Debo reconocer que en estos últimos años, The War on Drugs ha acudido a mi rescate en momentos de necesidad de calidez. Sus dos anteriores discos son algunos de los más perfectos discos de rock de la última década que han encumbrado a Adam Granduciel como una de las mentes más privilegiadas de la escena. Su labor para y por la música es actualmente incomparable al de otra formación. Todo esto hace que The War on Drugs se una banda a la que es fácil arrimase y de la que enamorarse.
Su rock crujido a veces pinkfloydiano a veces ledzeppelimiano siempre impregnado de la más cálida voz y el mimo instrumentístico, hace que un paseo por Lost in the Dream (2014) y A Deeper Understanding (2017) sea una experiencia tan placentera como adictiva.
Con todo esto, las ganas de recibir I Don’t Live Here Anymore eran tan grandes que descontaba en el calendario los días restantes. Los anticipos me ponían los dientes largos y la piel erizada. Pues la impresión de que nos ofrecerían una nueva obra magna era una evidencia y no ya una esperanza. Porque Adam Granduciel es tan mimoso y perfeccionista que es imposible que algo salga mal cuando The War on Drugs se ponen a trabajar.
I Don’t Live Here Anymore es un disco precioso. Lleno de matices y efectos que provocan que la conexión banda – oyente sea total. Es un disco bello y emocionante, disfrutable y admirable. Nada chirría, todo rebosa alegría y amor. Esa mezcla de folk, rhythm & blues, country rock y progresivo es seguramente la mejor amalgama musical para definir la belleza con una guitarra, una batería, un bajo y una voz.
“Living Proof”, “Harmonia’s Dream”, “Change”, “I Don’t Live Here Anymore” o “Old Skin”, por citar algunas, lograran cautivarte sin parangón. Pero siendo realistas, no te cautivan las piezas en sí, el poder de cautivar al oyente lo tiene The War on Drugs.
El juego de guitarras mimadas con riffs clásicos y la voz melódica y llena de esperanza hacen que todo funcione hacía una constante que se repite disco tras disco, la belleza. De una forma ordenada y precisa van sucediendo las piezas, con un resultado expansivo exquisito. El piano breve pero certero actúa cuando es menester. Los arreglos aportan una melancolía ya usual en The War on Drugs.
Sin repetirme más en las sensaciones, solo puedo más que recomendar una escucha simple y llana para acabar prendado de este disco y que, de rebote, acabes descubriendo los anteriores discos de los de Philadelphia. Os aseguro que no os decepcionará. Disco perfecto de una de las bandas más perfectas del siglo XXI.