Antes de empezar la crónica como tal, permítanme un cliffhanger a modo de “yo ya lo dije” en la review del álbum Moonglow (2019) : lo que Avantasia ya no (me) dice en disco, en directo lo grita.
Bien, ahora sí, vamos a explicar lo vivido la tarde-noche del 26 de abril. Por esas cosas de la vida, llegaba tarde a la cita. Entendamos tarde como no estar en frente de la Razzmatazz a las 18:00, cuando abrían puertas. Llegué media hora después, y cuál fue mi sorpresa al no ver prácticamente a nadie en la cola. “La gente no se habrá enterado del cambio de hora de apertura de puertas”, pensé, aunque tampoco tenía lógica, pues esa habría sido razón de más para que hubiese una multitud, más aun sabiendo que era sold out. Bueno, vamos para adentro… y la cosa se empezó a entender. A las 18.40 la sala estaba casi llena, era imposible parar en el puesto de merchandising y, ya colocados al fondo de la sala, junto a la mesa de mezclas, se veía que seguía llegando gente. El balcón estaba ya impracticable (lleno, vamos), el foso, abarrotado. La zona donde estaba y la del otro lado de la mesa, llena, y seguía entrando gente. Nunca nos ponemos de acuerdo cual es el aforo máximo de la sala, pero desde luego, ese día se llenó. No quiero ni pensar qué hubiese pasado si, por algún capricho del destino, hubiésemos tenido que desalojar la sala corriendo.
El tiempo iba pasando, la gente iba llegando, el público se impacientaba y tras el telón, con el logo de Avantasia proyectado, se veía movimiento. La gente tenía ganas no sólo de concierto, sino de espectáculo. Porque ir a ver a los de Tobias Sammet es eso, es un espectáculo. Son 3 horas de divertimento, de carisma, de voces que van y dejan el escenario (escenario que, normalmente, está muy cuidado) y una fijación hasta el último detalle. La verdad, no importa que la música que hagan no sea tu preferida (de hecho, hace 3 discos que a mí me cansan bastante), incluso no importa que seas un hater del estilo o del cerebro detrás del proyecto. Ver a Avantasia en directo, en sala, debería ser algo obligatorio para todo amante del rock y el heavy. Y si lo es, es porque el alemán se lo ha ganado batalla a batalla. Desde que comenzó con el proyecto, en 2001, o quizá desde que lo relanzó en 2007 con The Scarecrow, incluso antes, desde 1998 cuando Edguy empezó a sonar con fuerza, Tobias Sammet no ha dejado de currárselo, de querer innovar dentro de su propio estilo, de trabajar, de sudar, de girar… Sí, despierta pasiones encontradas, pero si alguien le quiere quitar méritos, quizá debería reflexionar qué motivos tiene.
Buenos, que nos vamos por las ramas. Eran las 19:30 aprox. Cuando las luces empiezan a bajar su intensidad y los altavoces escupen “You Shook Me All Night Long” de AC/DC. Aquello debía estar a punto de empezar. Por detrás del telón se veían personas en movimiento. “Los músicos tomando posiciones”, debimos pensar media sala, tanto los que ya estábamos algo inquietos como los que silbaban. Pero no, el tema acabó y no empezó el concierto. Silencio desde los altavoces, griterío desde el foso, hasta que de nuevo empieza a sonar música. Esta vez el “Himno a la Alegría”, de Beethoven y entonces sí se despliega el telón. El primer vistazo es sensacional. Como decía antes, el escenario está cuidado hasta el más mínimo detalle. La batería, centrada y ya ocupada por Felix Bohnke, parece estar resguardada por una jaula de cristal o plástico (supongo que por la cantidad de micros que irían desfilando y la posibilidad de pillar más sonido del deseable). A su lado, y muy similar al escenario de la gira anterior, dos escaleras y una repisa en lo alto, esta vez resguardada con vallas, árboles y farolas muy góticas. El fondo, una proyección en vez de una lona, iría cambiando a lo largo de la noche. A la izquierda de la batería, también sentado, el inmenso teclado de Mino Rodenberg. Delante suyo, André al bajo y Sacha Paeth a la guitarra, en el otro extremo del escenario, y también a la guitarra, Oliver Hartmann, y tras él, la primera sorpresa. En esta ocasión Amanda Sommervile no está en los coros, esta vez compuestos por Ina Morgan(que ha colaborado en varios discos del grupo), Adrienne Coman y un Herbie Langhans que, para el vozarrón que tiene, creo que está desaprovechado.
Empiezan a sonar las primeras notas de “Ghost in The Moon”, el primer corte del nuevo álbum, y por la repisa sale el dueño y señor de todo esto, Tobias Sammet. Vuelve a quedar patente el excelso gusto del alemán, tanto por la estética global del show como por su vestimenta. Una vez ya al frente el carisma que desprende es innegable. Siempre me gustó como frontman (siempre me han gustado los frontmen que hacen algo más que estar ahí, de pie, y cantar), pero no es solo eso. Se ha ganado el derecho a que se le considere uno de los nuevos grandes, uno de los que puede ocupar el trono del metal cuando los gigantes actuales lo dejen libre. Va, viene, canta (esta no es su mejor faceta, verdaderamente), “Barcelooooooooooona” por aquí, “Barceloooooooooooona” por allá. Lo domina absolutamente todo, hasta el último detalle. En la esquina, el trío de coristas potencian las líneas vocales, mientras que los instrumentos, todos, suenan brutales. Buena baza para empezar. Nada sorpresiva, aunque quizá sí un poco arriesgada por la duración, pero buena, al fin y al cabo. Al finalizar (y tras los discursos, casi tan largos como las reseñas de nuestro compañero Albert Vila), Ronnie Atkins hace aparición, y aunque no es un chaval, demuestra que sigue siendo un gran cantante y que el escenario no tiene secretos para él. “Starlight” suena muy bien, y un poco de rapidez hace que la sala se implique (aún) más en lo que se está viviendo. “Book of Shallows” suena aún mejor, además de ser un tema más molón, en mi opinión. Pero lo verdaderamente sorprendente del corte es Adrienne Cowan, que viéndola ahí, tan pequeñita, tan delgadita y delicada, va y suple perfectamente a Mile Petrozza de Kreator. Nos dejó con la boca abierta, y más aún cuando, rato más tarde, suplió de forma inmejorable a Candence Night. ¡Menuda versatilidad! Pero no solo ella, todos los músicos demostraron un nivel muy alto. Bohnke hace ya tiempo que es un buen batería, pues ahora es un gran batería. La dupla de guitarras lo bordó. Miro, a los teclados, bueno, no voy a descubrirlo ahora. Y André cumplió como siempre ha hecho.
Para “The Raven Child” salió una de las mejores voces del proyecto cuando está de gira. Jorn lo bordó cantando, aunque cuando se dirigió al público, sinceramente, dio un poco de vergüenza ajena. Así como Sammet es un maestro que se enrolla más de la cuenta, o Eric Martin o el propio Tate saben ganarse al público, Lande fracasó en sus intentos de que la sala le siguiera el rollo. Pero bueno, esto va de voces, y en “Lucifer” volvió a demostrar su categoría.
Y sí, faltaba Kiske, pero Geoff Tate no es ningún mudo, y así lo demostró en “Alchemy”, a dúo (cómo no) con Sammet. Éste estuvo más callado en “Invincible”, que Tate presentó dando una lección de vida: con compasión, pasión y voluntad, somos invencibles. Sí, que se lo digan al Tobias de 15 años viendo lo que ha conseguido.
Y llegó uno de los momentos de la noche, o al menos la canción más aplaudida y coreada, y es que “Reach Out for the Light” no es solo un temazo, es que es la pura esencia de Avantasia. Y, bueno, a falta de Kiske (nombre tremendamente coreado antes de que empezara la canción), bueno es Hartmann e Ina Morgan. Lo bordaron. Y de ahí a otro de los speechs de Sammet, esta para decirnos que a los metaleros de verdad no les gustaría la siguiente canción, pero que hacían “because we can”. Y aunque sí vi algún pulgar hacia abajo, “Maniac”, de la peli Flashdance, sonó muy bien a la voz de Eric Martin, que repetiría con otro clásico de la banda, “Dying for an Angel”. La gente se lo pasaba bien, algún GILIPOLLAS que tenía detrás, demasiado bien, gritando y haciendo el canelo no sé si con algún otro fin que el de joder al resto de personas.
Llegó el turno de otra presentación, una de las preferidas de Sammet, según todos los conciertos y entrevistas que ha hecho, pues es un fan declarado de Magnum en general y de Bob Catley en particular. “Es el puto Dios”, me dijo mi acompañante, y hombre, yo soy ateo y no lo considero tanto, pero sí que es cierto que, desde la primera vez que lo vi con Avantasia, en el Sonisphere de 2013, siempre me ha hecho mucha gracia. Lo ves ahí, tan bajito, ya con una edad considerable, siempre impoluto con sus americanas y sus “I’ll see ya’ later”, disfrutándolo al máximo, y te entra la ternura. Y oye, que sigue cantando lo suyo, eh?! “Lavender” y “The Story ain’t Over” sonaron muy bien.
Bueno, sigamos. Acabado el turno de Catley fue la hora de dar descanso a Sammet, cosa que, a nivel de canto, podríamos considerar buena, pues ocuparon el escenario Martin y Jorn para tocar una de las destacadas post- Metal Operas. “Promised Land” siempre me ha gustado mucho, desde que la escuché en el single pre The Scarecrow, y esa noche no fue una excepción. ¡Atronadora! Y hablando de “The Sacrecrow”, sin Martin y con Sammet de vuelta, fue el turno de que sonase sin ni siquiera presentación. Otra de las grandes aclamadas de la noche, sin duda alguna. Tobias debía estar ya tocado (muchas horas cantando durante muchos días), pues volvió a salir para dar entrada a un Tate pletórico, uno de los mejores de la noche, que junto a Eric Martin se cascó un “Twisted Mind” arrollador. No sé si mejoraron al Roy Khan en disco, pero desde luego no fueron peores. Y ya que estaba en el escenario, el bueno de Geoff aprovechó para hacer un poco de frontman mientras volvía la cabeza pensante de todo esto y decir que el siguiente tema fue el primero que escuchó, en su CD, de Avantasia. Y precisamente el tema del mismo nombre empezó a sonar por encima de grandes exclamaciones del público. Luego volveremos a esto.
Dos horas, llevábamos ya, y Sammet no lo dejó pasar, lo repitió por activa y pasiva, diciendo que mientras otras bandas, llegado ese punto, acaban el concierto o tocan canciones facilonas como “The Final Countdown”, Avantasia se atrevía con otro tema de 12 minutos. Él mismo, Jorn y Atkins dieron buena cuenta de “Let The Storm Descend Upon You”, aunque a mí se me hizo, ya, algo larga. La apuesta por tantos temas largos es arriesgada. A veces sale bien y a veces no tanto (supongo que depende de cuales escojas), y esta vez… psé. Pero vamos, que lo que fue sonar, sonó de fábula. Unas notas medio egipcias dieron paso a una de las sorpresas de la noche, pues era la primera vez (bueno, el primer setlist) que tocaban “Master of Pendulum”. No estuvo mal, pero considero que hay mejores temas, tanto en el Ghostlights (2016) como en su discografía. Al menos sirvió para ver los bailecitos semi egipcios semi robóticos de los coristas, ahora en lo alto de la plataforma. La interpretaron los que ya estaban en escena excepto Jorn.
Y, por fin, fue la hora de que Herbie se luciese como solita. Bueno, a medias, pues compartió “Shelter from the Rain” junto a Catley, Hartman e Ina. Aun así volvió a demostrar lo tremendamente buen cantante que es. Ojalá más protagonismo en disco y directo, pues “Draconian Love” se me queda corta. La cosa iba acabando, tan solo dos temas, o eso decía. “Mystery of a Blood Red Rose”, cantada con Bob Catley, es siempre un seguro de vida, y “Lost in Space”, esta vez con Ina, también. Después… ¿lo escuchan? Es el silencio. Sí, los músicos dejaron el escenario, aunque se les podía ver detrás, cosa que implicaba, se quisiera o no, un bis. Y llegó.
Como siempre que viene a Barcelona, nos hizo cantar eso de Olé, wir fahr’n in’ puff nach Barcelona, vamos, algo así como “vámonos de putas a Barcelona” y varios juegos con el público. Todo para dar paso, junto a Adrienne, a “Farewell”, también muy aclamada. Y para finalizar, ahora sí y de verdad, un “qué sorpresa” (irónico) en toda regla, el medley “Sign of the Cross” y “The Seven Angels”. Creo que nunca podremos escuchar esta última, su mejor tema, en su totalidad. Qué pena… Entre medias, la presentación de todos los músicos que participaron en el show. Destaco lo que dijo de Sacha Paeth: no solo el artífice de que Avantasia renaciese y empezase a girar (esto no lo sabía. Yo suponía que era todo cosa de Sammet), sino que lo definió como el músico con más talento que ha conocido. Y ha conocido a unos cuantos… casi ná.
Y sí, amigos, así llegamos al final de 3 horas de conciertazo. De show y espectáculo, con confeti volando. 3 horas de algo que nadie que aprecie el rock o cualquiera de sus sub estilos debería perderse. De nuevo, como en 2016 en la misma sala, como en cualquier festival al que ha ido, Tobias Sammet reclamó el trono del heavy metal.
Ya hemos contado qué pasó, pero no quisiera dejar de apuntar algunas ideas, así a lo bullet point:
- Lo dijo el propio Sammet en la anterior gira y en esta, además quedó patente. Razzmatazz se queda pequeña. Señores de RSS, la próxima vez, decídanse por un Jordi Club.
- Las canciones más aclamadas de la noche, con mucha diferencia, fueron “Reach Out for the Light”, “Avantasia” y “The Scarecrow”. Las nuevas, principalmente las de Moonglow y Ghostlight, tuvieron un recibimiento más tibio. Del The Mystery of Time no tocaron ni un solo tema. Creo que queda muy claro qué es lo que más gusta de Avantasia.
- A pesar del punto anterior, e intentando ser todo lo objetivo que puedo, creo que la confección del setlist, en general, estuvo bien. Pero si vas a presentar Moonglow, ¿cómo coño se te ocurre dejar fuera sus dos mejores temas (que, además, funcionarían perfectamente en directo)? Prescindir de “Requiem for a Dream” y “The Piper at the Gates of Dawn” me pareció un error que debe hacerse notar.
- Llevar coristas, sobretodo sin son del altísimo nivel de los 3 que llevaban, está bien. Pero estaría aún mejor darles algo más de protagonismo, en especial si llevas a un fuera de serie como es Herbie Langhans.
- Esto ya lo he dicho, pero lo repito. Si te gastas 45 eurazos en ir a un concierto y quieres hacer el garrulo, hazlo. Pero hazlo sin joderle el bolo a los demás. Nadie es culpable de que seas un payaso gilipollas.
- La única pega que puedo poner a el/los concierto/s de Avantasia es que, casi siempre, lleva a los mismos cantantes (ahora con el cambio Tate – Kiske). No sé si es cosa contractual, de agendas o qué, pero viendo la cantidad de vocalistas excelentes que han cantado en los discos, estaría bien cambiar un poco, aunque sea solamente de vez en cuando. ¿O no?
Y eso es todo, amigos. De verdad, si tenéis ocasión, no dejéis de ir a ver un show de Avantasia. No os arrepentiréis.
Llevo en esto del heavy más de media vida. Helloween y Rhapsody dieron paso a Whitesnake y Eclipse, pero Kiske sigue siendo Dios.
Como no sólo de música vive el hombre, la literatura, Juego de Tronos y los tatuajes cierran el círculo.
Algunas personas dicen que soy el puto amo, pero habrá que preguntarles por qué.