Me es complicado afrontar este artículo. Hace cerca de dos meses que tengo en mis manos el tercer disco de Triptykon y no había encontrado el valor como para ponerme a hablar de él. No por nada en concreto. Simplemente, sé que diga lo que diga, mis palabras nunca estarán a la altura de lo que Requiem merece.
Hoy tengo el placer de revisar para todos ustedes el que será el disco del año. Tom Warrior es posiblemente el máximo exponente del metal extremo y Triptykon es su nuevo brazo ejecutor. Si hay un personaje que parece que es inmune al desgaste del tiempo, ese es Tom Warrior. Me atrevo a afirmar que su calidad ha ido mejorando con su experiencia. De su mente ha nacido gran parte del metal extremo; la esencia, mejor dicho. Desde los seminales EP’s firmados bajo el nombre de Hellhammer, pasando por los primeros y el último de Celtic Frost, y rematando con esta trilogía modélica etiquetada como Triptykon, Warrior ha gestado obras colosales solo al alcance de gente especial.
Su nuevo invento ha salido más que satisfactorio. Atrás quedan esos experimentos fallidos en los que flirteaba con el glam metal –Cold Lake (1988)– o con el industrial y el nu –Prototype (2002)-. Ahora tira de galones y acompaña su doom con una orquesta sinfónica, la Metropole Orkest.
Tom lleva 35 años en activo y su evolución es un continuo. Ya establecido bien con Triptykon y ese sonido más doom, retoma un proyecto de la época Celtic Frost y lo moldea para que suene diferente a todo. Si una cosa está clara es que este artista sigue teniendo mucho que decir y aportar en el mundo del metal.
El lanzamiento de Eparistera Daimones (2010), su debut con Triptykon, vino acompañado de mucha presión porque necesitaba demostrar al mundo que había vida post Celtic Frost. En Melana Chasmata (2014) se notó una banda más suelta, sin presión. Ahora que ya no necesita convencer a nadie y ha logrado pasar página definitivamente con Celtic Frost.
La publicación de este disco tiene sus riesgos, pues ha sido grabado en una sola toma y en directo, sin margen de error ni margen para repetir nada. El sonido, pese a ser un directo, es increíble. Repito, en este disco encontramos dos bandas bien diferenciadas. Por un lado encontramos la parte metálica de Triptykon y por otro, la Metropole Orkest, una orquesta que no solamente actúa como acompañamiento sino que se presenta como imprescindible para el resultado final del disco. El disco fue grabado íntegramente durante la edición del pasado año del festival Roadburn. Esta vez la portada del disco ha sido creada por Daniele Valeriani y, por cierto, me parece espléndida.
Tras muchas, muchas escuchas de Requiem, y ya de inicio, os digo que es increíble. La canción “Grave Eternal” es superlativa. Este proyecto nació hace muchos años, concretamente en 1986, pero no fue completado hasta hace relativamente poco tiempo. Creo que es este era el mejor momento para que Tom lo terminase, pues la derivación Triptykon de su sonido ha ayudado a definir este nuevo disco.
La versión de anticipo para la prensa tenía solo tres cortes. “Rex Irae” partía como abridor con sus casi siete minutos de duración. Entonces arrancaba la maravillosa suite “Grave Eternal”, que con sus 32:30 minutos de duración se reafirma como la canción más espectacular del año e incluso de la carrera de Tom Warrior. “Winter” cierra con sus casi siete minutos, y encontramos un lapso final para los aplausos de los fans reunidos en Roadburn.
En la versión final, “Grave Eternal” se ha divido en seis partes para facilitar su escucha al oyente. Personalmente, me quedo con la suite entera, sin cortes. Tiene más potencial.
Los tres cortes de Requiem son impolutos. La facilidad con la que la banda interpreta su papel es increíble. La actual formación compuesta por Tom, la siempre espectacular en su papel de guitarrista V. Saturna y Vanja Slajh en el bajo, forman una muralla sonora melódica excepcional. Sus ilimitados recursos salen a relucir a lo largo de todo el disco. En cambio, el papel de Hannes Grossmann queda algo deslucido, ya que su batería no logra aportar mucho a tan pulcro sonido.
“Rex Irae” abre de forma ruda pero con una instrumentación super rica por parte de la Metropole. No nos engañemos, este corte tiene los momentos más duros del disco. El juego de voces de Tom y la cantante Safa Heraghi tiene momentos mágicos. No será la única vez que Safa se encargue de las voces, pues es un recurso muy utilizado en “Grave Eternal”. Los pasajes que uno puede descubrir en esta suite son infinitos, y mi acercamiento a esta canción es diferente cada vez que la afronto. Difícil de exponer con palabras, a modo resumen, lo que esconde esta canción, así que lo mejor es descubrirlo y disfrutarlo cada uno a su manera.
Requiem no es un disco al uso, no es un disco fácil. Tampoco es un disco ligero. Pero es un disco rico, intenso, memorable. Un disco a la altura de una leyenda y un disco que apuntala la huella de un genio, Tom Warrior. Sin duda, es el DISCO del año.