Desde que les descubrí de verdad abriendo para Keep of Kalessin en la pequeña Razzmatazz 3 hasta convencer sin matices a las nuevas generaciones hypeadas del horror rock moderno al formar junto a los todopoderosos Ghost en su última y triunfante visita al Sant Jordi Club, mucho ha cambiado en el campamento Tribulation a nivel de popularidad y reconocimiento. Es posible que, en parte, también su música lo haya hecho al alejarse cada vez mas del death metal que los definía más fielmente en sus inicios, pero lo qu se ha mantenido intacto es su esencia y su espíritu, agarrándose a ello para convertirse disco tras y disco y concierto tras concierto en una banda más única, más personal y más identificable.
Después de que su Down Below, publicado en 2018, me pareciera un álbum sencillamente increíble en el que consiguieron aunar a la perfección la dureza y la fuerza de su reminsencia extrema con la característica oscuridad, atmosfera y lírica vampírica que les acompaña siempre, me corroía la curiosidad ver hacia dónde iban a ser capaces de evolucionar en este nuevo trabajo, y más aún tras conocer la noticia (me atrevería a decir que casi trágica) de la marcha de su guitarrista Jonathan Hultén, una figura absolutamente deliciosa y con un magnetismo increíble que me temo que, por lo menos en directo, les va a costar reemplazar.
Supongo que, con o sin Jonathan, la evolución que toma la banda en este Where the Gloom Becomes Sound se acerca bastante a lo que todos esperábamos. Y es que sin irse especialmente de madre en ningún sentido, los suecos han abierto sus mira un poquito más aún, eso sí, sin perder de vista en absoluto cuál es su esencia. Más bien al contrario, ya que este disco suena 200% Tribulation. A falta de ver si la encarnación en directo de la banda echa en falta mucho o poco la icónica figura de Jonathan, lo que parece claro es que a nivel de composición y estudio, Adam Zaars y compañía han demostrado ser capaces de apañárselas la mar de bien sin él. Porque aunque es cierto que en este disco encontraremos pocas sorpresas (alguna hay, ojo), la calidad y el gancho de las canciones siguen al rayando al máximo nivel.
Aunque la voz abrasiva y cadavérica de Johannes Andersson no se ha matizado ni lo más mínimo y es perfectamente e igualmente protagonista, diría que en global la banda suena un pelín más pulida que nunca antes y que, en general, han decidido levantar un poquito el pie del acelerador para acabar multiplicando, si cabe, el número de pasajes accesibles y estribillos pegadizos que son capaces de ofrecer. Quizás a algunos de sus fans primigenios esto les parece una mala noticia, pero a mí me alegra que sigan ahondando en esa personalidad particular a pesar de que a primera vista esa apertura parezca que se resiente de de una cierta falta de punch.
Y digo lo de a primera vista porque debo confesar que, siendo yo bastante fan de Tribulation desde hace ya unos años, de buenas a primeras el disco no me pasó de objetivamente bueno y poco más. Quizás porque casi todas las canciones que contienen algo más e caña están empaquetadas en la segunda mitad del álbum, mi primera sensacion es que todo transcurría de una forma ligeramente plana y que la faltaba algo de energía y de memorabilidad. Por suerte, estos dias he ido bastante de culo y me he obligado a retrasar muchísimo más de lo que me hubiera gustado la finalización y la publicacion de esta reseña. Por suerte, sí, ya que este intervalo de tiempo me ha permitido escuchármelo con más calma, interiorizar sus melodías, atmosfera y matices y, en definitiva, quedarme totalmente prendado de él.
La larga y pausada intro que da paso lentamente a la inicial y tambien relajada pero opresiva «In Remembrance» (cuyas primeras notas de verdad no sonarán hasta al cabo de un minuto largo) ya nos viene a dar a entender un poco lo que vamos a encontrar en este disco. Las numerosas melodías y los múltiples recursos que ayudan a conseguir una atmosfera inquietante pero a la vez romántica son elegantes y deliciosos, y tanto los largos pasajes a modo de estrofa como el antémico y pegadizo estribillo (con una melodía de guitarra que recuerda mucho a sus compatriotas Ghost – una banda con los que se los ha relacionado a menudo, insinuando incluso que alguno de los miembros de Tribulation se ha puesta la máscara de Nameless Ghoul en más de una ocasión) me resultan la mar de motivantes a pesar de no descubrirnos realmente nada que no conociéramos ya.
«Hour of the Wolf» fue uno de los adelantos más celebrados y la verdad es que no se pueden escatimar elogios hacia ese irresistible riff principal de ascendencia gótica que ayuda a certificar sin ningún género de dudas que el impecable trabajo a las guitarras (normalmente, unas Gibson ES más voluminosas que los escuálidos miembros de la banda encargados de tocarlas) es el gran activo que tiene esta banda. Tras ellas, completan este muy buen tema (que para mí no es de los mejores) una generosa multitud de delicados samplers ochenteros, repeticiones infinitas, atmosferas nebulosas y otro estribillo infeccioso marca de la casa.
«Leviathans» fue el primer adelanto que pudimos escuchar de este album y, una vez más, se trata de otro tema excelentemente construido, con una instrumentación magnífica y, ahora sí, algo de la potencia y de la fuerza que quizás no habíamos acabado de encontrar del todo en los dos primeros cortes. Aunque hay una melodía en la guitarra en concreto que me chirría cada vez que la escucho, lo cierto es que aquí nos encontramos un nuevo estribillo brillante y que, en global, estamos ante uno de los temas más conseguidos de todo el disco, en el que logran que esa bailable mezcla entre gótico, death, pop (no me digáis que no les véis un poco bastante de bandas como The Smiths o los The Cure más pizpiretos) y todo lo demas suene de lo más creíble y natural.
«Dirge of a Dying Soul» empieza con un riff a lo Familia Monster que acaba convirtiéndose prácticamente en una especie de marcha fúnebre repleta de matices y de flamboyantes y severos arreglos. Tras él, un pasaje acústico marca el ritmo lento, pausado y lánguido con el que transcurre el resto de la canción, fantasmagórica y decimonónica al máximo. Y si bien es verdad que quizás aquí es donde más evidentemente se nota esa aparente falta de punch de la que hablábamos más arriba, no es tampoco menos cierto que se trata de un tema verdaderamente épico y con un potencial a himno muy serio. Eso sí, aunque disfruto y mucho de algunas de las bonitas, nostálgicas y livianas melodías que nos presenta, personalmente me cuesta ponerlo entre lo más destacado de lo que encontraremos aquí.
«Lethe» es un bonito, oscuro y evocador interludio a base de piano romántico y madera crujiente que, de alguna manera, sirve de separación entre una primera y una segunda mitad del disco que ya veremos que son bastante diferentes. Tiene un aire a ese «Purgatorio» que encontrábamos en Down Below y la verdad es que se le pueden poner pocas pegas a su belleza y delicadeza. Aunque bastante breve, esta dulce pieza nos obliga a cerrar los ojos y a vaivenear ligeramente con la cabeza mientras esbozamos una embobada sonrisa soñadora y melancólica.
El riff inicial a lo «Prowler» y el espíritu inequívocamente NWOBHM que impregna la mayoría de pasajes de «Daughter of the Jinn» son la primera gran sorpresa del disco (sin duda la más grande, y quizás la única), y sirve para liderar un tema motivante, épico y con tanto gancho como es humanamente posible. Quizas diré una animalada, pero además de Maiden y compañía también me ha parecido escuchar un toque (probablemente involuntario) a Placebo que me he encantado y que, exista o no, me ayuda a valorar esta cancion como uno de los mayores temarrales del disco (si no el mayor). Y a juzgar por la posición que ocupa entre lo más escuchado de la banda en Spotify (la primera), parece que la mayoría de fans también están bastante de acuerdo.
En «Elementals» se esfuman las sorpresas y vuelven al 100% los Tribulation a los que estamos acostumbrados (y no lo digo especialmente como algo negativo). Momentos enérgicos, pasajes susurrantes y atmosféricos y danzarinas melodías ghostianas se mezclan y se empujan para formar la canción más corta del disco y, quizás, también una de las más resultonas. Las repetidas escuchas que le he pegado al disco durante estas últimas semanas han hecho que haya interiorizado casi a la perfección todo su inmenso catálogo de melodías infecciosas. Una de los que se me ha pegado más adentro es el soleme riff principal de «Inanna», salpicado de pequeños toques ochenteros. A medida que avanza la canción, y sin irse demasiado lejos de la misma sencilla base que ejerce de guía de principio a fin, la banda empieza a dar vueltas sobre sí misma de forma deliciosa a base de inifinitos meandros y detalles en sus guitarras. Aunque en esta ocasión transcurre por derroteros lentos, densos y severos y rechaza recurrir a la etérea livianidad que rodea su música y su puesta en escena habitual, se trata de otro temazo a contar también entre lo mejor de este trabajo.
El tercer single del disco fue «Funeral Pyre», sin duda el más directo y enérgico de los tres. Gracias a un muy buen estribillo, a una dinámica en general muy poderosa y a una genial parte intermedia, se trata de un tema con visos de perdurar en el repertorio de la banda. Acabamos con este trabajo con la épica «The Wilderness». La melodía inicial podría encajar perfectamente en una banda de viking metal, y su ritmo machacón la acercan más que ninguna otra al melodeath que domina buena parte de su país de origen, pero en su global vuelve a tratarse de un tema perfectamente reconocible y con todas las señas de identidad de la banda. Su elección como corte final no es casual, y sin duda sus larga duración, sus elevados niveles de épica y dramatismo (y los múltiples aires a Ghost una vez más) y su final apoteósico la convierten en ideal para este cometido.
Where the Gloom Becomes Sound es un disco más que notable a nivel compositivo y de ejecución y viene repleto de momentos memorables en la gran mayoría de sus surcos. Además, en mi opinión crece con las escuchas y acaba haciéndose un lugar sin demasiados problemas entre lo más destacado de la producción discográfica de Tribulation. Si hay algún pero que ponerle es que la imagen, el sonido y el personaje que se ha creado la banda son tan específicos y evidentes que quizás pueden caer en algún tipo de previsibilidad y encasillamiento. Pero aunque es cierto que aquí encontramos bien pocas sorpresas inesperadas, no es menos cierto que la calidad global es de nuevo magnífica. A falta de ver como se las apañan sobre el escenario sin Jonathan, Tribulation son toda una garantía tanto en disco como en directo. Y que dure.
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.