La banda australiana más grande del momento (lo siento, Parkway Drive), ese coloso llamado Thy Art Is Murder, está de vuelta tras el soberbio Dear Desolation (2017), que yo mismo os analicé hace ahora casi dos años. De hecho, todos los álbumes publicados por la banda hasta la fecha son implacables, brutales y completamente destructivos, y esta quinta entrega no iba a ser menos. ¿Más de lo mismo? Pues sí, no lo vamos a negar, pero ojalá hubiera bandas tan repetitivas como ésta. Deathcore puro y duro, sin más.
Pero en este Human Target (2019) sí que hay una (sonora) novedad. Hace ahora unos meses, el pasado mes de abril, la banda anunciaba que Lee Stanton (máquina entre las máquinas), batería y miembro fundador del combo, se bajaba del carro para dar la bienvenida a un viejo conocido de los fans, el norteamericano Jesse Beahler (Jungle Rot, Rings of Saturn), quien en el pasado ya se había encargado de sustituir puntualmente a Stanton.
El artwork vuelve ser obra del magnífico ilustrador alemán Eliran Kantor, autor de su anterior trabajo y de las portadas del The Brotherhood of the Snake (2016) de Testament, del The Arrow of Satan is Drawn (2018) de Bloodbath o del Ritual (2018) de Soulfly, entre otras muchas.
Si seguís la trayectoria de la banda, imagino que sabréis que su música suele girar entorno a unos temas pilares, como son su flagrante sentimiento anti-religioso, los derechos de los animales, la guerra y la codicia. Pues bien, muy en ese camino, y usando los problemas actuales del mundo real como telón de fondo, en esta nueva entrega no se andan con rodeos. Los australianos Thy Art Is Murder nos traen su trabajo más crítico y destructivo hasta la fecha, todo un manifiesto sociopolítico.
La pista de apertura y primer single, «Human Target», comienza con unos sonidos de guitarra bastante siniestros, adornados por la extrema voz del señor CJ McMahon, al mismo tiempo que la batería comienza a sonar cada vez más escandalosamente, el sonido se va ennegrecido y empieza el festival de blast beats. Menuda bienvenida. Colapso total.
Las hostilidades, lejos de disminuir, se acentúan todavía más con la industrial «New Gods», cuya temática gira entorno al papel que, en la actualidad, tienen las redes sociales. Esta es una pista agresiva a la par que emocional y, antes de que te des cuenta, te verás en medio de tu dormitorio gritando, liberando parte de la agresión acumulada y, al mismo tiempo, haciéndote abrir un poco los ojos.
Con el tercer corte, la banda no hace más que afianzarse en su rol de actuales Dioses del Metal. Con «Death Squad Anthem» no te queda otra más que dejarte llevar por su nervio 100% deathcore. Ojito cuando suene en directo, sobre todo si te pilla en las primeras filas. La bestia está al acecho. Huye antes de que te aplaste irremediablemente. ¿Estes joven? ¿Odias el sistema? Muchach@, este es tu tema.
Tomando como punto de partida el eslogan que llevó a alguien como Donald Trump a presidir este puto Mundo, «Make America Hate Again» es un directo al mentón del establishment y de la política en general, con riffs castigadores, un ritmo que, por momentos, tiene dejes thrash (al inicio) y un sonido que seguro te dotará de la mala leche necesaria como para luchar ante tanto hijo de puta que gobierna en la actualidad. Toques de realidad. Toda una llamada a las armas, efectiva y agresiva. Lucha por tus intereses pues, créeme: ningún gobierno le va a devolver la grandeza a nada.
«Eternal Suffering» empieza sumergida entre una calma chicha que sabes que, tarde o temprano, está abocada a la explosión. Pasado el minuto y medio, hacen acto de presencia unos gravity, todo sea dicho, bastante artificiales. es el tema que menos me gusta, pues parece que no termina de arrancar nunca, y coincide que con sus 5:05 es el más largo del álbum.
«Welcome Oblivion» tiene un ritmo -por momentos- entrecortado que puede llevarnos a pensar que la banda coquetea con el progresivo, sensación esta en la que también colaboran las guitarras.
«Atonement» comienza con una melodía de guitarra que, de repente, explota en un festival de frenético death metal repleto de mil capas de sonido, lo que la convierte en una de las canciones más abrasivas del álbum. Y todo ello para examinar la verdad de la violencia sexual.
«Voyeurs into Death» nos devuelve a los Thy Art Is Murder más deathcore. Lo que más destaca son los guturales, más graves a lo que nos tiene acostumbrados McMahon. El tema reflexiona, con asco y cabreo a partes iguales, sobre las prisiones que hacen de los Estados Unidos la nación con más población entre rejas; casi un 1%.
La recta final la encaramos con “Eye for an Eye”, un tema en el que la banda combina tecnicismo thrash metal, melodía metalcore y unas pausas matemáticamente repartidas para advertirnos de que la Tierra se vengará y sobrevivirá con o sin nosotros.
El ritmo vertiginoso no se ralentiza y la brutalidad no se calma cuando este álbum, potente y descarado, llega a su fin a través del último corte que lleva por título «Chemical Christ», cerrando el álbum tocando el tema de la adicción.
Human Target es un álbum que debería colocar a Thy Art Is Murder en la cima de la escena metal mundial, si es que no lo estaban ya.
Tipo peculiar y entrañable criado a medio camino entre Seattle, Sunset Boulevard y las zonas más húmedas de Louisiana. Si coges un mapa, y si cuentas con ciertos conocimientos matemáticos, verás que el resultado es una zona indeterminada entre los estados de Wyoming, South Dakota y Nebraska. Una zona que, por cierto, no he visitado jamás en la vida. No soy nada de fiar y, aunque me gusta “casi todo lo rock/metal”, prefiero las Vans antes que las J’hayber.