Quiero y debo hacer la crítica del nuevo disco de Trivium sin caer en mi propio hype. Mi relación con los de Orlando es de puro amor aunque soy crítico cuando es preciso. Hoy os presento su noveno disco titulado What the Dead Men Say (2020). Y lo hace medio año tarde. Su patrón de disco cada dos puntuales años se vio truncado por el nacimiento de mellizos en casa Heafy. ¡Enhorabuena, padrazo!
No vamos a poner a la banda en contexto. Espero que nadie en su sano juicio no haya oído nunca nada de Trivium. Puede gustar más o menos pero su nombre ya es de los grandes. Y se lo merecen. Nueve discos variados partiendo del metalcore, pasando por el thrash y el metal alternativo, y encontrando su sonido definitivo en esta especie de fusión entre el black y el metalcore… ¿blackcore? ¿Eso existe?
Lo que sí voy a marcar en rojo y como punto su inflexión es el fichaje de Alex Bent en la siempre desafortunada posición de baterista en la banda. Este es el segundo álbum en el que Bent se aplica con sus pedales y baquetas, y en ambas ocasiones ha demostrado que es uno de los batacas más excepcionales de la escena.
What the Dead Men Say se esconde tras una impactante y soberbia imagen de artwork de la que desconozco detalles pero que me encantaría poner en contexto. Tras esta portada encontramos nueve canciones tras una introducción titulada “IX”, haciendo referencia a que se trata del noveno disco de la banda. La duración total supera los 46 minutos. Suficiente aunque estoy desando escuchar que caras B en forma de covers que nos regalarán durante este año.
La primera impresión tras varias escuchas del álbum entero es que What The Dead Men Say cumple perfectamente con su propósito. La banda sigue (¡sí!) el camino iniciado con The Sin and the Sentence (2017) y deja claro que este será ya su sonido definitivo. Las melodías siguen siendo ricas por parte de Matt, Corey y Paolo, los riffs vuelven a ser impresionantes y la batería incluso mejora en variedad de recursos a la de The Sin and the Sentence.
En cuanto a el trabajo de Matt en las voces, es suculento y mimado. Las voces limpias son penetrantes -como nos tiene acostumbrados- mientras que en los guturales se detecta incluso un nuevo recurso a modo de grito como el que se puede escuchar en algún pasaje de “Amongst the Shadows and the Stones”. Las letras vuelven a ser un acierto por parte de Paolo.
De los nueve cortes encontramos siete de puro músculo más dos medios tiempos que, esta vez, no alcanzan el nivel de antaño. Estoy hablando de “Bleed Into Me” y “Scattering the Ashes”. Quizás porqué están rodeadas de canciones repletas de vertiginosos riffs, blastbeasts endiablados o guturales. Quizás porqué es complicado repetir la calidad de canciones tan míticas como “Dying in Your Arms”. Por suerte, las dos canciones citadas son las más cortas del trabajo, ambas por debajo de los cuatro minutos de duración.
Y en cuanto a los highlights, que al final es lo que más interesa al oyente y al lector, la calidad de los siete cortes cañeros es sobresaliente. El despegue del disco encadena tres canciones poco menos que sublimes, “What the Dead Men Say”, “Catastrophist” y “Amongst the Shadows and the Stones”, a las que añadimos la anteriormente citada y suculenta intro. Esto suma 19 minutos en los que no sabes en quién focalizar tu atención, pues la multitud de ricos recursos se amontonan tras melodías tan buenas como pegadizas. Las tres canciones lo tienen todo para triunfar entre las mejores canciones de la banda (una lista que cuenta ya con muchos puñados de canciones).
Tras la poco inspirada “Bleed Into Me” encontramos “The Defiant”. Una canción poco convencional que por momentos se acerca más al thrash. Cuenta con un estribillo tipo radio-fórmula en el que las voces limpias de Matt flirtean con los guturales del siempre imponente Corey. Una canción ligera, de poco más de cuatro minutos, y muy directa.
Con “Sickness Unto You” recuperamos la faceta más alternativa de Trivium pero adornada con un juego de batería imponente e implacable. Los dobles bombos y los blast beats corren que se las pelan para regalarnos una interpretación enorme de Alex Bent. El solo de guitarra del tramo central es precioso y marca la mutación de la canción hacía el core más cañero. El tema no alcanza el nivel del trío inicial pero es de notable muy alto, una canción que gana enteros a medida que la escuchas más y más veces. Además, conociendo a Matt, seguro que será una canción fija en el repertorio de la próxima gira.
Y así entramos en el tramo final. Tras esquivar “Scattering the Ashes”, nos enzarzamos entre las melodías de “Bending the Arc to Fear”. Una notable canción pero que carece del gancho que se nota que buscaban. Y en el cierre situamos “The Ones We Leave Behind” con la que sí logran su propósito. Se trata de una canción perfectamente equilibrada en cuanto a recursos y voces y que cierra el disco de la mejor manera posible.
Pues parece que la balanza entre lo bueno y lo malo vuelve a caer del lado del acierto. Trivium logró sobreponerse al mal disco que fue Silence in the Snow (2015) con The Sin and The Sentence (2017), y ahora logran por fin encontrar el sonido que les encaja como anillo al dedo. Es fácil escuchar una canción sin saber su autoría y poder adivinar que es de Trivium. Esto que parece una tontería es una de las cosas más difíciles de lograr para una banda, y los de Orlando han creado un sonido propio que solo ellos saben moldear.