En una época en la que Faith No More, el vehículo de mayor éxito comercial de Mike Patton, había desaparecido/estaba en estado de hibernación más o menos latente, el de Eureka seguía siendo uno de los artistas más ocupados de la industria. Mr. Bungle, Fantômas y Tomahawk, además de colaborar con artistas tan diversos como The Dillinger Escape Plan, The X-Ecutioners y Dan The Automator.
Album of the Year veía la luz en junio de 1997, y no sería hasta el 19 de mayo de 2015 que Faith No More publicaría el que, hasta la fecha, es su último trabajo de estudio, Sol Invictus, marcando así la brecha más larga entre dos álbumes de estudio en su carrera. ¿Qué hicieron los miembros de la banda durante esos años? Un comunicado publicado por la propia banda lo dejaba claro: cada miembro iba a continuar con su/-s proyecto/-s individual/-es sin obstáculos. Hay que recordar que su separación no duraría 18 años (1997-2015), pues ya tod@s sabéis que la banda volvió a reunirse para empezar a girar de nuevo a mediados de 2009.
Durante esos años, Bill Gould (bajo) se concentró en la producción y en 1999 creó Koolarrow Records; Roddy Bottum (teclados) se centró en su banda Imperial Teen, escribió una mini-opera called The Ride y compuso la música para varias películas; Mike Bordin (batería) se puso tras los tambores de la banda de Ozzy Osbourne, colaboró con Jerry Cantrell (Alice in Chains) en su trabajo de 2002 Degradation Trip y también se unió a Korn en la gira de 2000, reemplazando al batería David Silveria, quien sufrió una lesión en la muñeca; Jon Hudson (guitarra) comenzó a trabajar en la administración de propiedades, de la cual se retiró cuando recibió la llamada para regresar a Faith No More.
Pero quien estuvo más distraído durante esos años fue, como no, Mike Patton. Cuando Faith No More se reagrupó para trabajar en la grabación de Album of the Year, el vocalista no estaba contento con el material y estaba cada vez más ocupado e inmerso con su propia música experimental. El tercer álbum de Mr. Bungle, California, fue lanzado el 13 de julio de 1999, casi al mismo tiempo que Patton co-fundó el sello discográfico independiente Ipecac Recordings con Greg Werckman. Su primer lanzamiento fue el proyecto Fantômas, en el que encontramos a Patton acompañado por Trevor Dunn, Buzz Osborne y Dave Lombardo. El segundo fue una colaboración con Masami Akita bajo el nombre de Maldoror. Inspirado por John Zorn, Patton experimentó con diferentes estilos y géneros en su propia música desde 1996 cuando el sello Tzadik lanzó dos álbumes en solitario, Adult Themes for Voice y Pranzo Oltranzista (1997). Junto a Dan The Automator y Jennifer Charles creó Lovage en 200, pero la lista de colaboraciones es casi interminable: Björk, Sepultura, Secret Chiefs 3, Zu… Y ojo, que también tuvo tiempo para ceder su voz a varios videojuegos, a interpretar los voces en off de los villanos vampíricos de la película de Will Smith I Am Legend (2007) y a escribir y producir música para varias bandas sonoras de películas: A Perfect Place (2008), Crank: High Voltage (2009), The Solitude of Prime Numbers (2011), The Place Beyond the Pines (2013) y la banda sonora inédita del filme producido por Netflix en 2017 1922.
Pero si hay un proyecto que realmente tuvo ocupado al bueno de Mike durante ese largo hiato, ese es Tomahawk. La historia de Tomahawk comienza en 1999, cuando el ex guitarrista de Jesus Lizard, Duane Denison, conoció a Mike Patton tras un show de Mr. Bungle en Nashville. Comenzaron a intercambiar notas sobre ideas de canciones y decidieron lanzar un proyecto juntos. Con John Stanier (un veterano de Helmet y Mark of Cain) en la batería y Kevin Rutmanis (que había trabajado con Melvins) en el bajo, el nuevo grupo se dirigió a Nashville para grabar con el productor e ingeniero Joe Funderburk. Su trabajo homónimo fue lanzado por Ipecac Recordings. Siguieron giras extensas por América del Norte, Europa, Australia y Japón, incluidas varias fechas como teloneros de Tool. En 2003, con el productor Joe Barresi a los mandos, Tomahawk completó su segundo álbum, este que aquí nos ocupa, Mit Gas.
¡Discarral! Esta podría ser la reseña, sin más, del segundo trabajo de Tomahawk. Cualquiera que pensara que el homónimo debut de 2001 era solo uno de esos proyectos sin compromiso ni continuidad, algo así como reunir en un mismo estudio a miembros de Faith No More, The Jesus Lizard, Helmet y Melvins para grabar 13 temas y arreando, estaba equivocado. Una de las primeras mejoras notables en su nuevo material es una sección rítmica que mueve montañas. Al igual que en su debut homónimo, se utilizan una miríada de texturas y efectos de guitarra para hacer que cada canción sea verdaderamente única y capaz de valerse por sí misma. Y, como de costumbre, Patton emplea una mezcla de técnicas vocales, desde falsetes jocosos hasta gritos de camisa de fuerza, para transmitir y darnos a conocer su mente retorcida y dejar a los oyentes temblando.
Aunque el segundo disco de Tomahawk sigue siendo más accesible que cualquier trabajo de Fantômas o Mr. Bungle, sigue dando cabida a todo tipo de ingenios estrambóticos. Lo que Patton nos ofrece te extirpa el aliento a lo largo de 11 caramelos en forma de 11 canciones la mar de pegadizas, volviendo a dejar claro —una vez más— que este mortal norteamericano reconvertido en Dios del Puto Universo (and beyond) es capaz de agotar todo el repertorio vocal habido y por haber, incluso a través de modismos ibéricos (escuchar «Desastre natural»).
Lo que es bastante sorprendente es la sofisticación con la que, por primera vez desde el criminalmente subestimado King for a Day… Fool for a Lifetime (1995) de Faith No More, se exploran pasajes mentales y huracanes sonoros, comprimidos en canciones, sutiles pero funcionales. ¡(Casi) todo vale aquí! Tomemos como ejemplo la atmosférica «Birdsong» que abre el trabajo: acompañado por el canto de unos pájaros, un bajo retumbante empuja amenazadoramente antes de que Denison se apresure a doblar la siguiente esquina con afilados riffs, hasta que finalmente todos tiran del freno de mano. Simplemente, un comienzo tectónico. «Rape This Day», el que quizá sea el tema más conocido de este trabajo y quizá de todo el repertorio de la banda, hace que se te acelere el pulso desde el primer segundo, dando como resultado una pieza de rock garajero de órdago. «You Can’t Win» tiene un swing demencial, con sexuales pausas de lo más setenteras y un interludio de ensueño. Una aspiradora de tamaño industrial que te succiona la mente.
En «Mayday», Patton canta en partes como si tuviera una bolsa de papel en la cabeza, para golpearnos a continuación con unos aullidos estratosféricos que harían que el mismísimo Rob Halford se bajara sus pantalones de cuero. Aún más grandiosa es la demoníacamente cantada «Capt Midnight», el sexto corte, con su estupenda mezcla de ritmos de trip hop, licks de trémolo y dejes electrónicos, que de repente se convierte en un verdadero trallazo de metal, para pasar a finalizar del mismo modo como que se inicia. La enredadera en forma de canción que es «Hairlip», un tema que descansa sobre una sólida base de graves, también ofrece pasajes de horror elevados al cuadrado, mientras que, a menos de dos pasos de ella, «When the Stars Begin to Fall» te vuela por completo la parte superior del cráneo. El diálogo recorre «Harlem Clowns», que suena como si de la banda sonora de una película slasher de serie B se tratara. Y un poco más tarde, cerrando la obra, nos topamos con la psicosis de «Aktion 13F14», toda una bomba de relojería que se convierte en un torrente de distorsión chirriante que provoca que el oyente medio acabe de rodillas suplicando piedad y clamando a los cuatro vientos más y más.
Qué bello y estimulante es pegarse una vuelta de vez en cuando por la mente del genio de Mike Patton. Para finalizar esta reseña, podría dejar caer eso de que este Mit Gas que hoy cumple 20 añitos quizá no se la cup of tea de mucha gente o algún que otro cliché similar, pero solo estaría reincidiendo en lo que ya era obvio desde el principio: no tod@s entienden tamaño talento. Pero cualquiera que disfrute de una buena visita al lado oscuro de la música, debería subir el volumen de su reproductor, sentarse cómodamente en el más cómodo y orejero de los sofás y soñar con la vastedad de la figura de Mike Patton.
Tipo peculiar y entrañable criado a medio camino entre Seattle, Sunset Boulevard y las zonas más húmedas de Louisiana. Si coges un mapa, y si cuentas con ciertos conocimientos matemáticos, verás que el resultado es una zona indeterminada entre los estados de Wyoming, South Dakota y Nebraska. Una zona que, por cierto, no he visitado jamás en la vida. No soy nada de fiar y, aunque me gusta “casi todo lo rock/metal”, prefiero las Vans antes que las J’hayber.