Ya que un servidor tuvo en Wacken su segunda casa durante 16 años y que este año está suspendido, y que pocos conciertos vamos a ver, qué mejor que tirar de retrovisor y un poco recordar aquellos maravillosos años. Vamos a hacer una serie sobre los Wackens vividos en la que poder recordar esos tiempos que ya no volverán. Para un servidor pasarse tres o cuatro días al año en esa sagrada tierra fue algo inenarrable pues todos los Wackens tuvieron magia, pero claro, el primero es el que uno más recuerda por todo lo que pasó.
Mis vacaciones ya desde unos años atrás incluían siempre un festival y tras tres Doctor Musics tocaba hacer las Europas y viajar al que más tarde llegaría a ser el festival más grande de heavy metal del mundo. Sabía de su existencia ya que en un viaje por Polonia en 1997 vi una publicidad en una revista polaca y ya se me metió entre ceja y ceja ir allí como destino vacacional. En esos días Wacken no era ni la mitad de lo que llegó a ser, y allí fuimos, armados con marcos alemanes y unos francos para comer algo en Francia en el largo viaje en autocar que atravesaba todo el país vecino. Fui en un autocar de Wawanko y la verdad es que, a pesar de lo duro de las 27 horas, también el infierno de asfalto tuvo sus momentos y entablamos amistad con mucha gente que, a día de hoy, siguen siendo buenos amigos.
La llegada a la tierra prometida
Salir a las tres de la madrugada en un sitio boscoso y desconocido tras montar las tiendas fue toda una experiencia. Siempre recordaré a un alemán llamado Cristian que parecía estar embarazado de siete meses. Nos ofreció cervezas de medio litro mientras nos ayudó a montar las tiendas. Aquí te das de bruces con una de las bonitas cosas de este festival: la hermandad y el buenrollismo que se respiraba, especialmente en esos años en los que Wacken todavía no era Disneylandia-metal. La primera vuelta por el camping fue entre emocionante y dantesca. Allí la gente bebía hasta caer en el suelo y sus carajas de campeonato les llevaban a hacer cosas tan divertidas como absurdas. Eso de verdad te sorprende enormemente y con el tiempo te terminas uniendo al club.
Los conciertos y el ambiente para el décimo aniversario
Uno cuando va a Wacken ya sabe que es inabarcable y más la primera vez pues descubres que puedes quedarte todos los días en el camping para ver las aventuras de borrachuzos en sus coches, sus fiestas a las que siempre te invitan y que siempre anteponen a los conciertos. El tal Cristian sólo tenía como objetivo ir a ver a Subway to Sally, el resto se lo iba a pasar de fiesta y bebiendo como un cosaco. Los gustos personales fueron la guía de mis primeros días, y aquí toca destacar lo que más me gustó:
LO MEJOR: Ver a Therion con una orquesta completa debajo de la lluvia. La experiencia fue absolutamente demencial y posiblemente un paso hacia horizontes nunca explorados para el heavy metal. Wacken demostró con ello un hecho diferencial que pasaría a ser la tónica y una de las razones de conseguir ser algo más que un festival. Un show histórico sumamente arriesgado en el que ofrecieron algo que nadie se había atrevido a hacer. Nunca podré olvidar ese “Wine of Aluqah” con la lluvia golpeándome el rostro.
LO PEOR: La cancelación del concierto de Dee Snider. Fue sustituido por D.A.D y a partir de entonces creció mi amor por esta enigmática y diferente banda. Esa espina de pescado gigante del Helpyourselfish y petardos por todos sitios todavía los tengo grabados a fuego. Cuando volvió Dee Snider a Wacken haría una brutalidad de concierto, uno de los mejores que he visto en mi vida.
También el llegar tarde y perderse a Tankwart (los Tankard en versión pachanga) y a Skyclad.
Otros grandes momentos
U.D.O.: Ver a Udo por vez primera atacar casi todo el material de Accept, aunque a plena luz del día, fue una maravilla. Allí percibes que el trato que tiene la gente hacia el alemán es casi reverencial.
Rage: Estrenaron un tema de Ghosts y parecía que lo orquestal era su razón de ser a partir de entonces. Creo que el periodo que va desde End of All Days hasta Ghosts es de lo mejor que hicieron nunca. Hubo un tiempo en el que Peavy estaba flaco, tenía greñas y se atrevía con agudos. También fue el primer concierto que harían con Smolski y Terrana en versión trío.
Edguy: Estaban muy en rodaje todavía, juraría que en esos días Sammet tocaba la guitarra mientras cantaba. Pero atención, un set mitad Vain Glory Opera y la otra Theater of Salvation.
Hammerfall: Cada disco y cada concierto era un paso adelante. Se hacían grandes poco a poco. Fue uno de los conciertos más abarrotados del festival.
Mayhem: Era el primer show de los noruegos en Alemania y se presentaron con cabezas de jabalí empaladas. Hubo un final con trifulca cuando la organización le impidió a Maniac cortarse con un cuchillo. Estuvieron a la altura de su leyenda, algo que no siempre han podido mantener en Wacken.
Mecyful Fate: Alucinante concierto con el mérito de salir tras un show inolvidable del los mejores Rage. El peso de los clásicos fue abrumador, la banda espectacular, pero el material de 9 no desentonó para nada.
In Extremo: La gran sorpresa del festival. Los que estábamos allí vimos una revolución medieval alucinante. Desde ese día me hice incondicional del grupo. Sólo Wacken entonces se atrevía a poner a una banda de fiestas medievales como cabezas de cartel.
Lefay: ¿Qué habrá sido de ellos? Adoro todo lo que sacaban en esos años y consiguieron unos directos espectaculares. Convencieron en la carpa. Tocará hacerles un especial y reivindicarlos este verano.
Metalium: El montaje de Metalium no daba para mucho, pero tuvo su cénit en ese Wacken contando con Terrana y Caffery. Luego ya todo fue para abajo.
Angra: Cómo se echa de menos a los mejores Angra, los de los tres primeros discos. Probablemente fue la última vez que les vimos junto a André Matos. Cayó una brutal “Carolina IV” y material de Fireworks. Una maravilla.
Pretty Maids: Verles en directo fue un sueño hecho realidad para un servidor. Fue un show corto, y con lluvia, pero estuvieron muchos de sus grandes clásicos.
Metal Church: No hicieron el mejor show de su vida, a media tarde, pero cumplieron y siempre es un placer ver juntos a Vanderhoof y el desaparecido David Wayne.
Atrocity: Combinaron su thrash metal con el material del Wreck 80. Go-go’s y una diva como Liv Kristine para terminar de hechizar a los presentes. Un gran año para verles, la verdad.
Warrant: Imposible olvidar ese concierto con ese encapuchado amigo llamado Enforcer que tuvo más de cómico que de malvado. Eran los Warrant alemanes, se reunían, y allí estuvo Kai Hansen entre el público, devoto de su primer disco.
Dimmu Borgir: En esos días daban realmente miedo con ese teclista con sombrero de copa. Nunca he visto un show mejor que ese, pues supongo que al ser la primera vez siempre es especial. En esos días me parecían imbatibles.
También pude ver a Dokken, Saxon, Tygers of Pan Tang con John Sykes, la Roland Grapow Band…
Lo que me perdí
Cuando uno mira un cartel de Wacken ahora, 21 años después, ve con tristeza el hecho de haberse perdido a grandes bandas a las que simplemente no acudimos por desconocimiento. Con 20 años recién cumplidos uno no puede conocer ni un tercio de lo que allí se ofrecía.
The Gathering: Perderse a los holandeses en su mejor época me parece a día de hoy un crimen.
In Flames: ¡No los conocía! Y no recuerdo haberles visto en el cartel.
Amon Amarth: ¡Oh! No eran nadie todavía, pero claro, hubiese sido genial verles allí en sus principios con el recién estrenado Once Sent from the Golden Hall.
Marduk: Suspendido.
Labyrinth: Suspendido. ¡Fueron sustituidos por Sacred Steel! ¿Os acordáis de ellos? True metal llevado al extremo con espadas y agudos cargantes e hirientes. Su batería en un disco lo dedicaba a todos aquellos que siempre dijeron que no sería capaz nunca de grabar un álbum.
Agent Steel: No los vi y a día de hoy es casi imposible verlos por culpa de los alienígenas. Pobre John Cyriis…
Threshold: ¡Madre mía! No tenía idea de que tocaran ese año.