El señor Bjorn Strid, que normalmente se gana las garrofas musicales berreando al frente de los death metaleros melódicos Soilwork, parece haber encontrado la válvula de escape perfecta a su vertiente más retro, festiva y champañera con la invención y la sorprendente consagración de The Night Flight Orchestra. Lo que parecía que no iba a ser más que una anécdota después de publicar su muy buen álbum de debut en 2012 ha ido tomando vuelo hasta el punto que en los últimos cuatro años han casi inundado el mercado con hasta tres nuevos discos, confirmando que su AOR bailable y farlopero tiene más recorrido dentro de la parroquia melódico-extrema del que podía parecer de buenas a primeras.
Uno no puede dejar de admirar el curro que se pega Bjorn, auténtica alma mater de esta banda junto a su también compañero en Soilwork David Andersson, para liderar dos proyectos de este calibre, pero si vuelves la mirada hacia quién está a su lado ya lo flipas. Y es que el grandullón Sharlee d’Angelo ha sacado al mercado ni más ni menos que cinco discos en cosa de año y medio. A saber: uno de Arch Enemy, dos de Witchery y dos más con The Night Flight Orchestra. Quizás no participe demasiado en la composición (que no lo hace) pero grabar y girar a este ritmo no está al alcance de todos.
Sea como fuere, The Night Flight Orchestra han supuesto un pequeño y divertido soplo de aire fresco dentro de una escena a la que le han venido de perlas. Porque no nos equivoquemos: la gente que escucha a esta banda no son fans de Journey, Foreigner y Toto (aunque suenen a Journey, Foreigner y Toto) sino que son death metaleros irredentos que los encuentran la mar de divertidos y que les dan la oportunidad de soltar por fin el fan del AOR escondido en ellos. Y eso es lo que me ocurre a mí también.
Dicho esto, y estando yo montado en el hype de la banda como el que más, la verdad es que este Sometimes the World Ain’t Enough me ha supuesto una pequeña decepción. Comparado con el absolutamente brillante Amber Galactic, y en parte quizás por culpa de la proximidad temporal de éste, el nuevo trabajo de los suecos me parece más bien aguado, como una versión de la banda sin punch, sin mojo y sin los estribillacos brutales que trufan su predecesor. Hay tres o cuatro canciones a la altura («Paralyzed», «Pretty Thing Closing In» y «Barcelona», así a bote pronto) y la calidad musical sigue siendo indudablemente elevada, pero por lo general creo que los suecos se han precipitado un poco al sacar este disco. No está mal, no, pero el resultado global es mucho menos memorable de lo que nos tenían acostumbrados, dando la sensación que algo más de tiempo y una mayor exigencia a la hora de cribar canciones y pulir detalles no les habría hecho ningun daño.
Estilísticamente no hay cambios respecto a la fórmula que ha «encumbrado» a la banda en los últimos años: AOR discotequero y decadente de copa de champán, bola de lucecitas, moqueta granate, gafas de sol, azafatas solícitas, sudor nervioso y farlopa por doquier. Una mezcla maravillosa que nos transporta inmediatamente y con toda credibilidad a un vuelo en primera clase, una suite destartalada o un backstage peligroso de hace cuarenta años. Todo genial.
La cosa empieza potente de la mano de “This Time”, un tema que no está nada mal, es verdad, pero que no acaba de atraparme del todo como un single de su nivel debería hacer (magnífica batalla de solos al margen). Tres cuartos de lo mismo ocurre con “Turn to Miami”, otro tema que parece haber sido creado ambicionando mucho más de lo que acaba por lograr y que palidece miserablemente ante cualquier canción con objetivos similares de Amber Galactic. No es hasta la genial “Paralyzed” que The Night Flight Orchestra nos recuerda de verdad a lo que son. Y lo hacen con un temazo bailable y repleto de groove que contiene algunos pasajes altamente adictivos y el mejor estribillo de todo el disco (y ellos lo saben, que no en vano lo repiten hacia la saciedad).
Superado un tema título tirando a anodino a pesar de poseer un estribillo pasable y unos coros bastante molones, es curioso darse cuenta que el principio de “Moments of Thunder” (otro corte tirando a aburrido) recuerda descaradamente a lo que hace Ghost a día de hoy (que ojo, la orquestra del vuelo nocturno llegó antes). Es posible incluso que el éxito imparable de las huestes del Cardinal Copia, capaces por si mismos de repopularizar un estilo que vivía en el más absoluto de los ostracismos desde hacía décadas, ayuden también a propulsar el interés de las masas para con bandas como The Night Flight Orchestra u otros nostálgicos de los primeros ochentas. La kissera “Speedwagon” sube un poco el nivel sin llegar a tirar cohetes, mientras que la melodía facilona y tantas veces escuchada de “Lovers in the Rain” utiliza su antémico estribillo para hacer sacudir un poco los hombros y las caderas del personal quedándose, una vez más, en una especie de quiero y no puedo.
Con “Can’t Be That Bad” entramos de lleno en uno de mis sectores favoritos del disco. Su enérgico estribillo y su pizpireta melodía de guitarra acaban por dar paso a la sucia y susurrante “Pretty Thing Closing In”, que junto a “Paralyzed” y la siguiente “Barcelona” me parecen los únicos cortes verdaderamente brillantes que encontramos en este irregular trabajo. A pesar de ser una de las canciones más danzables y menos rockeras de Sometimes the World Ain’t Enough, tanto la guitarra funkera como los teclados, la elegante melodía de la voz o el épico pero delicado estribillo son excelentes, y solo deslucen un poco por culpa de un final innecesariamente largo.
“Barcelona” merece un párrafo aparte, a pesar de que la canción no hable de la ciudad como tal sino de (según me imagino) una de esas mujeres que los navegantes (en este caso aéreos) tienen en cada puerto. Que una banda que amas te sorprenda titulando uno de sus temas como el nombre de tu ciudad ya es un puntazo, pero es que además la canción está muy bien, llena de groove una vez más, con un bridge y un estribillo pegadizos y motivantes y un final de nuevo largo pero, ahora sí, con sentido y punch. Un tema que te hace poner énfasis y atención en el excelente trabajo que hacen el par de coristas que acompañan siempre a la banda y que, seguro, causará furor cuando lo toquen en los escenarios de la Ciudad Condal.
Entramos en la recta final con “Winged and Serpentine”, otro de esos buenos temas que sí pero no y al que les falta un algo para acabar de destacar. El disco se cierra con los casi diez minutos de la epopeya AOR llamada “The Last of the Independent Romantics”, una bonito composición llena de melodías excelentes que si no llega al olimpo de este disco es por muy poco. Sin prisas, te pasea por la multitud de posibilidades, todas eminentemente ochenteras, de las que es capaz esta banda, poniendo un muy buen broche a un álbum verdaderamente mejorable.
Quizás si no viniéramos de un disco tan inspirado como es Amber Galactic me podría mirar este trabajo con mejores ojos, pero teniendo tal discazo aún tan presente me es imposible obviar que éste es, sencillamente, peor. Más irregular, menos inspirado y bastante más aburrido. Y es que mientras ese predecesor me resulta tremendamente adictivo de principio a fin no importa cuantas veces lo escuche, este nuevo álbum se me hace largo y repetitivo demasiado a menudo, tanto en su conjunto como, peor aún, en sus canciones de forma individual. Para mí, ya os lo digo, el problema es que han querido correr demasiado, cuando hubieran podido publicar un álbum mejor si hubieran tardado un año más.
Pero bueno, ellos sabrán. ¿Quizás el año que viene es año Soilwork y por eso querrán aparcar la orquestra un tiempo y no dejar nada a medias? Por lo pronto, Bjorn y David nos visitarán con su banda principal en una giraza junto a Amorphis el febrero que viene. Pero antes, The Night Flight Orchestra aterrizarán en nuestros escenarios por vez primera este mismo diciembre, en lo que va a ser un concierto esperadísimo y marcado en rojo en mi agenda a pesar de lo irregular de este último trabajo. Abramos el champán, esparzamos la farlopa y despleguemos la moqueta: The Night Flight Orchestra están aquí.
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.