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Cuando The Ocean anunciaron que esta gira de sería la última con la formación actual no dudé en comprar unos billetes para ir a Madrid a verlos. Además, cosas del destino, esta parada en nuestro país resultaba ser el último concierto de la gira. Los teloneros eran nada más y nada menos que Spurv, lo que sin duda le aportaba un extra de aliciente al espectáculo.
En el lapso de tiempo entre el anuncio y el concierto he estado pensando bastante: iba a ser el último show con Paul Seidel a la batería, pero ¿alguien más va a dejar la banda? ¿Se irán todos menos Robin Staps, alma y cerebro del colectivo? Demasiadas dudas y ninguna respuesta. Lo único que estaba claro era que iba a ser una noche especial.
He estado poco en Madrid, así que aproveché la escapada para pasar varios días en la bonita capital del Estado. Tras degustar la gastronomía típica, el domingo cogí el metro para ir hasta Moncloa y, tras un agradable paseo por el barrio, me dirigí con tiempo a la sala Mon, sabiendo que el sold out anunciado días atrás se traduciría en que el recinto iba a ser una lata de sardinas.
Ya antes de entrar, y también una vez en el interior, me alegré al ver varias caras conocidas, lo que demostraba que no era el único que pensaba que este no iba a ser un concierto más de los alemanes. No, esta velada iba a ser diferente.
Spurv
Aun entrando con tiempo, tuve que hacer una cola interminable para el guardarropa y otra similar para pedir en la barra. Ni siquiera me dio tiempo a pasar por el merch, que, debido a la disposición algo desordenada de la sala, se encontraba en el mismo recorrido que había que hacer para ir al baño, lo cual formaba un tapón considerable en esa zona.
Por suerte pude pillar un buen sitio antes de que empezasen a tocar Spurv, a quienes ya había visto en noviembre en el pub Terra (Castelló), donde dieron un concierto increíble. Hasta hace unos meses no tenía a los noruegos en el radar, lo cual es curioso, porque el post-rock es un estilo que trabajo bastante. El sexteto cuenta con tres guitarras y un músico extra que va intercambiando trombón y xilófono, lo que le da una profundidad al directo que no podrían conseguir con bases pregrabadas.
Al poco de empezar el concierto pude comprobar que las opiniones que había leído sobre la sala Mon eran ciertas: el sonido era bastante regular, así que, aunque me supiera gran parte de los temas que tocaron, hubo secciones, sobre todo las más distorsionadas, que se perdían en una bola sónica ininteligible.
De todos modos, la banda se mostró sólida y concentrada en todo momento, con Gustav Jørgen Pedersen agradeciendo a The Ocean la oportunidad de acompañarlos en esta gira tan especial y al público asistente por su apoyo constante (de quien he de reconocer que fue totalmente respetuoso prácticamente en todo momento durante los pasajes más tranquilos de las canciones, algo muy difícil de ver hoy en día). Los noruegos le han cogido el gusto a esto de tocar sin amplis (una tendencia que veo cada vez más) y no escatimaron en elegancia a la hora de ejecutar sus temas, todos ellos de un modo exquisito.
Setlist Spurv:
Krokete, rettskaffen
En brennende vogn over jordet
Et blekt lys lyder
Gamle årringer
Med enormt håp
Den gamles stemme brister
Urdråpene
The Ocean
Aproveché el cambio entre banda y banda para ir al baño, al puesto de merch y a la barra, rezando para que en las seis horas que iba a tardar nadie ocupara mi muy preciado sitio. Y, por suerte, no sé qué pasaba en esa zona de la sala, pero se estaba sorprendentemente cómodo, mientras que en otras el espacio vital de cada uno se podía medir en milímetros.
Los alemanes salieron unos diez minutos más tarde de lo esperado, aunque a nadie le importó, ya que sabíamos que tendríamos por delante un par de horas del mejor post-metal que se puede escuchar hoy en día.
Tal y como habían anunciado, dedicaron la primera parte del show a tocar su último trabajo, Holocene, prácticamente en su totalidad, con la excepción de «Unconformities», que en el disco grabaron con Karin Park (se entiende perfectamente que prefirieran no tocarla, ya que sin su voz la canción no sería la misma). Aunque a bastante gente este último disco le parezca un tanto estéril en comparación con la brutalidad que la banda lleva a sus espaldas, a mí es un álbum que me gusta bastante, y en directo aún más.
Los alemanes empezaron serios, empalmando tema tras tema casi sin respiro, con unas visuales sencillas de su último disco y un par de músicos adicionales (uno de ellos Simen Eifring de Spurv) apoyándolos con instrumentos de viento. El sonido mejoró algo con respecto a los teloneros (algo que tampoco era muy difícil), aunque a mí, después de haber visto a los alemanes cinco veces, me pareció mejorable.
Tras este primer acto de presentación el grupo salió del escenario mientras en la pantalla del fondo aparecía una cuenta atrás de 12 minutos. Aun siendo un tiempo bastante holgado, prácticamente nadie se movió de su sitio, suponiendo que, si lo hacía, corría el severo riesgo de no poder volver.
Pocos segundos antes de finalizar la cuenta atrás los alemanes regresaron al escenario, zumos en mano, provocando la locura total de una sala que hasta el momento había estado entregada al 75 %, guardando fuerzas, ya que sabíamos que lo mejor estaba a punto de empezar.
Y así fue. La siguiente hora y media fue un frenesí total con lo mejor de Phanerozoic, ejecutado de la manera más perfecta posible y con un público desatado que terminó creando un pogo en las primeras filas que ya empezó fuerte y fue de menos a más.
Destaco y destacaría siempre la precisión del gran Paul Seidel a la batería, que se hizo grande en el concierto y que estaba igual de emocionado que la gran mayoría del público, saboreando cada momento, a sabiendas de que eran los últimos que viviría con sus compañeros de banda.
Igual de enérgico estuvo Loïc Rossetti, metalero de oficio, quien no dudó en hacer varios stage-diving hacia el público. Uno de ellos, y seguramente el más brutal, se produjo mientras los alemanes interpretaban «Permian: The Great Dying», cuando se encaramó hasta el balcón del piso superior de la sala (como ya hizo en la sala Apolo de Barcelona años atrás) y se lanzó sin miedo hacia el gentío.
Los temas iban sonando más rápido de lo que me hubiera gustado y el concierto llegaba a su fin, muy a mi pesar (y seguramente al de muchos). Hubo varios momentos del show que me erizaron la piel, como cuando en el final de «Pleistocene» combinaron ese blastbeat tan blackmetalero con un juego de luces furioso como pocos. Fue la explosión perfecta para acabar este segundo acto.
Los alemanes no podían irse sin tocar aún un par de clásicos, así que, tras una breve salida, volvieron al escenario, agradeciendo la tremenda ovación que se llevaron del público. Empezaron el epílogo con «Triassic», que tiene una melodía de guitarra tan coreable que nadie dudó en acompañarla en todo momento; estoy seguro de que a las bandas les encantan este tipo de conexiones con los fans.
Antes de la traca final Loïc aprovechó unos instantes de pausa para admitir que no quería tocar el último tema, ya que eso significaría que el concierto, la gira y la banda tal y como la conocíamos llegaban a su fin. Con unas palabras un tanto enigmáticas, intentó hacer hablar a todos los miembros del grupo y agradeció al mundo el apoyo que habían recibido durante todos estos años.
Y, al fin, llegó el clímax, el momento en el que interpretaron su último tema, que para mí ya es un himno de la banda: «Jurassic | Cretaceous», un temazo de más de 13 minutos que lo tiene todo. No sé si fue por la emoción, la energía que se había creado, el brutal pogo que no dejaba de crecer o las ganas de los alemanes de despedirse por todo lo alto, pero cerraron el concierto de la mejor manera posible. La banda se despidió tras más de dos horas de espectáculo con todos los honores y una ovación eterna. Como broche final, entregaron una camiseta con su propia cara a Paul Seidel, quien, tras abrazarse con todos sus compañeros de aventuras, no dudó en ponérsela antes de lanzarse al público por última vez.
Cuando terminó el concierto no me importó en absoluto esperar otras tres horas para recoger mi chaqueta ni salir a la calle a pelarme de frío mientras comentábamos la experiencia. Las 800 personas que nos congregamos ese día en la Mon acabábamos de presenciar algo único e irrepetible, aunque yo al menos me fui con una extraña sensación de felicidad agridulce.
No sé qué será del futuro de The Ocean como banda. El ciclo de los periodos geológicos ha llegado a su fin; actualmente vivimos en el Holoceno, así que les tocará reinventarse. Ya sea con conceptos teológicos, filosóficos, de ciencia ficción o quién sabe qué, quienes permanezcan en la banda seguirán haciendo magia. Y muchos estaremos allí para verlo.
Setlist The Ocean:
Preboreal
Boreal
Sea of Reeds
Atlantic
Subboreal
Parabiosis
Subatlantic
The Cambrian Explosion
Cambrian II: Eternal Recurrence
Permian: The Great Dying
Silurian: Age of Sea Scorpions
Oligocene
Miocene | Pliocene
Pleistocene
Triassic
Jurassic | Cretaceous