Amo a The Hives más allá de su estilo o incluso clichés pues veo en ellos a una banda fresca, original y con ideas muy buenas para sus directos, además de todo ese arsenal de clásicos que han logrado conseguir en tantos años de carrera para deleite de todo tipo de públicos y audiencias. Curiosamente, no son un grupo que se prodigue en estudio, hecho por el cual, sus visitas, siempre van bien cargadas de clásicos.
Les había podido ver en directo en un lejano Azkena Rock y la experiencia fue extraordinaria, quedando rendido a un grupo accesible y dinámico, pero también con un directo pensado al milímetro. Y es justo esto lo que no terminó de gustarme de su concierto: que a pesar de que arrollan y encandilan a sus seguidores en los conciertos de sala, hay repetición de clichés, abuso de gimmicks y que queda el concierto algo descompensado. No puedes hacer 50 minutos de temas sin pausa y marcarte 18 minutos para la despedida en “Tick Tick Boom”. A ver, claro que puedes, faltaría más, pues es su grupo… Lo mío es sólo una opinión personal
Pero más allá de eso, el concierto de The Hives fue excelente en su blanco y negro corporativo. Antes, amenizaron los franceses Les Lullies, que estaban tocando para cuatro gatos. Llegué a pensar que igual el concierto había sido un fracaso de venta de entradas, pero no, para The Hives había legiones llenando hasta los topes la mayor de las Razz.
Les Lullies entretienen con poca asistencia
Los voluntariosos Les Lullies tienen un gran directo y son un cuarteto elegante, con un cantante con el pelo a media melena y guitarra en forma de flecha. Su bajista es un personaje perfectamente elegante y empalmaron temas sin descanso dejando una muy grata impresión con su punk festivo eléctrico. Para dar más dinamismo los músicos se fueron cambiando de vocalista alternándose y con momentos realmente ramoniles.
Las influencias están claras, sonaron bien y entretuvieron con ganas a pesar de lo pobre de la asistencia a esas horas. Cuando jugaron con los coros y las dobles voces el grupo ganó un plus, y más, cuando los focos empezaron a jugar con el blanco y el rojo. La batería estaba en medio de la sala y atrás quedaba el logo de los Hives. Sus 35 minutos pasaron como una exhalación y hubo un final con flashes de luz para terminar de impactar a una sala que se fue llenando.
El grupo estuvo muy simpático con la gente y luego bajaron para estar entre el público, saludando y disfrutando del posterior show de los suecos. Su punk rock con toques garajeros terminó por calar con todas esas reminiscencias a The Saints y del punk clásico de los más grandes. Habían girado ya antes por España y lo seguirán haciendo…
The Hives siguen ofreciendo un espectáculo a la altura de su leyenda
Con la sala ya llena y las cervezas circulando en todas las barras saltaron los suecos con una intro ampulosa y con esas letras con el logo del grupo más cercanas a Dissection que a The Killers. Como os podéis imaginar y ya con el “Come On!” sonando a tope ante una entregada sala, muy participativa y fervorosa en las primeras filas. Locos se volvieron en “Main Offeder”, con uno se esos riffs definitivos y siendo uno de los grandes momentos de la velada. El grupo salió vestido en blanco y negro estampado en esa mezcla de etiqueta y mariachis oscuros con un Pelle Almqvist desatado y juguetón con su castellano funcional y ofreciendo joyas spanglish como: “Magnifio, ¿es muy bien no?”.
Levantamos las manos para ayudar a la entrada de “Go Right Ahead” acompañándola con palmadas, grandes coros por parte de unos músicos enchufadísimos y apariciones de la crew que esta vez van vestidos de ninjas. Si es que siempre tienen ideas geniales… Para “Paint a Picture” su frontman trabajó especialmente bien los laterales y precedió a esa maravillosa que es “Won’t Be Long” del The Black and White Album en la que el vocalista bajó entre el público buscando el calor humano. Jugando en el lateral Pelle intentó robar un zapato de un asistente sentado en el piso lateral…
La movilidad era constante y el ritmo del concierto tremendo. El baterista Chris Dangerous ya se desprendió de su chaqueta luciendo un riguroso blanco y a medida que avanzaba el concierto, más miembros de la banda terminaron de impoluto blanco. Impecables dobles voces por parte del guitarrista Vigilante Carlostroem. Era divertido ver esas caras de odio al cantar y a The Johan and Only dándolo todo. Curiosamente actuaba siempre en un segundo plano.
Desparrame total con “Walk Idiot Walk” jugando con alguna palabra en catalán y luego turno par otra de las favoritas de la concurrencia: “Two-Timing Touch and Broken Bones”. En “My Time Is Coming” Pelle sacó su faceta de crooner e invitó al público a que sacaran el móvil y embelleciera la sala con la luz de las linternas integradas en los celulares.. El cachondo de Pelle preguntó que cuánta gente les había visto antes en su anterior visita en el Razz. Algunos levantaron la mano, y después, dijo que era mentira, que nunca habían tocado antes en el Razz. Genio y figura…
“See Through Head” nos devolvió a los tiempos de su tercera obra y nos anunciaron que tras 10 años habrá material nuevo, del que nos avanzaron “Stick Up”, sorprendente tema en el que su líder se encaramó hierros arriba y terminó bebiendo cerveza del público. Un tema muy oscuro, casi cercano al cowboy punk. Y llegamos a uno de los grandes momentos de la noche: “Hate to Say I Told You So” en la que el público sacó los móviles para grabar. Pudo presentar al grupo y paró el concierto tras 55 minutos. Quedaba la segunda parte.
Hasta ese momento el show fue impecable, directo, divertido como yo bien recordaba en el Azkena. La primera píldora de los bises fue la sorpresiva “I’m Alive”, un tema raro con juegos de tonalidades y con Pelle se desabrochándose su escote con un baile entre sexy y cómico. Empezó luego una perorata larguísima en la que ya vimos que estaba destinada a ganar minutaje. “Tenemos un millón de canciones para tocar”, pero si las tienes… ¿Por qué dedicarlo todo en el “Tick Tick Boom”?
Se hizo de verdad muy pesado meter el mannequin challenge que suelen hacer, y que les queda espectacular, pero quizá lo podrían haber hecho en otro tema y no alargar su super-single a casi 20 minutos. Se volvió a presentar a todo el grupo y Pelle terminó chocando manos y saludando a todo el respetable. Incluso jugaron a hacer que la gente se agachara… toda la colección de gana-minutos una detrás de la otra. Y cabe destacar que los coros de Nickolaus Arson y Vigilante pues fueron espectaculares. Para nada utilizaron pregrabados.
55 minutos, un tema de bis y 20 minutos de suplicio sobreactuado repleto de tópicos ya bastante vistos. Era un concierto espectacular pero ese final exagerado lastró un poco la actuación. Y es que un show de festival es lo mismo sin todos esos excesos innecesarios de conexión con el público. Pelle es uno de los mejores frontmen de su generación, pero son como Airbourne: no hay mucha diferencia entre un show de festival y un de sala, y eso me parece un gran error.
No os engañéis ni malinterpretéis mis palabras pues el concierto fue rotundo dejando a la gente convencida, pero tras tantos años en esto, nos toca sacarle punta a detallitos y este me parece importante. The Hives volvieron a demostrar que poseen uno de los mejores directos posibles y Les Lullies, que si vienen, paga la pena verles. Siguiente capítulo: nuevo disco de los suecos, que ya hay muchas ganas.