The Verve – Urban Hymns: 25 años de la cumbre final del Britpop

Ficha técnica

Publicado el 29 de septiembre de 1997
Discográfica: Virgin Records
 
Componentes:
Richard Ashcroft - Voz, guitarra
Nick McCabe – Guitarra
Simon Tong – Guitarra, teclados
Simon Jones – Bajo
Peter Salisbury – Batería

Temas

1. Bitter Sweet Symphony (5:57)
2. Sonnet (4:21)
3. The Rolling People (7:01)
4. The Drugs Don’t Work (5:05)
5. Catching The Butterfly (6:26)
6. Neon Wilderness (2:37)
7. Space and Time (5:36)
8. Weeping Willow (4:49)
9. Lucky Man (4:53)
10. One Day (5:03)
11. This Time (5:50)
12. Velvet Morning (4:57)
13. Come On (6:38)

Pista oculta:
14. Deep Freeze (2:15)

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Si al LP Urban Hymns (1997) muchos especialistas y críticos musicales lo consideran el punto y final del Britpop, comentar también que dicha despedida y cierre es absolutamente a lo grande; opina el que aquí redacta.

Reconocimientos

A esta obra la respaldan sus 10 millones de copias vendidas en todo el planeta y 12 semanas consecutivas permaneciendo en el número 1 en Inglaterra; así que en ese punto temporal, por fin, The Verve se equiparó, de tú a tú, con sus compatriotas más exitosos de la música de los 90. Como añadido, este cancionero se introdujo en el Top 20 de los discos más vendidos de toda la historia del Reino Unido (casi nada) y resultó premiado con varios Brit Awards y otros reputados galardones internacionales.

Además, casi toda la prensa especializada estuvo de acuerdo acerca de la incalculable valía del repertorio y por ejemplo, en aquel año 97, revistas de un inconmensurable prestigio le concedieron su reconocimiento al LP. Así, por ejemplo, la revista Melody Maker nombró a Urban Hymns como Mejor Álbum del Año y la banda consiguió ser portada de la publicación Rolling Stone; además de que con el paso de los lustros, New Musical Express consideró el álbum, en 2013, entre los 500 mejores de todos los tiempos; entre otros muchos aplausos de este tipo periodístico.

Pasos previos hasta llegar al éxito

Sin embargo, a aquel tan trascendente, triunfante e imborrable impacto global también le acompañaron una serie de turbulencias e inestabilidades, las cuales han pesado como una losa a The Verve durante muchas fases de su trayectoria.

Tras nacer como cuarteto en la ciudad británica de Wigan, en 1989 y publicar dos valiosos LP’s como son A Storm in Heaven (1993) y A Northern Soul (1995), sin embargo, la carrera de los muy talentosos The Verve no terminaba de despegar a nivel comercial, en 1996, al contrario que otros ases británicos como Blur, Oasis, Suede, Pulp o Radiohead; todos los cuales sí que habían alcanzado el trono de las deidades (y varias veces además) hasta aquel año 96. Fue entonces, en aquel instante, en que esa corriente llamada Britpop ya comenzaba a mostrar los primeros síntomas de cansancio, tras no haber parado de conquistar la mundanal esfera, desde 1992.

Entre otras tormentas previas al proceso de creación y registro de Urban Hymns, por ejemplo, el vocalista y líder indiscutible del cotarro, Richard Ashcroft, se había sumergido en una pavorosa espiral de drogas y posterior periodo de rehabilitación; además de acumular éste muy serias diferencias personales con Nick McCabe, el guitarrista principal de la banda y mano derecha del maestro Richard.

El boom planetario que tanto ansiaba The Verve no parecía llegar para ellos.

Periodo de grabación

Como McCabe había abandonado a sus otros tres compañeros a finales de 1995 y se negaba a retornar al seno de un grupo totalmente resquebrajado en 1996, Ashcroft decidió comenzar a grabar Urban Hymns sin su mayor lugarteniente… ¡y a punto estuvo Richard de iniciar ese mismo LP en solitario!. Después de pensárselo mejor, continuó con la estructura grupal y para cubrir aquella importante baja, Richard probó nada menos que a Bernard Butler, el cual ya militaba en Suede. Sin embargo, éste último no cuajó en los ensayos y finalmente, se sumó al carro el guitarrista Simon Tong, el cual ofreció unos interesantísimos matices sonoros también con sus teclados. El propio Tong era un viejo conocido del grupo porque, algunos años antes, había sido profesor de guitarra del mismo Ashcroft y del bajista Simon Jones.

Las iniciales maquetas no cristalizaron ni fueron cogiendo forma del impactante modo en que el “jefazo” Richard Ashcroft deseaba, así que éste intentó motivar y conducir a sus compañeros Peter Salisbury, Simon Jones y Simon Tong hacia la idea de que The Verve aún tenía pendiente de grabar su mejor y más estratosférico disco. En consecuencia y para intentar, por todos los medios, dejar su repertorio más bruñido que nunca, en 1996 y 1997, la labor de la banda fue siendo supervisada hasta por tres insignes y duchos productores: John Leckie (trabajó también con Muse, Stone Roses o Simple Minds), Martin “Youth” Glover (éste desempeñó su labor con Guns N’ Roses, Primal Scream o U2) y Chris Potter (produjo además para Keane, Mick Jagger o Paul McCartney).

Finalmente, el potente “seis cuerdas” Nick McCabe retornó a la disciplina del proyecto al ser uno de los imprescindible puntales del mismo, aparcó momentáneamente sus contiendas con Ashcroft (el cual, también se esforzó por divorciarse de los estupefacientes) y ya por primera vez como quinteto (Simon Tong continuó allí), todos se metieron de lleno a seguir trabajando en los “Himnos Urbanos”, los cuales fueron replanteados y regrabados. Transcurrieron así muchos meses de sudores, concentración y retoques en los Estudios Olympic de Londres, donde se colocaron varias capas de guitarras y donde también Will Malone cogió un protagonismo decisivo aplicando majestuosos arreglos de cuerdas, de esos que tanto le encantan al propio Richard Ashcroft. En una prolífica atmósfera, se crearon unas 30 canciones de las cuales se descartaron la mitad, aproximadamente y el resto se escogió para formar parte del cancionero oficial.

Acerca del repertorio

Finalmente, el durísimo trabajo de auto-superación dió sus abundantes frutos por medio de un delicioso menú de indie-rock, con sabor musical enteramente británico. Cuando se lanzó el primer single, es decir, la hermosa, compleja, adherente, ondulante y hábil tonada-bandera  “Bitter Sweet Symphony”, ésta viajó directamente al nº2 en Gran Bretaña y alcanzó ese tipo de proporciones en que todas las radios la pincharon sin tregua, los premios le llovieron y todos los estratos sociales tararearon desde el primer verso hasta el último acerca de lo agridulce que es la existencia y de ser condicionado por cosas como el dinero; aunque puedes intentar, desesperadamente, cambiar tu interior y pensar que mucha otra gente vive la misma situación. Richard Ashcroft se inspiró para crear el referido texto de este tema en que su obrero padre trabajaba 9 horas diarias seguidas pero sin llegar a nada más en sus aspiraciones.

Sin embargo, los contratiempos de la banda no se detuvieron ni siquiera en este punto álgido porque el temible Allen Klein, abogado de The Rolling Stones, rascó donde pudo en un olvidado arreglo orquestal del tema stoniano “The Last Time” y a causa del célebre sampleo de violines, Klein demandó a The Verve por derechos de autor; saliendo además dicho jurista totalmente victorioso en el pleito. Hasta 2019, no logró Richard Ashcroft recuperar tan solo parte del control firmante y económico de la popularísima “Sinfonía Agridulce”.

Aparte del aludido emblema sónico que abre el LP, a lo largo del resto del minutaje también irrumpen otros oleajes de profunda belleza taciturna y de exorbitante calibre como, por ejemplo, la muy romántica “Sonnet” . Su letra podría hablar de la dificultad de conseguir el amor verdadero o sobre el desamor, ¿quién sabe? y por eso mismo se debe advertir, desde ya, que Richard Ashcroft declaró que que el oyente debe interpretar como desee las canciones de The Verve. Apuntar detalles como que el mismo Ashcroft escribió esta tersa melodía ya en 1995, durante el periodo de la primera desintegración del grupo durante aquel año. Al final, Virgin Records se empeñó en aprovechar la descomunal publicidad de 1997, la demandó como cuarto single y así se editó, aunque ésta misma circunstancia no fue del agrado de la banda que no deseaba explotar “Sonnet”.

Con un tonalidad más cortante y tensa, aparece la magnífica “The Rolling People” y es que The Verve iguala el listón de las más monumentales leyendas del rock a través de los 7 intensísimos minutos que dura este impresionante corte, cuyas estrofas nos desvelan, tal vez, que este quinteto inglés son gente sin un rumbo fijo, que va donde les transporte el viento y que no hace paradas en ningún sitio.

La sedosa “The Drugs Don’t Work” (número 1 en Inglaterra, como sencillo) suena a resaca altamente melancólica y dominical después de una descontrolada fiesta sabatina; donde Richard Ashcroft, con esa tan sentida manera de cantar tan suya, nos cuenta como él mismo trata de madurar y de escapar de sus peligrosas y tentadoras adicciones a las sustancias más dopantes. Sin embargo, también podrían interpretarse sus frases como un recuerdo hacia el padre del mismo Richard al que las medicinas no curaron de una severa dolencia y que falleció siendo muy pequeño el cantante. Insistimos en que las escurridizas letras del atormentado Ashcroft pueden llegar a ser una telaraña poética y cada uno debe tomar y filtrar dichos textos a su modo. Es una canción ésta solamente para contemplarla durante toda la eternidad porque es tan delicada y linda que parece que si la tocas, mínimamente, corres el riesgo de quebrar el fino cristal del que está hecha.

La sensacional y algo empírica “Catching the Butterfly” acude a la lujosa reunión empapada de atrayente neo-psicodelia y con dichas credenciales, te mece y te hipnotiza mediante sus compases perezosos, estéticos y sofisticados; además de destilar versos expresados con una técnica aleatoria, donde se sugiere la historia de una mariposa dentro de un sueño; lo cual podría, supuestamente, simbolizar un ideal infantil y adolescente que ayuda a enfrentarse a las crudezas varias del periodo adulto.

Después, la ambiental y lisérgica “Neon Wilderness” (la cual podría relatar una tentativa de escapar de la soledad) te siguen transportando al onirismo y al relajo pero ya como un extraño y también algo traqueteante tránsito hacia los siguientes y dominantes pasos del LP.

La impoluta e inoxidable “Space and Time” (aquí se podría aludir a temporales separaciones amorosas que son necesarias para mantener la llama, aunque al final no puedas estar sin el ser querido) y esa absorbente y duradera caricia denominada “Weeping Willow” (tal vez sobre alguien que espera ser salvado del dolor), continúan adentrándote más, más y más en un sentimental tour de force interior; pleno éste de esa sonoridad épica que solamente Richard Ashcroft y sus muchachos saben inocular a los audiófilos.

La incomparable y envolvente melodía “Lucky Man” (número 7 en el Reino Unido) es otro de esos emotivos recorridos verveianos que, por ley, deberían estar prohibidos de olvidar jamás desde sus primerísimos compases. “Felicidad, más o menos”, empieza comunicando la reluciente letra. Con fabulosos temas como éste (con un texto puede que acerca de un enriquecedor cambio hacia la autoestima o hacia el amor hacia otra persona), The Verve merece ser incluido en los más laureadas  cronologías de la música pop-rock.

A estas alturas del LP, si acaso faltaban escasos metros para que Ashcroft, McCabe, Tong, Salisbury y Jones conquistasen tu ánima y tu corazón, entonces con el tierno tema sobre, posiblemente, la búsqueda de la belleza, “One Day”, la banda penetra, ya totalmente, en la fibra sensible hasta de la persona con la coraza más rígida y áspera.

Por su parte, “This Time” te lleva a un ritmo bastante juguetón, dinámico y que casa bien con una letra que podría descifrarse acerca de tener esperanza en experimentar nuevas cosas en la vida y de que aún hay tiempo para disfrutarlas; además de dejar de lamentarse por los episodios dañinos que ya han sucedido pero que no se pueden modificar ya.

Durante la mansa “Velvet Morning”, acerca del aislamiento vital, se entremezclan la adormecedora psicodelia y la arrebatadora dulzura que también hacen acto de presencia en momentos anteriores del álbum, muy al estilo característico de una banda; en la cual los titanes Richard Ashfroft y Nick McCabe encabezan todos los movimientos estratégicos para derrotar cualquier resistencia emocional de la audiencia melómana.

La más que sobresaliente “Come On” si es ya muy convincente desde su inicio, pues cuando el tema avanza desafiante y agresivo, te acaba dejando K.O. (en positivo) y la mayor prueba de todo ello es la frase “Fuck you!” (“¡Que te jodan!”); pronunciada ésta por el temperamental vocalista, de modo colérico y en las postrimerías de la tonada. Durante las estrofas, el protagonista, ¿quizás, parece luchar, ferozmente, por liberar su espíritu a través de la música y la naturaleza?.

Como guinda a lo supremo de este corte, un buen amigo de Richard Ashcroft colaboró aquí como segunda voz rugiendo, repetidamente y enloquecido, el título de la canción: “¡Vamos!”; cuando ésta ya se encuentra bastante avanzada. Se trató, nada menos que de Liam Gallagher (aunque sin acreditar oficialmente aquí), que también comenzó a golpear, descontroladamente, la pandereta contra las paredes del estudio, durante la grabación de este mismo tema. Además, el propio Gallagher hizo palmas en la propia “Space and Time”.

Como ya efectuaron otros conocidos combos de la historia del rock, cuando parece que esa odisea llamada Urban Hymns ha concluido definitivamente, en realidad, transcurre un intervalo de varios minutos de silencio, hasta que te topas con una pista oculta. En este caso, el tema número 14, ya sin acreditar, es el algo prescindible instrumental “Deep Freeze”; la cual se inicia como una radiófonica emisora mal sintonizada y prosigue con el llanto de un bebé y una tintineante nana que parece querer calmar a dicho neonato. Este anexo inesperado, de dos minutos, ¿podría ser, estilísticamente, un diminuto guiño a “Revolution 9” de The Beatles?

En definitiva, que aunque la obra sobrepasa, con creces, la hora de duración (cambia dicho minutaje dependiendo de si deseas sumar o no la citada hidden track), prácticamente en ningún instante, decae ni la extrema calidad ni el sentimiento arrollador de Urban Hymns; bajo mi enfoque personal.

Consecuencias post-lanzamiento

Paradójicamente, tampoco le fue muy bien a la banda tras el unánimemente aclamado LP de 1997, ya que prosiguieron los conflictos internos entre Richard Ashcroft y Nick McCabe. Éste último declaró que el LP se había compuesto a partir de bases de guitarra acústica del propio Ashcroft pero que los restantes miembros añadieron sus propias partes e ideas, al igual que en sus dos álbumes anteriores. El hecho de que a muchas de las canciones de Urban Hymns se le adjudicase todo el mérito de composición y firma al cantante, fue algo que molestó mucho al propio McCabe, el cual también se quejó de que el manager del grupo alentó aquella situación de excesivo e inflado protagonismo compositivo del mentado frontman. Todo ésto siempre según la versión de Nick, el guitarrista solista, el cual reclamó la atención que le correspondía.

Después de la enésima gresca entre sus dos cabecillas, tan distintos ellos entre sí, The Verve se disolvió por segunda vez, en 1999 y por ejemplo, el genial Richard Ashcroft arrancó su carrera en solitario, la cual tuvo unos resplandecientes inicios para luego decaer. La banda de Wigan City incluso retornó, de modo relativamente sorpresivo, para editar un cuarto LP, Forth (2008) pero se disgregó por tercera ocasión; tras tirarse los trastos a la cabeza entre ellos, como siempre.

Conclusión

Sin embargo, Urban Hymns, de 1997, siempre se constituirá como el máximo apogeo creativo y popular tanto del prodigioso cantante y compositor de Wigan City como de sus compañeros de combo.

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Sobre Txus Iglesias 58 Artículos
Albergo una inquebrantable fe en ese sacro, inmenso, lumínico e intemporal motor bautizado como “rock and roll”.