Empecemos por aquí: si no conocéis de nada a The Night Flight Orchestra, antes de poneros ni tan siquiera a leer esto haceos un favor y id a escuchar algo suyo. No sé si lo vuestro es el metal extremo, el rock ‘n’ roll más clásico, el punk o el deathcore, pero me apuesto a que, a poco que corra algo de sangre festiva por vuestras venas, esta banda es capaz de haceros mover los hombros y sacaros sonrisas y morritos si le dais la oportunidad. Lo último que pensarías es que este infeccioso y adictivo engendro ha salido de la mente de Björn Strid y David Andersson, vocalista y guitarrista respectivamente de los deathmetaleros suecos Soilwork, arrejuntados para la ocasión con el omnipresente Sharlee D’Angelo, bajista de Arch Enemy, Witchery, Spiritual Beggars y un par de miles de bandas más. Para completar el line up los acompañan tres músicos relativamente desconocidos: Sebastian Forslund a la segunda guitarra, Jonas Källsbäck a la batería y Richard Larsson a unos teclados muy protagonistas y que resultan totalmente decisivos en el éxito de este proyecto. Está claro que, guilty pleasure o no, a los miembros de The Night Flight Orchestra (incluso el nombre de la banda me encanta) llevan dentro una pasión auténtica por el hard rock más popero que se hacía en los 70, cercano al estilo que años más tarde se rebautizó como AOR. Nuestros protagonistas de hoy no hacen del todo AOR, aunque algún tema hay, sino que van mucho más allá al coquetear con estilos que van desde el funk hasta el hard rock más bailable, con profusión de galácticos sintetizadores, para acabar entregándonos un compendio de homenaje fascinante y exagerado a una época brillante de la música y de la noche.
Desde que se formaron casi como una coña en 2011, los Night Flyers parece que le han cogido el gusto a esto de la fiesta revival, y Amber Galactic (2017) es ya su tercer disco (¡y ojo, que parece que ya están casi listos para entrar en el estudio de nuevo!). Aunque a mí personalmente me ha enganchado más que los dos anteriores, estos también tienen lo suyo, así que tampoco me atrevería a decir que es mejor. Lo que sí que me atrevería a decir es que se trata de una colección absolutamente fantástica de canciones infecciosas y vacilonas que exudan sexo, champán y farlopa a raudales para conseguir teletransportarnos al glamour decadente que imperaba en el rock (y especialmente en los USA) a finales de los 70. Y lo hacen, mágicamente, con una brillantez y una aparente autenticidad que me ha pillado por sorpresa, talmente como si hubieran crecido en el New York de 1976, usando multitud de recursos sónicos y melódicos para construir un discazo memorable que no se repite en ningún momento. Todas las canciones tienen una personalidad totalmente definida y resultan pegadizas y recordables (algunas, MUY pegadizas y MUY recordables) por sí mismas. Tanta loa puede sonar algo flipada, y los que me habéis leído antes o me conocéis ya sabréis que probablemente lo soy, pero lo cierto es que me parece un álbum maravilloso y un serio e inesperado candidato a mi disco del año.
La cosa empieza con un himno como «Midnight Flyer», potente y pegadiza declaración de intenciones y magnífica carta de presentación del disco y de la banda. Otros temas como «Sad State of Affairs» o «Star of Rio» están construidos sobre riffs rematadamente Kiss, aunque esta segunda, exuberante como ella sola, tiene una melodía y un tono vocal que recuerda mucho a Phil Lynott y cuenta con unos coros femeninos dignos de los mejores Stones. «Gemini» es una de mis favoritas (quizás porque yo mismo soy un géminis de esos y me siento identificado con ella), ochenterísima en sonido y en arreglos y con un espíritu más obviamente pop y un estribillo motivante y terriblemente pegadizo. «Jennie» es la primera balada del disco, y ésta sí que es AOR hasta las cachas, tomando inspiración en los Foreigner más dulzones sin renunciar a algunos elementos orquestales que recuerdan incluso a The Beatles o a T-Rex. La segunda fémina que se merece un tema es «Josephine», una belleza post adolescente al que en este caso le dedican un inmenso homenaje a Journey que la gente de Glee habría disfrutado de versionar, con un prominente solaco de teclado de los que les gustan a los Ghost, una banda que también bebe mucho de lo que vemos aquí.
Tener que escoger un solo tema entre tal bacanal es bastante difícil, pero si tuviera que hacerlo uno de los candidatos más firmes y uno de los indiscutibles grandes momentos de Amber Galactic es «Domino», un vacilón y pegadizo despiporre disco/funk que epitomiza el ambiente tan auténticamente grasiento, sexual y farlopero que tanto me encanta de este disco. Otro que no se queda corto es el super infeccioso «Space Whisperer», mucho más rockero (Hanoi Rocks anyone?), con un estribillo épico y una parte bailonga instrumental intermedia excelente. Los detalles y la exageración de la pose están cuidados al milímetro, y no solo en la vertiente musical. La portada es definitiva, e incluso de tanto en cuanto, entre tema y tema, interviene brevemente una chica de voz melosa (es de imaginar que en el papel de tórrida azafata de vuelo, pero lo cierto es que no entiendo un borrajo de lo que dice) que te susurra al oído en francés, un delicioso cliché que añade un poco más de glamour tópico y facilón a la cosa.
La recta final empieza con «Something Mysterious», un sabroso e indisimulado homenaje a los Whitesnake más empalagosos que copaban las listas de éxitos a mediados de los ochenta, y continúa con «Saturn in Velvet», el corte más largo del disco, que a la que empieza no parece que vaya a ser gran cosa pero a la que arranca con su maravilloso estribillo te atrapa (de nuevo) sin remedio. Trufado de sintetizadores, este tema te transporta al ambiente galáctico que se supone que tiene que planear sobre todo el disco pero que en muchas ocasiones no es demasiado obvio (ni falta que le hace). Después de más de 50 minutos, éste sería ya un final perfecto, pero la edición que está en Spotify cuenta con una interesante y pegadiza versión del «Just Another Night» del Mick Jagger más ochentero (¿verdad que hablábamos de los Stones antes?) como bonus track, con toques de Kiss y Fama, magníficos coros gospeleros y la sorpresa final de un energético solo de saxo que pone la guinda final al festín de sudor y champán que acabamos de vivir.
Amber Galactic me parece un sorprendente candidato a disco del año y, en definitiva, una sacada de chorra considerable. Una más en la carrera reciente de un Björn Strid, por cierto, que parece que las musas le hayan tocado con una varita mágica en estos últimos años, en los que ha encadenado algunos de los mejores y más extensos discos de la carrera de Soilwork con grandes trabajos al frente de la banda que nos ocupa, donde demuestra una versatilidad y una autenticidad vocal que lo reafirman como uno de los vocalistas más interesantes del panorama actual. Para muchos, The Night Flight Orchestra no será más que una divertida curiosidad, y en el fondo probablemente lo sea, pero con un poco de atención, tanto el concepto como la ejecución de este disco y de esta banda son una auténtica maravilla a la que deseo un futuro fértil y brillante. Está claro que estamos esencialmente ante un proyecto paralelo que tiene una prioridad relativa en las ajetreadas carreras y las apretadas agendas de sus miembros, así que su vida en directo se ha limitado a una decena de conciertos a lo largo del último lustro, mayormente en Suecia o en eventos especiales en los que, por cierto, es toda una decepción que no vayan embutidos en monos ajustados de purpurina. Aún así, me encantaría que algún día decidieran llevar su bola de espejos y su azafata francesa de voz tórrida a nuestras salas. ¡El champán y el sudor corren de nuestra parte!
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.