En mis años mozos (digamos que entre los 18 y los 21, más o menos) llegué a ser un gran fan del hardcore melódico. Bandas como No Use for a Name, No Fun at All, Pennywise, Millencolin y tantos otros eran mi pan de cada día y sus discos de la época se acabaron haciendo un hueco en el catálogo musical que me ha ido acompañando desde entonces. A principios de los dos miles, de todas maneras, cambié un poco de chip, y a parte de los sagrados Bad Religion, que siguen siendo una de mis bandas de cabecera, perdí bastante la pista tanto a esos grupos que menciono más arriba como a nuevas bandas que hayan podido ir saliendo después. De hecho, a parte de Ignite y Atlas Losing Grip dudo que sea capaz de decir ni una sola banda «moderna» de hardcore melódico que haya seguido con detalle.
Pero bien, quizás porque el hardcore melódico es la música del verano por excelencia (de ventanilla bajado y brazo al viento más que de calor achicharrante en una sala sudorosa, también hay que decirlo), o quizás porque yo aún venía inflado del exitazo de nuestra fiesta de aniversario un par de días antes (os hemos explicado que hicimos una fiesta de aniversario, ¿verdad?), me pareció que la mejor manera de alargar la celebración era apuntarme, precisamente, al cumpleaños de otros. En este caso, al de la promotora barcelonesa B-Trade Tourbooking.
Su fiesta de tercer aniversario el verano pasado fue uno de los primeros conciertos que cubrimos en esta aún incipiente revista. Entonces fueron 88 Fingers Louie, 13 Segundos y Melting Fast los encargados de dar lustre a la celebración de B-Trade, y lo lograron en una Rocksound hasta los topes, pero este año la promotora ha decidido dar un paso adelante, cruzando la calle y yéndose a probar suerte a Razzmatazz 3 con un cartel de caché, interesante y contundente que contó con el protagonismo de This is a Standoff y Mute (canadienses ambos), los vascos Adrenalized y los mallorquines Main Line 10. Bandas de nivel en conciertos exclusivos para meterle caña a una noche de calor, coros y, sobretodo, mucha zapatilla.
Temas laborales me impidieron ver ni un solo minuto de la banda que iba a abrir la velada, y es una pena porque las referencias que tenía de Main Line 10 eran impolutas. De Adrenalized, en cambio, no me hacía falta ningún tipo de referencia para saber qué me iba a encontrar y cómo iba a disfrutarlo, ya que se prodigan bastante por estos lares y tienen un seguicio fiel, apasionado y totalmente merecido. Los vi en febrero abriendo para Satanic Surfers y No Fun at All en el Estraperlo, y ahí ya me demostraron que lo suyo es una realidad incontestable: se trata de hardcore melódico con guiños al pasado, sí, pero también cuentan con un componente metalero en muchos de sus riffs que los hace verdaderamente atractivos a mis orejas.
Hablando del metalerismo y el hardcorepunkismo, más allá de la música, lo primero que me llama la atención siempre que voy a un concierto de la esfera hardcore / punk es la anarquía que reina en la sala y, sobretodo, encima del escenario. Y no solo porque la gente se sube, se abraza a los músicos, se pone a cantar y acaba por lanzarse uno tras otro a la masa sonriente y enfervorecida, sino porque incluso los propios fotógrafos se pasean de un lado a otro como pedro por su casa, les meten flashes a los músicos en todos los morros y se incrustan casi entre los platos de la batería para captar las mejores imágenes. Eso es algo absolutamente impensable en un concierto de metal al uso (acabarías con una patada o un baquetazo en toda la boca y expulsado de la sala en un abrir y cerrar de ojos), así que como «fotógrafo» (ehem) habitual en eventos metaleros estas prácticas me parecen verdaderamente fascinantes.
De hecho, y a raíz de esas reflexiones, me parece curioso a veces la total desconexión que existe entre las escenas metalera y hardcoreta de Barcelona, y ya no solo a nivel puramente musical. Para ilustrarlo, voy a poner precisamente como ejemplo algo tan visual e icónico como son los fotógrafos. Muchas veces les preguntas a los metaleros y no tienen ni idea de quiénes son tres fotógrafos espectaculares como Guillem Willy, Silvia Diez o Sergi Vila (por decir tres que tenemos cerca en Science of Noise, pero podría decir bastantes más). Y de la misma manera, a los hardcoretas ni les suena el nombre de gente como Irene Serrano, Eduard Tuset, Elena Marco o Carles Oliver. Por ello, por ejemplo, tanta gente se sorprendió al ver los fotones que Silvia se cascó en nuestra fiesta (sus fotos ilustran también esta crónica, por cierto), porque viniendo de un entorno metalero no tenían ni idea de donde había salido esta chica. Como a nosotros nos flipan tanto unos como los otros, y como somos adalides de la difusión verborreica y descontrolada, supongo que no nos queda más remedio que pensar en como darles a todos un poco del bombo que sin duda se merecen. Así que estad atentos, que se avecina alguna serie de esas mastodónticas y exageradas que hacemos a veces.
Perdonad, que me he ido por las ramas y estaba hablando de Adrenalized: con una actuación breve (o eso me pareció) y concisa, el cuarteto liderado por Ander (siempre acompañado del batería Iri en las interacciones con el público entre tema y tema) fue descargando sin descanso temas de sus tres discos con contundencia y ante la entrega incondicional del público. Yo disfruté especialmente de canciones como «Tarkin Doctrine», «Taste of the End» o «Dead Inside» y cuando en «Crawling the Ashes» (creo) el batería / vocalista de Mute, Étienne Dionne, se subió a cantar y a correr de un lado para otro (algo que no puede hacer en su banda principal, claro), eso se convirtió en el despiporren definitivo. No descubro nada a nadie si digo que Adrenalized estan a la altura, en calidad y carisma, de cualquier banda del estilo que pulule por la esfera hardcoremelódica de hoy en día.
Durante la actuación de los vascos la sala comenzó a adquirir ya un aspecto bastante atractivo, y paralelamente a que la gente se iba acumulando enfrente del escenario la temperatura empezaba a tomar tintes casi dantescos. Por ello, al acabar su actuación los sufridos fans la abandonaron en tropel (¡gracias a la promotora por dejarnos salir!) para intentar respirar aire más o menos fresco. Si lo del viernes en la Sala Rocksound fue un infierno, lo de hoy me atrevo a decir que lo superó y todo. Madre mía, que caloraza.
A la que volvimos a entrar civilizadamente todo estaba preparado para la actuación de los que fueron, para mí gusto, los grandes triunfadores de la noche. Los quebequianos Mute pusieron la sala patas arriba gracias a su alegría y su positivismo pero también gracias a la tralla que metieron, con tantos dejes metaleros como la camiseta de Exmortus del guitarrista ya hacía sospechar. Y eso, a mí, ya os podéis imaginar que me mola, y mucho. Como inciso, paradójicamente, quizás era una de las personas que se encontraban en esa sala que conocían en menos profundidad a las bandas de hoy, y aún así seré también de los pocos que vaya a escribir sobre ello. Pero esta distancia a veces también te da una perspectiva que de otra forma no tienes, y lo cierto es que lo de Mute, una banda que conocía muy por encima, me impresionó lo suficiente como para tenerles realmente en cuenta a partir de ahora.
Como también es habitual en muchas bandas de hardcore melódico, era el batería Étienne Dionne quién se encargaba de la voz principal, mientras el resto de la banda se dedicaba a apoyarlo con alguna línea secundaria y, como no, con los inefables y motivantes oh-oh-ohs tan característicos del estilo. Su espíritu metalero se reflejó también en la instigación de varios circle pits y walls of death, que la gente ejecutó obedientemente llevados por la contagiosa energía que se transmitía desde el escenario y, quizás, por el delirio provocado por el calor extremo. En algun momento de pasión alguien (¡que resultó ser el bajista de Adrenalized!) subió al escenario para colocar una bandana con la bandera de Japón en la cabeza del guitarrista Alexis Trépanier (una bandana que, por cierto, le tapó un ojo y medio durante unos minutos, tiempo que él aguantó estoicamente con sonriente e incómoda cara de circunstancias). El desmadre total llegó con su habitual versión de «To Be With You», original de una banda tan teóricamente poco apropiada como Mr. Big, para poner el apoteósico colofón a un concierto magnífico lleno de velocidad, técnica y mucho, mucho sudor.
Al acabar la descarga del cuarteto canadiense, la sala se vació por completo una vez más ante las ansias de todos de que nos diera el aire y de huir del infierno de condensación en el que se estaba viviendo la noche. Precisamente por eso, cuando This is a Standoff saltaron a escena no se juntaban más que cuatro gatos en frente del escenario. Esta banda, que se formó a raíz de que Steve Rawles y Graham Churchill cerraran el chiringuito Belvedere allá por 2006, había bajado también la persiana en 2012, pero este mismo verano han decidido embarcarse en una celebrada gira de reunión que, para evidente alegría de muchos, hoy tenía parada aquí. El líder de la banda se mostró igualmente contento de estar en Barcelona, colegueando con Josan (el promotor) y con todos sus compañeros, y hasta tuvo tiempo para enseñar orgullosamente sus pinitos en español y para arrancarse con unos versos de Enrique Iglesias.
El bueno de Steve me sirve de ejemplo perfecto para la siguiente ilustración del hardcore. Simpático y con una sonrisa permanente, a pesar de tener el pelo completamente blanco presentaba una imagen de joven skater totalmente adolescente. Incluso su cara es la de un niño grande. Y es que el hardcore melódico es la música juvenil por antonomasia, despreocupada, ligera y festiva. Por ello, aunque es un estilo que está lejos de estar de moda como lo estuvo hace años, sigue enganchando a un montón de jóvenes (y jóvenes de espíritu) que se sienten identificados con la energía que desprenden las canciones, la escena y todo su entorno.
A pesar de que lo dieron todo sobre el escenario (de hecho, acabaron goteando a borbotones), y quizás porque mi conocimiento de los recovecos del estilo es relativamente limitado, su descarga se me hizo un poco más plana que la de Mute. Y es que, desde la distancia (como supongo que ocurre con muchos géneros), hay muchas bandas de hardcore melódico que me suenan bastante parecidas. Y This is a Standoff perpetraron un concierto impecable, veloz, melódico y simpático, con una ejecución que nadie diría que habían estado parados durante años, pero a mí (y me atrevería a decir que también a la mayoría de público) no me acabó de motivar tanto como lo hicieron la banda anterior.
En la recta final tuvieron que correr un poco para acabar a la hora, con lo que no hubo tiempo para muchas presentaciones en temas como «Days Gone By», «Underwater» o «Dream Beater». La descarga de los canadienses acabó entre sonrisas y abrazos entre banda, público y organización, tal y como siempre acaban este tipo de conciertos, celebraciones de alegría y buen rollo sin muchas más pretensiones que pasar un rato de felicidad. Bien, que tampoco es que esté nada mal como pretensión. Entre tanta oscuridad por la que me muevo habitualmente, creo que un concierto de hardcore melódico de tanto en cuanto me hace más que bien.
¡Ah! Y felicidades, B-Trade Tourbooking! ¡Por muchos años!
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.