Inspira, expira, inspira, expira. No te dejes llevar por las emociones. Voy a presentaros a un señor discazo, preparaos.
No dejes que te engañen. No coparán portadas. No tendrán la ayuda de los medios grandes ni de discográficas de renombre. No tendrán la ayuda del hype. Tampoco son nórdicos, ni norteamericanos y mucho menos belgas. The Holeum son levantinos. Y me atrevo a decir que tenemos entre manos uno de los mejores discos de metal a nivel mundial de todo el año.
Por si alguien aún no los conoce, Sublime Emptiness (2019) es su segundo trabajo de la banda y llega tres años después de Negative Abyss (2016), un disco debut notable y, sobre todo, muy ecléctico. Eso sí, siempre fiel a los principios del metal extremo más vanguardista; complejo y lleno de detalles.
En The Holeum podrás encontrar metal avantgarde que mezcla con estilo doom, death, post metal e incluso flirtean con el drone y el jazz. Todo tratado con delicadeza y mimo, cada pasaje ofrece lo mejor de la banda y cada sonido, cada melodía y cada riff son completamente idóneos para el momento establecido. ¿Todo parece relucir, verdad? Así es Sublime Emptiness.
Seis temas largos para un total de 43 minutos que se esconden tras una portada preciosa, de tonalidades rojizas pero apasteladas, nada de brillo, más bien tirando a oscura. Porque el contenido del disco es oscuro -que no es lo mismo que negro- pues la oscuridad tiene decenas de capas y la escogida por The Holeum está impresa en las melodías, en los riffs, en los solos y sí, también en la portada.
Difícil me resulta seleccionar un corte para recomendar al que no lo haya escuchado aún, pues me siento acongojado escuchando “Obsidiana”, el sublime tema con que arrancan; siete minutos de orgasmo musical. Y no se queda atrás “Protoconciousness”; menudo desparrame de recursos muestran en el tercer tema del disco. La brutalidad toma el mando en «Geometric Dance», mientras que la melodía más calmada nos logra erizar el vello en los últimos pasajes de «Drake Equation». «Fractal Visions» te da un soberano puñetazo en la mandíbula, y mientras logras recomponerte, llega “Metempsicosis” con sus casi 10 minutos de destrucción apocalíptica.
Durante 43 minutos, los levantinos hacen gala de su virtuosismo, de su garra y de su ímpetu. Es complicado verter tanta imaginación en las pistas sin ser tediosos. Las voces de Pablo Egido, tanto en guturales como en sus momentos limpios, son brutales. Las estructuras de los temas son preciosas y se sustentan sobre el bajo de Paco Porcel, que recoge el peso en la sombra. La batería de Miguel Fernández es siempre precisa. Luis y Julián se entremezclan con sus guitarras aportando esta sensación de amplitud musical tan bien lograda.
Sin ninguna duda, The Holeum presentan sus credenciales. Tras un disco debut muy prometedor llegan en un estado de forma increíble a este segundo trabajo. La banda deja de ser una promesa para convertirse en toda una realidad y confiamos en que sigan publicando álbumes de este nivel en el futuro. Solo ellos saben sus límites y, según creo, están aún en fase de exploración.