Tal y como ya desarrollé con todo detalle en el extenso reportaje que le dedicamos a los suecos en motivo del vigésimo aniversario de una carrera discográfica que empezó en 1998, hubo un momento de mi vida en que The Haunted me parecía la banda más cool del planeta. Su mágica mezcla de death metal melódico y agresivo en la vena de At the Gates (grupo del que provenía más de la mitad de su formación) con el thrash ochentero más sucio y el espíritu eminentemente hardcore de bandas como Discharge creaba una amalgama prácticamente perfecta para mis oídos, tan acostumbrados en esas épocas a las propuestas de Raised Fist, Earth Crisis o Snapcase como a los grandes nombres del metal extremo que abanderaron mis gustos a finales de la década de los noventa.
Su álbum homónimo de debut fue un pepinazo directo al mentón que me impactó, me apasionó y me trillé con bastante exageración, con lo que la expectativa generada alrededor de este segundo disco era tremenda a pesar de venir precedido por las sensibles bajas tanto del vocalista Peter Dolving como del batería Adrian Erlandsson (éste último de camino a Cradle of Filth). Recuerdo que estos cambios tan tempraneros en su formación me hicieron colocar a The Haunted en la categoría de especie supergrupo del que no podíamos esperar demasiada continuidad, pero el tiempo me acabó por demostrar todo lo contrario: en los siguientes veinte años, y a pesar de algunas idas y venidas, la banda ha llegado a sacar nueve discos sin otros miembros que los que ya vimos en estos dos primeros trabajos con la única excepción del actual guitarrista Ola Englund.
A pesar de que la incidencia compositiva de ambos ha sido siempre bastante marginal, no creo que el hecho de que los The Haunted de Peter Dolving sean tan distintos a los de Marco Aro (el agresivo y malcarado vocalista finlandés que lo iba a sustituir a partir de este disco) sea cuestión de la casualidad. Los primeros suelen contar con un sonido más sucio y «atmosférico», así como altas dosis de experimentación (al incomprendido Unseen me remito, por ejemplo). Los segundos, por su parte, gozan apostar por una propuesta y un un sonido mucho más afilado y directo, ajustándose mucho más a los parámetros habituales del death metal melódico más ortodoxo. Y eso, claro, es lo primero que notamos al escuchar tanto este disco como también el siguiente y también magnífico One Kill Wonder. A algunos esto les decepcionó un poco, y hay quien tacha este disco como genérico. Yo no me atrevería a decir tanto ni mucho menos, pero es cierto que, aunque me flipe, la propuesta de los The Haunted con Marco Aro es algo menos arriesgada que la de Dolving.
Las razones de la marcha de Adrian Erlandsson, a la sazón uno de los baterías de referencia en el mundo del metal extremo gracias a su paso por bandas del calibre de At the Gates, Brujeria, Cradle of Filth, Paradise Lost, Terror o Vallenfyre, derivaron de su desacuerdo con las condiciones contractuales que la banda tenía con el mítico sello británico Earache (un sello con un pequeño historial de desaveniencias con algunos de sus artistas). El danés Per Moller Jensen (la banda, que originalmente estaba formada por cinco chicos de Göteborg, pasaba a incorporar a un danés y a un finlandés a sus filas) se iba a hacer cargo de los parches hasta el regreso del propio Adrian en 2013, mientras que The Haunted se iba a desvincular finalmente de su sello en 2003, publicando desde entonces bajo el paraguas de de Century Media.
La verdad es que siempre me ha extrañado que un grupo como éste no goce de una devoción mucho más unánime dentro del universo metálico. Siendo como es At the Gates una banda de absoluto culto, y siendo como son todos los discos de The Haunted un auténtico pepinazo, los suecos han ido avanzando en su interesante carrera en la segunda (o tercera) división del metal. Como demostró la mísera asistencia que fueron capaces de reunir en su última visita a la Sala Bóveda de Barcelona hace un par de años (un día en que se pegaron un bolazo de impresión a pesar de que Patrik Jensen tenía un gripazo del quince y en el que acabamos todos empapadísimos), la comunidad les ha dejado un poco de lado. Algo que me parece absolutamente inexplicable.
Volviendo a la fascinación que yo sentía por The Haunted en su momento, lo cierto es que tanto el propio nombre de la banda como su logo y la imagen gráfica por la que apostaban en esos primeros trabajos me resultaban muy cercanos a la perfección. Y si a ello le añades una contundencia, una infecciosidad y una inspiración en lo musical que conectaban por completo con lo que yo necesitaba en ese momento, tienes como resultado la que es, sin duda, una de las bandas de mi vida y una de esos discos con los que bajabas la ventanilla en los semáforos para mostrar con orgullo. Pero lejos de verlo con un velo de nostalgia, lo cierto es que aún hoy en día recurro a estos discos (y particularmente, a éste) bastante a menudo, entrándome tan bien como el primer día y motivándome aún a sacudir la cabeza sin remedio o a repiquetear con mis dedos sobre cualquier superfície que tenga a mano.
La cosa empieza con la maravillosa, oscura y afilada intro «Dark Intentions», que no necesita más que un escaso minuto y medio para reventarte el cuello y la cabeza a base de unas guitarras maravillosas y para alertarte y motivarte irremediablemente ante todo lo que está por llegar. La pareja que forma con la brutal y veloz «Bury Your Dead» es ya un combo mítico en la historia de la banda, y lo cierto es que ambas encajan tan a la perfección que hoy en día resultaría inconcebible hacerlas sonar por separado. La frenética sucesión de riffs apisonadores que encontramos en este tema y que mezclan con total naturalidad melodía y agresividad incontrolada será una característica clave en todo el disco y algo que a mí, para qué engañaros, me pone absolutamente morcillón.
Si hablábamos de que los dos primeros cortes suponen un combo inseparable, el inicio de «Trespass», con esos primeros segundos de aparente tregua, no se queda para nada atrás. En este tema podemos saborear a At the Gates en todo su refulgente esplendor, con un riff principal maravilloso que no habría desentonado para nada en Slaughter of the Soul y algunos cambios de ritmo e intensidad (solos doblados incluidos) que lo convierten en otro temarral imprescindible. «Leech» apuesta por una densa pesadez reminiscente del thrash metal de los Slayer del Seasons (o incluso del Diabolus) con elementos más cercanos al death metal y un atractivo tamiz hardcore. Al tratarse de una canción un poco más lenta de lo habitual, los riffs afilados característicos de este disco pasan un poco a un segundo plano, mientras que la voz de Marco toma más protagonismo y nos demuestra todo su potencial (a algunos les parece de nuevo genérica y forzada, pero en mi opinión, no sé si por estar acostumbradísimo a ella, encaja perfectamente con estos temas).
«Hollow Ground» es uno de los temas más conocidos (y probablemente el más «accesible») de este disco. Con unas guitarras sublimes y totalmente maravillosa en lo musical, consigue contener la tralla sin comprometer el espíritu para convertirse en el single perfecto, con un estribillo totalmente libre de guturales y algunos pasajes brillantes que la convierten también en mítica. Eso sí, ya llevamos dos canciones seguidas con irritante fade out, y eso no puede ser. Para compensar dos cortes con el metrónomo bajo control, la breve, feroz y caótica «Revelation» tiene toda la suciedad y la agresividad que encontrábamos en su primer disco. De hecho, y sin saberlo, es muy probable que se trate de un tema más o menos compuesto en esa época, ya que la diferencia se nota mucho tanto en espíritu como en composición de los riffs.
Las guitarras afiladas vuelven con «The World Burns», otro tema brutal con todos los rasgos habituales de este disco y que no deja títere con cabeza a base de velocidad y tralla. Como punto inesperado y diferencial, en su parte intermedia encontramos un pasaje acústico con un meloso punteo y un posterior ritmo clavado al «Orion» de Metallica que sorprende y convence a partes iguales. La verdad es que no sé si es porque tengo este disco tan y tan trillado, pero todos los temas que voy escuchando me parecen absolutamente maravillosos, y «Human Debris» no es ninguna excepción. Velocidad, tralla y agresividad se juntan de nuevo con gracia y naturalidad, y tanto las guitarras como la batería y la voz destripada suenan geniales sin ni tan siquiera necesidad de estar ante uno de los temas top del disco.
También la frenética y guarra «Silencer» es todo un temarral que de nuevo parece sacado de su disco de debut, con un vago aire a Motörhead y un final algo abrupto. «Under the Surface» sigue a lo suyo y a nivel de construcción y melodía es magnífica. Su telefónico estribillo es el gran punto diferencial, y aunque yo no os voy a decir que me apasiona tampoco es suficientemente flojo como para desmerecer otro gran temazo. El disco acaba con «Victim Iced», un pepinarraco lleno de riffs divertidísimos y ninguna concesión al descanso que podría perfectamente haber firmado el mismísimo Jeff Hanneman y que colocaría fácilmente como uno de mis temas favoritos de un disco absolutamente increíble.
Pueden seguir pasando los años pero mi opinión sigue siendo la misma: The Haunted Made Me Do It es un discarral de traca y mocador. Quizás no es lo más original que podremos encontrar dentro del panorama melodeath, pero es innegable que estamos ante una colección de temazos y de riffacos con un sonido brutal que me extrañaría que no te dejaran la cabeza tiritando a poco que te guste el estilo. A mí me flipa hasta el punto de que siempre aparece en las quinielas mentales ante preguntas tan fantasiosas como «¿Qué diez discos te llevarías a una isla desierta?«. ¿Que yo lo tengo en un pedestal particular y que quizás me paso? Pues podría ser, pero me sigue pareciendo un crimen que no se ensalce muchísimo más. Discarral imprescindible de una banda espectacular.
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.