Sexto trabajo de unos Toundra que vuelven sobre sus pasos y se encaran a lo que hicieron en su anterior y fantástico Vortex, con muy buenas maneras. A pesar de ser un disco bastante esperable y deudor del anterior muestran algunas caras diferentes y lo hacen todo sumamente variado. No es nada fácil para un grupo que lo apuesta todo al post rock instrumental, pero vuelven a salir airosos y sus fans estarán encantados con el resultado. Van a parcelas y saben arriesgar con sus experimentos cuando toca (véase Exquirla y Das cabinet des Dr. Caligari), apartando el riesgo de lo que es la carrera rockera.
Personalmente me encanta la portada pues apunta a los muchos males del mal-llamado progreso en el que vivimos, el mismo que no nos deja frenar y el que hace que las muchas reuniones para mejorar el clima y nuestro planeta terminen en palabras vacías en las que se resumen en: “Algo hay que hacer…” Hay aquí mucha reflexión política y existencial, pero orientada siempre hacia las emociones, que se transmiten de forma instrumental.
Empiezan por una suite de tres partes que en el fondo es una misma canción llamada “El Odio”. Es el tema principal del disco y es una composición que les permitirá en directo conseguir uno de esos momentos álgidos como pueden ser “Cobra” o “Bizancio”. Tema complejo, con partes densas y otras más accesibles. Van electrificando su propuesta y la dotan de percusiones muy trabajadas por parte de Álex Pérez y cambios sorpresivos tremendamente integrados en el todo de la composición. Hay belleza, electricidad y buscan una música muy descriptiva en la que hay momentos cenizos, pero con un fondo optimista.
En la concatenación de sensibilidades son maestros y consiguen aquí uno de sus mejores temas hasta la fecha, con amplios solos por parte de un inspirado Esteban Girón. Desaceleraciones, arranques sorpresivos y muchos dejes de calidad instrumental. Juegos con ecos en la segunda parte e incluso imitación del canto de las gaviotas.
En “Ruinas” hay ecos con guiños industriales de inicio, pero dándoles su justo protagonismo. Destaca (como siempre) el enorme trabajo y pegada de Pérez tras los parches. Hablaríamos de un tema prototípico pero muy capaz de entrar perfectamente en futuros directos.
“La larga marcha” es otra demostración de intensidad, electricidad y decibelios. Grandes pasajes instrumentales y sensación de espacios abiertos. Realmente hay un fondo muy rico en la gestación de este disco que va desde Delibes a Kurt Cobain y que un poco es el reflejo de su líder y creador: Don Esteban Girón.
En “Watt” hay algún riesgo tomado como los teclados de fondo (cibernéticos). Ganan con esos subidones de intensidad bien definidos por las guitarras de Esteban y “Macón”. También esa especie de saxo libre y rompedor que aparece en medio del caos sonoro. Se nota que su líder ha estado escuchando música clásica durante el confinamiento. Hay juegos de saturación con las recurrentes escalas arábigas que tan bien ejecutan.
Una de mis debilidades de este disco es “FIN”, que no es más que poner una banda sonora cuando sales del after y el sol te da en la cara. Es la sensación de felicidad, de abrazarte al amigo de turno y deambular haciendo eses hasta ese momento traumático en el que vuestros caminos se separan. La verdad es que como música descriptiva de lo narrado no se ha hecho mejor hasta la fecha (si es que otro alguien lo ha hecho).
Hex es un disco acorde en los tiempos y una buena salida a los tiempos de pandemia, una oda al exceso de tiempo y al contemplar lo que nos rodea con preocupación. Es un parar y reflexionar para poder ver el mundo que legamos a nuestros hijos, un toque de atención. La verdad es que el mundo está peor de lo que estaba hace 10 años y Hex es una síntesis de esas sensaciones, pues en ello Toundra son maestros. Personalmente creo que no supera a Vortex, pero sí que demuestra el poder y estatus de una banda internacional capaz de compartir sensaciones vívidas de lo que nos rodea. Y eso que lo hacen sin necesidad de poner letras a sus composiciones…