La combinación de la primera sesión del Kristonfest con un tour por Malasaña hizo que el sábado me levantase bastante tarde y envuelto en una sensación de cansancio espesa pero en cierto modo agradable. Las actuaciones de Årabrot, Mondo Generator y Earthless habían sido un auténtico puñal en las tripas de mis otrora renuentes expectativas, y dentro de la limitada gama de sensaciones que mi cuerpo admitía en esos momentos experimentaba una cierta emoción ante el nuevo día. Grupos del calibre de Kadavar o The Hellacopters coronaban la jornada principal del Kristonfest en la conocida sala La Riviera, por lo que contando con la experiencia de la noche previa era posible aguardar un espectáculo formidable. Sólo quedaba poner a prueba esta esperanza, así como la resistencia de mi demolido cuerpo.
Tras una larga tarde que consistió en imitar los hábitos del oso perezoso me desplacé bajo el lánguido sol de Madrid hasta La Riviera, que presentaba un aspecto bucólico junto al río gracias al día pintado en acuarela con el que contábamos, y llegué con el tiempo necesario para poder situarme con comodidad en las primeras filas pero sin tener que soportar una espera excesiva hasta que diese comienzo el show. El público aún era escaso pero resultaba fácil apreciar la emoción que permeaba el ambiente como una flor que abriese sus pétalos poco a poco, y que cristalizó cuando los blancos atavíos de Church of the Cosmic Skull se vieron en el escenario. Con un Michael Wetherburn que no dejaba de contorsionarse sobre su órgano Hammond como si pretendiera cabalgarlo de alguna manera, la sala se tiñó de los colores del Arcoíris Cósmico mientras las voces de Bill Fisher y sus compañeras Caroline Cawley y Jo Joyce nos desplazaban con parsimonia hasta los años 60 y 70. Contemplar sobre el escenario a estos ingleses de fe ultraterrenal era una experiencia pintoresca situada en el cruce de caminos entre el acto litúrgico, la ceremonia New Age y el concierto de rock vintage. Una extraña combinación que gracias a su característica imagen y su habilidad musical funciona, como bien demostró la visión de la muchedumbre bailando con alegría al son de la música. Tras “Mountain Heart”, “Black Slug” sembró un ritmo más pesado y oscuro que no influyó para nada en la actitud del bajista Sam Lloyd, quien no dejó de moverse por el escenario compensando la capacidad de desplazamiento más limitada de sus compañeros. El doblete “Science fiction” e “Is Satan Real?” levantó el ambiente al máximo y colocó al grupo en una posición inmejorable para manejar la situación a placer. Para la interpretación de la rítmica “Go By The River”, los Church contaron con la entusiasta participación de la gente, que actuó como un miembro más de esta congregación acompañando con sus voces todo el recorrido de la canción mientras daban palmas. “Watch It Grow” permitió que la banda jugase con su ajetreada estructura para originar una potentísima respuesta a sus pies al conectarla a la impresionante pieza “Evil in Your Eye”, dando buena muestra de su habilidad musical. Con “Timehole (Gonna Build a Rocket Tonight)” dieron mayor velocidad a su actuación, lo que propició una reacción masiva al oírse las primeras notas de “Cold Sweat”. Su jovial sonido convirtió La Riviera en una inmensa pista de baile donde nadie quería perderse la diversión, incluyendo a Loz Stone, quien contó la oportunidad de realizar un gran solo de batería antes de que el grupo rematase el tema para acabar su actuación con la algo más lenta “Revolution Comes With an Act of Love” y la novísima “Magic”. Aunque finalizar con un tema nuevo tal vez no fuese la mejor elección, pudieron defenderlo de manera más que competente y alumbrar al que tal vez sea su próximo hit para el directo. En cualquier caso el grupo había dado un concierto brillante en el que cada elemento había encajado a la perfección, y poco más se podía pedir.
Setlist Church of the Cosmic Skull:
Mountain Heart
Black Slug
Sorcery
Science fiction
Is Satan Real?
Go by the River
Watch It Grow
Evil in your Eye
Timehole (Gonna Build a Rocket Tonight)
Cold Sweat
Revolution Comes With an Act of Love
Magic
Sin mayores ceremonias, los suecos Dozer se situaron sobre el escenario y desplegaron en la sala un sonido denso y pesado mientras las luces tras ellos creaban un espectáculo hipnótico. Apenas tardaron unos segundos en poner la máquina a máxima potencia y no apretarían el freno hasta el final de la actuación mientras sus temas caían uno tras otro como cañonazos dirigidos a destrozarlo todo. Tras la inaugural “Exoskeleton” el grupo convirtió la sala en una enorme factoría de demencial naturaleza mediante el rasante ritmo de “The Hills Have Eyes”. El grupo realizó un pequeño descanso para que el vocalista Fredrik Nordin bromease con su larga ausencia sobre los escenarios españoles, afirmando que algunos de los presentes tal vez ni siquiera hubiesen nacido. Aunque no pudo resistir a finalizar su alocución mostrando su lado más tierno y su cariño por el público, en un notorio contraste con la brutal embestida de “Feelgood Formula”, tema demoledor con el que el guitarrista Tommi Holappa se desató por completo como un auténtico animal. La carnicería continuó con la aserrada “Drawing Dead” retumbando como el paso de un ejército mientras Nordin desgarraba con intensidad su propia voz hasta que el batería Olle Mårthans marcó el inicio de la magnífica “Rising”. La gente se volcó con el grupo durante toda su actuación y no dudó en recoger el guante lanzado por el vocalista para ocuparse de cantar al unísono algunas de las partes del tema, prendiendo fuego al ambiente. En una caída sin pausa, la ácida “Two Coins for Eyes” dio paso a una violenta carga sostenida por “Empire’s End” y su afilada base instrumental, con mención honorífica a la magnífica labor de Mårthans tras los parches.
El desempeño de Dozer sobre las tablas había merecido los mayores halagos gracias a su entrega total y sin contenciones, y podría haberse calificado de perfecto si no hubiese sido por los problemas de sonido que, justo en la recta final, torturaron su quehacer maliciosamente. Pese a defender con bravura “Until Man Exists No More”, el resultado final quedó algo deslustrado. Y si bien “From Fire Fell” consiguió revertir momentáneamente la decepción gracias a una espectacular interpretación que pareció capaz de derribar el recinto bajo su arrolladora acometida, fue en la esperada “Big Sky Theory” donde los desajustes técnicos, como si hubiesen aparecido por medio de alguna maldición, obraron con mayor rigor. Los constantes pitidos y distorsiones compitieron con las palmas y los gritos de una muchedumbre decidida a apoyar al grupo hasta el final y que permitió, en cierta medida, salvar la actuación. Pocas veces se podrá presumir con mayor acierto de que el público fue un miembro más del grupo, la máxima señal del respeto que Dozer se había ganado esa noche gracias a su ardor.
Setlist Dozer:
Exoskeleton
The Hills Have Eyes
Feelgood Formula
Drawing Dead
Rising
Two Coins for Eyes
Empire’s End
Until Man Exists No More
From Fire Fell
Big Sky Theory
Tras la destructiva descarga de los suecos los trabajadores se afanaron en prepararlo todo para la actuación de Kadavar, lo que llevó más tiempo del previsto y demoró el inicio de la actuación y por ende el de las que vendrían después. Aunque eso poco importaba cuando podías disfrutar de una avalancha de energía tal como la que los alemanes invocaron sobre el escenario de La Riviera. Desde el momento en el que pisaron las tablas, los tres miembros del grupo dieron una auténtica lección sobre lo que significa un concierto de rock con ejemplos prácticos para todos los gustos. A través de temas como “Doomsday Machine”, “The Old Man” o “Die Baby Die”, cruzados con largas y complejas improvisaciones que se alejaban de las grabaciones para inyectar a su música una vitalidad más salvaje, el trío de Berlín hizo de su actuación un viaje desenfrenado donde apenas se percibía el principio o el fin. Christoph Bartelt aporreaba su batería como un sacerdote pagano que tratase de invocar la tempestad mientras a su alrededor Simon Bouteloup y Christoph Lindemann se impulsaban completamente desbocados. Su habilidad para el directo era apreciable en la destreza con la que exhibían cada uno de sus movimientos, perfectamente orientados a generar la respuesta idónea en el respetable. Como si tratasen de resolver un puzle que ya conocían. El concierto de Kadavar fue una estrella más en una constelación que parecía ocupar todo el cielo, y brillaba con enorme intensidad.
Y entonces, ¿qué podíamos esperar de los largamente añorados Hellacopters? Bueno, lo cierto es que antes de hablar de ellos querría referirme durante unas pocas líneas al que quizá fue el elemento protagónico de su show: el público.
Y su completa gilipollez y falta de respeto.
A lo largo de mi vida he ido a muchísimos conciertos, y he hecho y visto casi de todo. Siempre busco pogos a los que saltar ansioso y entiendo la aceleración, la energía y el desenfreno que brotan a lo largo de un bolo. Pero nada de eso te da carta blanca para abalanzarte sobre las primeras filas como un animal descerebrado aplastando a quienes ya estaba allí. Sacar el móvil para grabar una historia para el Instagram con tu novia no anula el espacio de los demás. Tratar de ver mejor no justifica apartar a los demás a empujones. Y si quieres meterte en un pogo adelante, estás en tu derecho de pasarlo bien. Siempre y cuando respetes el de los demás a hacer lo mismo sin molestarles. Cosa bastante incompatible con estampar de manera continuada a la gente que está en las vallas contra las mismas, ajeno por completo al bienestar de los demás. Los conciertos siempre deberían ser espacios en los que prime la consideración y la amabilidad en pos de vivir una experiencia positiva, no reductos caóticos en los que medre el egoísmo. Y en ningún otro concierto he visto tamaña indiferencia, por no decir desprecio, hacia las personas. Hablando en plata, si me hubiesen dado un lanzallamas en ese momento hubiese calcinado a la mitad de los capullos que tenía detrás.
Ahora bien, si me preguntáis por la actuación de The Hellacopters os diré que fue un concierto apoteósico a la altura de los mejores. Un viaje trepidante con continuos estallidos y una pasión ardiente y colosal que lo envolvía todo. Os querría contar más cosas, sentir que tengo algo que volcar en el texto, pero dado que estuve todo el rato aguantando contra la valla con las dos manos para evitar que me aplastasen pocas notas pude tomar. Podéis ponerme a caldo en los comentarios si eso os hace sentir mejor.
Setlist The Hellacopters:
Hopeless Case of a Kid in Denial
Alright Already Now
Carry Me Home
You Are Nothin’
Born Broke
Like No Other Man
The Devil Stole the Beat From The Lord
My Mephistophelean Creed
Ghoul School
No Angel To Lay Me Away
Toys and Flavors
Down on Freestreet
Long Gone Losers
No Song Unheard
Psyched Out & Furious
Before the Fall
Soulseller
By the Grace of God
I’m in the Band
(Gotta Get Some Action) Now!
Ahora que ya he echado toda la bilis por el teclado, supongo que podemos encarar con la cabeza fría lo que fue la actuación de Turbowolf, encargados de recoger los restos tras el show de The Hellacopters y cerrar la noche. Cometido que encararon con la mejor disposición y prestos a regalar un concierto rompedor y agresivo como pocos. Incluso en un contexto como ese, donde cada actuación había conseguido superar a la anterior en su despliegue de fuerza y cuando sus predecesores había provocado una auténtico maremoto entre el público, el embate de Turbowolf destacaba por su arrojo. El frontman Chris Georgiadis se descubrió como una fuerza imparable que convirtió el escenario en su dominio particular, arrojando cada centímetro de su cuerpo al directo mientras sus compañeros le seguían en su huida hacia todo y nada, hacia la entrega absoluta y caótica. Un bolo de altísimo octanaje que parecía desprender chispas con cada movimiento sobre las tablas y amenazaba con explotar en cualquier momento. El golpe que hacia caer el telón mientras la noche aullaba victoriosa.