Ya había oído en varias ocasiones que la La Mirona de Girona (bien, de Salt, para ser estrictos) es la gran sala (en calidad y en tamaño) del norte de Catalunya, pero personalmente no había tenido aún la posibilidad de catarla con mis propios ojos y orejas. Y lo cierto es que si los programadores querían que me animara por fin, no podían haber tenido mejor ocurrencia que la de traerse a una de mis bandas favoritas del panorama estatal como son los madrileños Toundra. Además, los tíos lo maquinaron de tal manera que, pàra aplastar todo atisbo de duda en mí, decidieron colocar como teloneros a una de mis bandas fetiche de la escena catalana actual, los barceloneses Ànteros, con lo que no me dejaron más remedio que acabar marcando este cartelón como el pistoletazo de salida de una temporada inverno-primaveral que, una vez más, promete ser bastante densa.
Para empezar, ojo, porque esta sala está bastante lejos de Girona ciudad. De hecho, está en un polígono desértico a varios quilómetros del centro. La obvia frialdad ambiental (y de temperatura, que esa noche hizo una rasca que te cagas ahí fuera), sin bares ni ningún atisbo de comunidad alrededor, se compensa con una deliciosa e impagable facilidad a la hora de aparcar, y lo cierto es que la localización no pareció ser un problema a la hora de atraer a gente. Por lo que me contaron, La Mirona tiene dos posibles configuraciones: la grande, con un escenario mastodóntico y capacidad para más de 1500 personas, o la pequeña, mucho más compacta y familiar, en la que seguro que podían meter 300-400 bien fácilmente y que hoy estuvo prácticamente llena.
Además de la nurida afluencia de público y de encontrarme a muchas más caras conocidas de las que esperaba teniendo en cuenta que nunca antes había pisado este lugar, también es interesante apuntar que había una más que generosa cantidad de fotógrafos amontonados en primera fila, muchos de ellos habituales de las salas barcelonesas y que se habían desplazado hasta aquí. Que tanta gente supiera apreciar el bolazo que nos esperaba era una gran noticia, por supuesto, pero me supo mal para esos mismos fotógrafos que la noche transcurriera en una cierta penumbra y con una escasez manifiesta de luces frontales que seguro que no les emocionó especialmente. En todo caso, no me negaréis que las fotos que hizo Xavi Arqués en su debut para nuestra revista no han salido más que majas.
Ànteros
Conocí a Ànteros cuando los fueron una de las primeras bandas que anunciaron para el AMFest de 2016. Diligente como soy, tan pronto un festival que me interesa anuncia una serie de nombres que desconozco siempre me pongo a investigar de qué va la cosa, y no miento si digo que, de todos ellos (que así a bote pronto no recuerdo quiénes más había), ellos son los que más me impactaron, ya, de buenas a primeras. Entonces fue una especie de EP llamado Lunas el que me impactó, quizás porque ya contenía muchas de las canciones que, poco más tarde, iban a convertirse en Cuerpos Celestes, el genial primer disco de la banda. Por lo que veo leyendo la reseña que escribí cuando salió, desde esos días hasta hoy ha ido creciendo en mí hasta convertirse en uno de esos discos a los que me ha enganchado muy de verdad.
El hecho es que, ahora no sé bien por qué (y por desgracia), me perdí ese AMFest, o almenos ese día del AMFest, y no fue hasta que abrieran para Jardín de la Croix en una entonces recién estrenada Apolo 2 a finales de 2017 que pude resarcirme. Más tarde los vi también en el Actitud Fest de Vidreres, y lo cierto es que ambas veces me volaron la cabeza. Sus canciones son maravillosas, su directo potentísimo y, como bonus para hoy, su estilo pega perfectamente con el de Toundra (no en vano su guitarrista y fundador, Victor García-Tapia, estuvo en Toundra hasta 2013, grabando con ellos lo que son aún para muchos sus pináculos de creatividad, II y III), con lo que estaba absolutamente seguro que lo iban a petar.
Y válgame que lo hicieron. Con un sonido que fue de menos a más, el quinteto barcelonés desgranó un repertorio basado casi enteramente en Cuerpos Celestes que convenció rotundamente a un público que no parecía conocerles demasiado y que demostró apasionarse por lo que vio de forma más bien introspectiva. Además de Víctor, que a parte de Toundra también estuvo en los grandérrimos Minor Empires, el line up de la banda es un auténtico dream team de la escena post alternativa barcelonesa, con lo que su solvencia y sus tablas no son del todo sorprendentes: tras los parches tenemos a Oscar de Syberia (que estan grabando ahora mismo su nuevo disco, por cierto), mientras que al cargo de las guitarras (hay tres) y las voces siempre apasionadas y rasgadas, tenemos a Endika Pikabea y a Ruben de Viven, que sustituyó en su momento a otro titán como es Cándido de Viva Belgrado. ¡Ah! Y como ellos mismos han dicho alguna vez en su hilarante cuenta de Facebook, ahí está también Mau al bajo, que está en la banda porque tiene una furgoneta.
Bien, pues los cinco se subieron al escenario (y Rubén, en ocasiones, también a las pequeñas torres de sonido frontales) con las cosas bien claras y un repertorio magnífico (algo fácil, porque su cancionero es intachable). «Rhea», «Nereid» y la instrumental «Hydra» fueron las elegidas para empezar, tres pegadizos temas de post rock potentísimo (del de sacudir la cabeza con violencia, aunque casi nadie más que yo lo hiciera) a los que los gritos de Endika (enfundado en una camiseta de Hardcore Hits Cancer) les confieren una personalidad dramática y verdadermamente especial. Para continuar, se enfrascaron en la larga y riquísima «Polaris», un temón como la copa de un pino que, además, cuenta con la línea vocal estrella de la banda, ese «Y siento que al final no hay más / Que el aliento de polvo y sueño / Y el querer respirar la rabia y el genio«, que me pone los pelos de punta cada vez que la escucho.
De ahí al final todo vino rodado gracias a unos cuantos temas más de Cuerpos Celestes (y el añadido de «Coventa», publicada el año pasado), de los que personalmente destaco la dulce, creciente y también instrumental «Luna» y la brutal «Elara» (sin duda uno de mis cortes favoritos). Al igual que en el disco, «Cressida» sirvió para bajar el telón a un excelente concierto (con sonido de menos a más, eso sí) de una gran banda que me encanta y que supuso un aperitivo perfecto para el plato principal de la noche. Ànteros, por cierto, estarán girando por varias salas de la península y del sur de Francia durante esta primavera (en algunos casos, precisamente, acompañando a Toundra), incluyendo Barcelona y la cercana Vidreres Yo no me los perdería, en serio os lo digo.
Setlist Ànteros:
Rhea
Nereid
Hydra
Polaris
Luna
Elara
Vega
Coventa
Cressida
Toundra
En lo que me dio la sensación de ser un cambio muy eficiente, en un pis pas Ànteros desalojaron sus trastos y los chicos de Toundra subieron a enchufar cuatro cosas, quedando todo rápidamente preparado para la esperada descarga de los madrileños. Personalmente, venía con unas ganas locas de verles presentar su nuevo (y otra vez brillante) trabajo, llamado Vortex. Me los perdí en el AMFest del pasado noviembre (veo que tengo toda una historia de perderme AMFests, yo) y, de hecho, no les veía desde que petaron el Apolo al presentar IV con cuarteto de cuerda incluido hace dos o tres años. En breve volverán a Barcelona, ahora en un recinto aún más grande como es la Sala BARTS, así que la verdad es que fue un lujazo poder disfrutar de su descarga en un entorno, aún, más o menos pequeño y familiar como fue el de La Mirona.
Los cuatro miembros de la banda subieron al escenario entre vítores y con una sala casi llena esperándolos, y enseguida dieron el pistoletazo de salida a su concierto de la misma manera que lo hace Vortex, con dos temas tan potentes como «Cobra» y la brutal «Tuareg», el primer gran momentazo de la noche para mí. Si alguien se podía pensar (porque no los había visto nunca) que un grupo de post rock tirando a sensible y melancólico como ellos iban a mostrar una imagen en escena pesumbrosa o estática, lo llevaba clarinete, ya que desde el primer momento no pararon de brincar de un sitio para el otro.
En especial, a su guitarrista Esteban se le notan los orígenes punk por los cuatro costados, ya que el chico no para quieto, saltando, animando a la gente (a grito pelado, porque como buena banda instrumental que son no se podía ver un micro en todo en escenario, asumiendo con ello una falta de comunicación verbal total entre pista y banda) o bajándose directamente a tocar entre un público que le hizo un espacioso hueco y que se lo miró con cara de cierta incomodidad y de «ay mi madre, qué hace este chaval que nos está sacando de nuestra zona de confort». Ay, los catalanes, que sosos que somos a veces.
Y mira que es habitual que en muchos de los conciertos a los que voy el más engorilado acabe siendo yo (y no me importa, ojo), pero a veces es frustrante ver como una banda lo está dando todo sobre el escenario y entre el público todo el mundo se lo mira con aparente cara de indiferencia (aunque por dentro quizás estén flipándolo, vete a saber). Pero bueno, como ya he hablado de esto mil veces y al final me hago pesado hasta a mí mismo, lo dejaremos aquí, que cada uno haga lo que quiera. Además, entiendo que en este concierto en concreto, eso de seguir los temas sacudiendo la cabeza no es particularmente fácil, ya que los ritmos distan bastante de ser obvios en la mayoría de los casos, mérito en gran parte de las habilidades de Álex Perez tras los parches.
Auque a mí me habían dicho que La Mirona se caracterizaba por sonar pristina, hoy no fue exactamente así. No sonó horrible ni mucho menos, ojo, pero muchos de los detalles que salían de la guitarra de Macón (el único de los cuatro que no parece el yerno perfecto que cualquier madre quisiera tener) y que llenan de matices las característicamente hipnóticas progresiones de la banda no se pudieron prácticamente ni apreciar. Además, al no llevar nada grabado (o si lo llevaban no se oía) se echaron aún más en falta esos pequeños toques en forma de sutil punteo que se marcan aquí y allí. Al igual que pasó con Ànteros, la cosa fue de menos a más a nivel de calidad de sonido, pero creo que nunca llegamos a alcanzar del todo niveles de excelencia.
Después de esas dos primeras canciones nuevas (y de mis tres párrafos yéndome por las ramas), los madrileños se lanzaron a repasar su fantástico cancionero, empezando con la genial «Bizancio», un tema que me parece perfecto de principio a fin y que, quizás, representa a la banda como ningún otro. Siguieron con otro temarral como es la meandrosa «Kitsune», para mí lo mejor de IV (mucho mejor que un «Oro Rojo» que tocaron algo después y que a mí, fíjate tú por dónde, nunca me ha acabado de convencer). «Magreb» fue otra pequeña maravilla, y para completar el set principal eligieron otras dos nuevas canciones como son la más o menos breve y directa «Kingston Falls» y la grandiosa «Mojave», un tema que cuanto más escucho más me convenzo que no solo es lo mejor que podemos encontrar en Vortex, sino que también está a la altura de lo mejor que ha hecho la banda nunca. Es una afirmación atrevida, lo sé, pero me temo que tanto ellos mismos, colocándola en esta posición de privilegio dentro del setlist, como un público que la despidió con la ovación más estruendosa de la noche, se la creen con el mismo convencimiento que yo.
Llegados a este punto, el cuarteto madrileño se bajó momentáneamente del escenario dejándonos iluminados por el mar de estrellas que ocupaba el fondo del mismo y que nos había acompañado durante múltiples momentos de la noche. Rápidamente empezaron a sonar los truenos que precedían a «Cielo Negro», otro de sus grandísimos temazos y, por cierto, única concesión a III en la noche de hoy. Épico, emotivo, dinámico y potente, me tuvo el cuello arriba y abajo de principio a fin. Por cierto, si alguien pensaba inocentemente que había la posibilidad (yo lo pensé, quizás sin mucho convencimiento) de que Víctor de Ànteros se subiera a hacer un cameo con sus ex-compañeros en una hora u otra, se disiparon del todo cuando escuchamos que las primeras notas de la última canción de la noche eran para la bonita «Cruce Oeste» que cierra también Vortex y que supuso, ahora sí, el punto y final a una maravillosa (y gélida) noche de post rock.
Como ya he dicho antes, a Toundra tendremos ocasión de verlos en Barcelona en un par de meses y, espero, en varios sitios más o menos cercanos en lo que resta de año. Y ojo que esta gente no hace más que crecer disco a disco y concierto a concierto, y eso es porque su música, que estrictamente no es para nada sencilla, te toca el corazón y las vísceras con tanta facilidad que es complicado no resultar atrapado. Y yo que me alegro, y mucho, por ellos.
En los próximos meses, por cierto, por La Mirona desfilarán bandas del tamaño de Crim o Berri Txarrak, y conciertos tan interesantes como el de Violblast y No Holds Barred. Puñeteros programadores, a ver si voy a tener que venir otra vez más pronto que tarde.
Setlist Toundra:
Cobra
Tuareg
Bizanci
Kitsune
Magreb
Kingston Falls
Oro Rojo
Mojave
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Cielo Negro
Cruce Oeste
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.