Te podrá gustar el estilo que hacen o no, pero una cosa está clara: el primer trabajo de los barceloneses Time Lost es un proyecto ambicioso. Muy ambicioso. Porque no contentos con presentarse en sociedad con un disco al uso como todo el mundo, ellos se han enredado con una historia conceptual que, como bien dice el propio título, describe las siete fases de duelo por las que todo el mundo debe pasar para superar una pérdida traumática en su entorno próximo. Pero de una banda cuyos principales referentes musicales y contextuales son grupos como Dream Theater, Symphony X o Haken supongo que sería de ilusos esperar un álbum ni remotamente facilón.
Por desgracia, la temática del disco no es meramente casual ni mucho menos, ya que por lo que parece dos miembros de la banda han sufrido pérdidas muy cercanas en los últimos tiempos. Por otro lado, una buena amiga de la banda tuvo que vivir el fallecimiento de sus padres, y ella fue precisamente la que escribió la sentida historia que sirve de base conceptual a este disco, y que podemos leer en su integridad en la página web de la banda. Estas siete etapas, representadas en otras tantas canciones, son: Shock, Negación, Ira, Depresión, Negociación, Reconstrucción y Aceptación.
Con estos mimbres, los chicos que forman Time Lost se han tomado su tiempo y no han escatimado en cariño, esfuerzo y ansias de perfección para desarrollar este disco. Y todo este trabajo se nota, ya que cada detalle de los que encontramos aquí está cuidado al máximo y, técnicamente, VII Stages of Grief and Loss es un trabajo totalmente impecable. De la misma manera, su escucha y asimilación también requieren su tiempo (y quizás por ello me lo he escuchado una docena de veces antes de lanzarme a escribir esto), y no es hasta que lo tienes bien interiorizado que eres capaz de apreciar toda su grandeza. Aunque estrictamente no inventen nada realmente nuevo, el suyo es un estilo bastante poco habitual entre las bandas catalanas, con lo cual tienen todo el potencial para ocupar un lugar que teníamos vacío hasta ahora.
El disco empieza con el sonido de lo que parece ser un mensaje telefónico, que de buen seguro lleva devastadoras noticias al protagonista de la historia. Musicalmente, la noticias no son tan negativas en absoluto, ya que este primer corte («Shock») es verdaderamente exhuberante y lleno de matices, convietiéndose, en perspectiva, en uno de los puntos álgidos del disco y atrapándote inmediatamente tanto en sus múltiples y elaborados pasajes instrumentales como en los juegos de voces de la mano de Miki Martínez. Las influencias de Dream Theater son evidentes (algo que ocurre en todo el disco), pero también hay cosas de bandas más modernas como Leprous (en la primera entrada de la voz, por ejemplo) o Haken.
«Denial» empieza de forma muy atmosférica y sus bonitos fraseos te transportan sin demasiados problemas hacia estados de verdadera melancolía. Durante los diez minutos que te tiene enganchado a los auiculares hay tiempo para todo, para caña y para sensibilidad, siempre alrededor del esqueleto que forma una melodía presente a lo largo de toda la canción y que es reinterpretada constantemente gracias a subidas, bajadas y profusos cambios de intensidad. Otro temazo, vamos.
«Rage» es un tema muy poderoso y muy metalero, probablemente el que más de todo el disco. Tiene un rollo muy a lo Dream Theater del Train of Thought (2003) (desde mi punto de vista de fan moderado, mi favorito de la banda de John Petrucci), con una instrumentación agresiva y técnicamente impecable y un estribillo excelente, de los mejores del disco. Miki hace lo posible para interpretar el enfado y la rabia sobre las que habla el tema, y la verdad es que sale totalmente airoso del reto gracias a una voz expresiva y teatralizada. Se trata de una de las canciones más pegadizas del disco y está de nuevo trufada de matices y de infinidad de pasajes rebuscados y de una complejidad técnica notable.
Depués de tres pepinazos como han sido los tres cortes que abren el disco, la pareja formada por «Bargaining» y «Depression» supone un pequeño ejercicio de despresurización. Son buenos temas y siguen siendo técnicamente deliciosos, pero es probable que no tengan el gancho que habíamos visto en la primera mitad del álbum. La primera es muy progresiva y tiene unos toques fantasmagóricos interesantes, mientras la segunda, la más triste y tranquila de todo el disco (como no puede ser de otra manera), tiene unos juegos de voces entre Miki y la teclista Alba González que recuerdan un poco a los últimos Anathema.
Aunque empieza con una delicada línea de piano, en «Testing» vuelve toda la caña, con un riff muy vacilón, una batería potentísima y otro estribillo pegadizo de esos que, ya hemos ido viéndolo, esta gente sabe muy bien como hacer. También hay lugar para pasajes más jazzeros y profusión de solos complejos e intrincados. El disco acaba con el excelente «Acceptance», otro tema potente e infeccioso que, además, posee un final de esos hipnóticos y repetitivos que motivan y dan caché, terminando por todo lo alto.
En resumen, este VII Stages of Grief and Lost es un trabajo muy logrado, cuidado y detallista, lleno de matices y de vaivenes emocionales y con una calidad en la ejecución bastante impresionante. Los tres primeros temas son de traca, y aunque después creo que baja un poquito el nivel, nunca lo hace lo suficiente como para no disfrutar de su escucha hasta el último minuto. Como única pega, y aunque el sonido y la producción son notables, a veces me da la sensación que la pista vocal está como algo desconectada de la compacta maquinaria instrumental. Esto no ocurre siempre, y en directo no les pasa nunca, pero a veces es algo que puede resultar un pelin incómodo.
Hay cositas a mejorar, evidentemente, pero el primer disco de Time Lost es toda una declaración de intenciones y se hace, sin duda, merecedor de escucha para todos los fans del metal progresivo de inspiración Theater e incluso vertientes más modernas. No os extrañe verlos en más de un fregado y empezar a oir de ellos en los próximos meses. Calidad, confianza y ambición para ello tienen de sobras.
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.