A estas alturas de la película, cualquier movimiento que hagan los Rolling Stones ya es un hito. Pero que, cuando nadie los espera, decidan publicar un nuevo disco, es lo más. Para echar la vista atrás y encontrar su último disco de estudio publicado, tenemos que viajar a 2005. Hace 18 años, exacto. Entonces publicaron A Bigger Bang (2005), un notable disco que a priori serviría para finiquitar una extensa y exitosa carrera.
Avanzando muchos años y situándonos en 2021, Charlie Watts nos dejaba. El cuarteto perdía una de las piezas más fundamentales de la formación. Y lejos de arrugarse y decidirse por una más que merecida jubilación, Ron Wood, Keith Richards y Mick Jagger decidieron honrar su legado con el que previsiblemente será su último aporte al rock tras seis décadas al pie del cañón.
Hackney Diamonds (2023) es el nombre de su nuevo disco y, aunque no es una obra maestra, está por encima de lo que todos podíamos esperar a estas alturas de sus vidas. Es meritorio, más que necesario, este cierre de carrera, que suponemos vendrá acompañado de la última gran gira mundial con precios desorbitados y carteles de sold out colgados a los pocos minutos de la salida a la venta de las entradas. No es que los Stones necesiten cubrir de gloria y oro su jubilación; no creo que ya les venga de unos cuantos millones de dolares más. Aunque está claro que su retiro justifica todo y más.
Volviendo al disco sobre el que aún no he mencionado nada, decir que no es un disco perfecto, ni mucho menos. Flaquea en muchos temas pero también vence por goleada en otros tantos. Casi 50 minutos en 12 canciones y con colaboraciones a la altura de los más grandes: Lady Gaga, Elton John y Paul McCartney. Casi nada.
Musicalmente, tiene esa mezcla tan Stones tocando las paletas sonoras del blues, el rock y el pop e incluso en algún pasaje podríamos pensar en rock duro. Pero lo más espectacular de todo el disco es Mick Jagger. A sus 80 años, sí, has leído bien, sigue cantando como si tuviera aún 30. Es colosal lo de este señor. Es una pena que no pueda decir lo mismo de las guitarras de Keith, que antaño fueron mágicas. Hace ya un par de décadas que es una sombra de lo que fue y puedo deducir que su trabajo aquí es más testimonial que otra cosa. Incluso, cuando canta, algo que nunca me pareció su fuerte, se le nota flojo y apagado. En cuanto a Ronnie Wood, qué decir del “joven” Stone… posiblemente ha pasado a ser el guitarra principal por méritos propios aunque siempre bajo el ala de Keith.
“Angry” es sin duda la canción himno de este nuevo disco. Un tema con una gran dosis de guitarreo clásico, unas letras moldeadas para agradar a todo el público, que cuenta con un buen gancho. Algo parecido a lo que fue “Start Me Up” hace ya más de 40 años en Tattoo You (1981).
“Get Close” contiene unos momentos de vientos muy bonitos que, combinados con los coros, amplifican el efecto de la canción, muy versátil y melódica, que gustará a todos los oyentes. “Depending on You” es una harmoniosa canción de carácter más lento, menos explosiva, pero muy bien labrada. En “Bite My Head Off”, que cuenta con la guitarra del irrepetible beatle McCartney, es una de las más duras del disco. Guitarreo irresistible a cargo de una tríada de ensueño.
Y tras este corte empieza a bajar el nivel de las composiciones. En “Whole Wide World” recuperan la senda del pop-rock pero esta vez de forma demasiado simplista. Contrastando, tenemos la balada típica, “Dreamy Skies”, canción que no luce más allá de su fragancia bluesy. “Mess It Up” posee un riff bastante simple que por momentos me recuerda a alguna canción de AC/DC… y con un estribillo realmente flojo.
En “Live By the Sword” cuentan con los teclados del gran Elton John y, si bien la pieza mejora con respecto a las tres anteriores, no acaba de despuntar como cabría esperar. De hecho, Elton queda deslucido totalmente. “Driving Me Too Hard” es corta pero intensa, muy de la estética de los Stones de los últimos 30 años.
Entrando en la recta final del disco, nos topamos con la voz de Keith en la lenta “Tell Me Straight”. Me sorprende que se le entienda tan bien teniendo en cuenta que cuando le escuchas hablar no entiendes ni papa. Una canción inferior, sin más. “Sweet Sounds of Heaven” con sus más de siete minutos de duración, se coloca previa al cierre. En ella tenemos la inconfundible voz de Lady Gaga. La canción está bien pero le sobran tres o incluso cuatro minutos. “Rolling Stone Blues” echa el cierre al disco de una forma vintage y agradable. Una canción con una producción curiosa, algo lo-fi, con mucho blues como el que la banda nos regalaba hace 50 años.
Resumiendo, estamos frente a un disco tan necesario como innecesario. Con éste, la banda quiere recordarnos que aún siguen vivos y aún tienen algo que decir. Y eso es de agradecer. Por otro lado, innecesario pues aporta más bien poco a su larga y exitosa carrera. Pero es bonito pensar que “quien tuvo, retuvo”, y en eso los Stones son de los más grandes de todos los tiempos.