Desde que hace un tiempo leí que el nuevo disco de los “aplasta calabazas” iba a ser una Ópera Rock presentada en tres actos, comencé nuevamente a interesarme por la banda de Corgan, y es que debo ser sincero al admitir que el último disco que escuché de ellos en su totalidad fue el reivindicativo Zeitgeist (2007), que, a diferencia de la opinión pública, a mí sí me gustó. Después de eso, únicamente le dediqué tiempo a los singles y adelantos de turno y a escuchar muy por encima su anterior Cyr (2020), que no me dijo realmente nada. Resulta que el hype que creo en mí la noticia de esa Ópera Rock se fue desinflando poco a poco hasta llegar a casi no enterarme ni de su lanzamiento (poca promoción, también sea dicho), pero hace unos días mi compañero Beto Lagarda me propuso hacer la reseña del disco, así que dieciséis años después vuelvo a ponerme, ahora más seriamente, frente a un disco de The Smashing Pumpkins. Vamos allá.
Lo primero que he hecho ha sido mirar quien está ahora en la formación acompañando a Corgan. Bien, veo que James Iha volvió a la nave en 2018 y que además Jeff Schroeder, el guitarra que sustituyó al músico de descendencia nipona después de aquella ruptura de la banda en el inicio del siglo actual, continua en la formación. Jimmy Chamberlin sigue de fiel escudero en las baquetas y el propio Billy Corgan se ha encargado de la producción del disco.
Atum: A Rock Opera in Three Acts se presenta, siempre haciendo caso a sus comunicados promocionales, como una secuela de sus discos Mellon Collie & The Infinite Sadness (1985) y Machina/The Machines of God (2000) y según Corgan:
“Atum es básicamente la historia de un personaje hilada a través de tres iteraciones diferentes. En el 95 estaba Zero, en 2000 estaba Glass. El personaje actual se llama Shiny. Se nos presenta como la metamorfosis psicológica vivida por un personaje a través del tiempo.”
Lo que tenemos aquí es el primer acto, un primer acto abierto por un gong que da paso a unos pasajes llenos de sintetizadores y saliente batería, adornado con un efectivo solo de guitarra. Esta homónima pieza instrumental podría haberse colado sin dificultades hace unos cincuenta años en algún disco de EL&P, Aphrodite’s Child o Magma. Cierto es que este primer corte puede sonar a todo menos a The Smashing Pumpkins. La verdad es que, con este inicio, Atum pinta muy bien, además este buen sabor de boca no desaparece con el siguiente tema, “Butterfly Suite”, que por momentos tiene algunos ramalazos a “1979” (quizás más en mi cabeza que en la realidad en sí…) gracias a esa mezcla de melodía, sintetizadores y guitarra. ¡Ojo! ¿Estamos ante un resurgimiento de los de Chicago? Pues va a ser que no… Esta primera parte de este mastodóntico y, a la vez, estrambótico proyecto, se va diluyendo en la nada mientras uno va avanzado canción tras canción. Después de estos prometedores dos cortes, The Smashing Pumpkins se van perdiendo por terrenos fangosos predominados por un uso bastante aburrido, insulso, y me atrevería a decir algo cursi, de sintetizadores y donde por momentos la coherencia entre tema y tema parece estar de vacaciones.
La infantil “Hooray!” parece una broma de mal gusto, al igual que la horrible “Hooligan”, y cortes como “Where Rain Must Fall” o “Embracer” suenan desganados, a relleno, a descartes, además la voz de Corgan carece totalmente de emoción por mucho que se quiera esforzar en transmitirla. Hay pasajes donde la producción deja mucho que desear y otros donde, lamentablemente, el papel de Chamberlin es totalmente imperceptible. La batería es de lo peor del disco sin ninguna duda.
Me da una pereza enorme pensar que aún quedan dos actos más de lo que estoy escuchando ahora, y es que si a este primer acto de 40 minutos ya le sobran como veinte… no me veo escuchando un total de casi ciento cuarenta minutos, que será la duración total de esta “Opera Rock”, ahora sí, entre comillas.
¿Destellos fugaces de luz como en los dos cortes que abren el disco? Pues los hay (haberlos haylos), y son esos los que hacen que este primer acto apruebe muy justito. Los encontramos en el ejercicio de electro rock que es “Steps in Time” y en las guitarras de “Good in Goodbye” (lástima de ese innecesario inicio) o de “Beyond the Vale”, pero que nadie se engañe, las mejores composiciones de The Smashing Pumpkins hace muuuuuchos años (con muchas “u”) que pasaron, incluso se hace difícil pensar que este hombre (Corgan) sea el mismo responsable de jitazos de antaño como “1979”, “Today”, “Cherub Rock”, “Zero”, o la bella “Disarm”.
Nuevamente volvemos a tener a un Billy Corgan que se empeña en hacer discos onanistas de excesiva duración, y es que si atendemos al conjunto global de Atum veremos que en poco menos de seis meses (el último acto se lanzará en abril), este nuevo disco se convertirá en un álbum triple de 33 cortes y 138 minutos, donde en la edición final, además, se añadirá un cuarto disco con 10 cortes más ¿Realmente es necesario a estas alturas de la película? Esto huele a gran fracaso comercial, aunque si bien es verdad que al Sr. Corgan todo esto le resbala.
Pota Blava y fanzinero de los 90. La música siempre ha sido una de mis grandes pasiones, y aunque el Metal es mi principal referencia, no he parado de moverme por diferentes estilos sin encerrarme a nada. Con los años el escribir también se convirtió en otra pasión, así que si junto las dos me sale la receta perfecta para mi droga personal. Estoy aquí para aportar humildemente algo de mi locura musical, y si además me lo puedo pasar bien…pues de puta madre.