Escuchar un nuevo trabajo de los suecos The Night Flight Orchestra es sinónimo de felicidad garantizada. Eso es así. La clave es saber hasta qué punto. Y aquí nos encontramos, una vez más, ávidos por tomarnos esa píldora llamada alegría que tan bien nos sienta.
Hacía cuatro años que no nos regalaba un nuevo disco. Y es que en ese transcurso de tiempo desde su anterior entrega han pasado muchas cosas. La primera de ellas, y la más transcendental, el alejamiento de su miembro fundador y guitarrista, David Andersson, por problemas varios de salud que acabaron con su vida en 2022. El que fuera impulsor original de The Night Flight Orchestra junto a Björn Strid nos dejaba y con su ausencia ciertas dudas razonables planeaban sobre los fans de la formación. «¿Tendrá continuidad el proyecto?», nos preguntamos todos en algún momento durante este hiato temporal. La respuesta es sí, parece ser que los actuales The Night Flight Orchestra contaban con su beneplácito para seguir adelante sin él. Tras la adhesión de Rasmus Ehrnborn como miembro de pleno derecho, guitarrista que ya estuvo sustituyéndolo en gira, la formación al completo se embarca en una nueva aventura musical que esta vez publican bajo un nuevo sello discográfico, Napalm Records, otra de las novedades a tener en cuenta.
A simple vista, Give Us the Moon (2025) sigue en la línea de sus predecesores en cuanto a minutaje se refiere, apostando por una larga duración de casi una hora (recordemos que su anterior aventura musical fue dividida en dos partes de manera separada, Aeromantic (2020) y Aeromantic II (2021), por ese mismo motivo). Son trece las pistas componen este nuevo disco, de unos cuatro o cinco minutos la mayoría de ellas, a excepción de la intro y el cierre, que, como veremos, se trata de casos especiales.
Como es ya todo un clásico en la discografía de la formación, es una voz femenina como las que puedes escuchar en un aeropuerto la protagonista de la intro “Final Call”, de escasos segundos, quien invita a los diferentes miembros de la banda a dirigirse a una puerta de embarque.
Empieza el viaje y lo iniciamos con un buen chute de energía positiva llamado “Stratus”, un tema que cumple con creces con su función de gancho de apertura con que atraparnos ya en su primera escucha y no soltarnos hasta el final del disco. The Night Flight Orchestra se esfuerzan siempre en poner toda la carne en el asador en sus temas de apertura y aquí lo han vuelto a hacer. Sintes por doquier animando el cotarro, Björn y sus azafatas acompañantes Anna y Åsa nos contagian de su alegría desplegando un alto rango vocal y regalándonos uno de los mejores estribillos que se les conoce. Totally in love con este tema desde el minuto cero.
La cosa no decae en absoluto con “Shooting Velvet”, el cual ya conocíamos antes del estreno del disco, ya que es todo lo bueno que puedas esperar de un sencillo de altura. Aunque baja las revoluciones respecto a su predecesor, entra al rescate una percusión para resaltar su potencial bailongo y un juguetón bajo de Sharlee D’Angelo que aquí se hace sentir especialmente. Enormes de nuevo están la voz principal y los coros durante los estribillos.
Un primer acercamiento al concepto balada lo encontramos en “Like the Beating of a Heart” justo a continuación. Dulce sin llegar al empalago, tiene también su dosis justa de ritmo gracias a una percusión de fondo que continúa dejándonos con esas sensaciones ochenteras que nos acompañan en todo momento desde el inicio del disco. Unos emotivos solos de teclado y guitarra redondean la pieza, aportando un plus de elegancia a la misma e incrementando el interés por ella.
“Merlbourne, May I?” es toda una gozada para los sentidos, otra de las imprescindibles del disco sin lugar a duda. De intensidad contrastada respecto a la anterior, nos enamoran una vez más unos pegadizos estribillos y unos teclados que se llevan de calle el protagonismo y que rompen también con la dinámica general iniciando un puente en el que varios solos de guitarra/teclados se alternan, para retomar poco después ese animado carácter que respira toda la pieza.
Pincha un poco (ojo, solo un poco), el tema a continuación, “Miracolous”. Me parecen más forzados el encaje de sus distintas partes, pero igualmente el estribillo vuelve a ser de traca, recordando a los mejores momentos discotequeros de sus compatriotas ABBA.
Volvemos a tesituras baladísticas con “Paloma” (una fuente de inspiración femenina como lo fueron Stella, Jennie, Josephine, Carmencita o Marjorie en su día), un tema emotivo en el que prima el ensalzamiento de los sentimientos. No hay grandes vaivenes en él, pero sí consigue impregnarnos de ese feeling clásico de power ballad de las bandas AOR de antaño.
Muy bien ese inicio de batería/guitarra en “Cosmic Tide”, uniéndose poco a poco el resto de los instrumentos, generando unas dinámicas sincopadas la mar de interesantes. Aquí ya vemos que no es un tema al uso, no hay un estribillo como punto focal absoluto, de hecho, el título aparece camuflado en una de sus estrofas, las cuales parecen destacar por encima del susodicho estribillo. Incluso los solos entran melódicamente de manera extraña, en especial el de guitarra, quizás no tanto el de teclado, pero el resultado final es que nos encontramos ante algo original que rompe con las tendencias compositivas de la banda. Un sí rotundo a estos atrevimientos.
Recuperamos la tan habitual comercialidad con “Give Us the Moon”, el tema que da título al disco. Agradables melodías desde su inicio de sintetizadores (que sientan la base para el estribillo que está por venir), este medio tiempo trascurre plácidamente sin grandes cambios en unos tonos más bajos a los que nos tienen habituados. Escuchar a un más relajado Björn también nos permite apreciar algún matiz nuevo a su poliédrica voz que tanto nos gusta y que demuestra su solvencia en cualquier tesitura que se le plante por delante.
¿Qué sería un disco de los suecos sin repasar las bondades de alguna ciudad de este nuestro planeta? Le toca el turno a París (habiendo hecho parada ya por Tashkent, Londres y Melbourne en temas anteriores…) en “A Paris Point of View”. Funky disco es lo que destila este tema por todos los costados, en un uptempo del que es imposible escapar. Te reto a no moverte durante su escucha a ver si lo consigues… De nuevo una animada percusión y un bajo protagonista absoluto nos llevan en volandas a la pista de baile más cercana.
Nos queda poco para llegar al final del disco y es momento para bajar un poco las aceleradas revoluciones que llevamos para adentrarnos en un nuevo acercamiento al concepto power ballad ochentera que ya hemos degustado con anterioridad. “Runaways” responde a este intento, pero en mi opinión le falta algo de chispa para brillar con luz propia. Incluso su final en fundido me deja un poco fría.
“Way to Spend the Night” posee esos maravillosos ganchos, tanto en su intro de teclados como en su estribillo, que hacen que inmediatamente pienses que el tema… va para sencillo, como así ha sido. Segundo del disco lanzado justo antes de las navidades, es otro de esos infalibles cañonazos imposible de olvidar en tan solo una escucha. Es ese sentimiento festivo y de despreocupación lo que más resalta de él. Ojo que el que parece que no está ahí, pero hace una labor estupenda en todo el disco es Jonas Källsbäck, dándolo todo esta vez, en especial durante el infeccioso estribillo tan conseguido aquí. Y ojo también al solo doblado teclado/guitarra que tan bien le sienta al espíritu discotequero del tema, otro diez ahí.
Cierra el disco un corte de casi ocho minutos, “Stewardess, Empress, Hot Mess (And the Captain of Pain)”, algo en lo que escasas veces The Night Flight Orchestra se ha embarcado. No plantarse en lo cómodo y explorar nuevos territorios es algo que debemos apreciar y poner en su justo valor si queremos que nuestras bandas favoritas no tiren de clichés y se acomoden a ellos. Me gusta poder utilizar la palabra inclasificable para definir el tema que nos ocupa, lo que quiere decir que hay un buen popurrí ahí con el que desafiarnos como oyentes. ¿Podríamos afirmar que es de los primeros temas progresivos que les escuchamos? A mí me lo parece, y ¡me encanta!
Hemos llegado al final del disco, pero no una hora más viejos, sino rejuvenecidos como su espíritu. Tras la audición de esta última entrega de esta tripulación de altos vuelos denominada The Night Flight Orchestra nos preguntamos: ¿hasta cuándo seguirán estirando la misma fórmula sin dar visos de agotamiento? Son buenos en lo que hacen, lo saben y lo explotan. ¿Algo que objetar?
¡Por muchos más discos vitamínicos como éste!
Aficionada a la música y los viajes, aunque no sabría decidir en qué orden. Cuando los combino, ¡lo más! Amante de aprender cosas de allá donde vaya, soy un poco la suma de los lugares que he visitado y las experiencias vividas. Daría la vuelta al mundo de concierto en concierto si de mi dependiera, pero las limitaciones terrenales me mantienen aquí y ahora, así que, ¡a sacarle el máximo partido!