más de cuatro minutos. No tiene artificios ni excesivos virtuosismos. No tiene temas largos y su estilo consiste en una actualización de aquel sonido de los primeros discos de In Flames que tan lejanos vemos desde este 2022. Más allá de una falsa pretensión de resultar novedoso, pretensión que resultaría enormemente absurda tratándose de semejante combo, este álbum debut de The Halo Effect está centrado en las armonías. De eso se encargan a la perfección los dos guitarristas, Engelin y Strömblad. El álbum está repleto de momentos nostálgicos que nos retrotraen a épocas pasadas, como en ese punteo inicial de “The Needless End” o en “The Most Alone”, tema que hace acabar el disco casi con lágrimas en los ojos.
Pese a todo, el punto discordante, esto es, el pequeño toque de originalidad que era necesario para no caer en un “más de lo mismo” reside en dos factores. El primero es la presencia de teclados y sintetizadores, que es más abundante que en cualquiera de los trabajos de In Flames previos a Reroute to Remain (2002), y que confiere al disco un toque atmosférico y (si cabe) más melancólico. El segundo es la mera presencia de Mikael Stanne, de los cinco componentes el que menos ha tenido que ver con In Flames, ya que su paso por esta formación empieza y acaba con la grabación de las voces de su disco debut Lunar Strain (1994). Esta presencia es palpable durante todo el disco, pero especialmente en el tema que lo abre, “Shadowminds”, que por su estructura, por su forma y por su riff podría colar perfectamente como un tema de Dark Tranquillity.
Por lo demás, las reminiscencias al sonido de In Flames, especialmente a los trabajos previos al cambio de milenio, son constantes. “Feel What I Believe” recuerda enormemente a “Pinball Map”, cosa que también ocurre en “Conditional”, aunque en su inicio es más como “The Chosen Pessimist”.
En definitiva, este debut de The Halo Effect no puede provocar otra cosa que no sea sentimientos encontrados. Por una parte, este es el disco que muchos puristas habrían deseado para suceder a Clayman (2000) y eso, pasados tantos años y en un momento en que ese sonido de Gotemburgo originario ha sido abandonado en pos de una (¿necesaria?) evolución musical, es muy de agradecer por aquellos que fuimos seguidores de ese sonido durante nuestra juventud. Por la otra, no se puede negar que estamos ante cinco señores que se conocen desde chavales, de los cuales cuatro no estaban pasando precisamente por su mejor momento en lo que a lo musical se refiere, y que, rondando la cincuentena, están intentando hacer (y lo hacen muy bien, todo sea dicho) lo que hacían cuando tenían veinte.
Por no acabar este artículo con un detalle tan lamentable como el que acabo de aportar, no puedo decir menos que Days of the Lost, sin ser un trabajo especialmente brillante, está destinado a convertirse en una pieza indispensable para todos los amantes, tanto veteranos como neófitos, del death metal melódico. Esperemos que los problemas de agenda y las crisis existenciales propias de la gente de la farándula no afecten a la alineación planetaria que ha propiciado esta perfecta y agradable armonía.
Soñador en tiempos de hierro, solitario corredor de larga distancia, disfruto tanto de leer un libro en el más absoluto silencio como de la música más salvaje imaginable. Y a veces escribo algo.