Udo Dirkschneider ha estado de gira los dos últimos años bajo el nombre de su apellido, es decir, Dirkschneider, tocando material de su etapa en Accept por última vez, según se ha dicho. De hecho, pudimos verlo en el Rock Fest 2017. Lo que deberían haber sido unos conciertos acabó siendo una gira mundial con millones de fans viendo a un mito viviente, como es el bueno de Udo, tocando los temas que lo encumbraron.
Con el tour llegando a su fin, y usando el tiempo de la gira para componer, parece ser que ha llegado la hora para material nuevo de U.D.O., una buena forma de cerrar una etapa y seguir hacia adelante con el álbum número 31 de su carrera. ¡Ahí es nada! Eso sí, escuchando este Steelfactory (2018) se ve claramente de dónde han sacado las influencias. De hecho, hasta AFM ha reconocido abiertamente las influencias de ese tour en este disco. Esto nos lleva a interpretar qué escucharemos antes, incluso, de darle al play: heavy metal de toda la vida, grandes riffs, grandes líneas de bajo, batería pesada y momentos vocales para corear en concierto. ¿Me equivoco? No, seguro que no.
Empezamos con “Tongue Reaper”, y lo hacemos muy straight forward, como suele decirse en inglés. Tras una intro de unos 30 segundos, vamos directos a barraca con todos los elementos mencionados. No me equivocaba, como bien sabíamos todos. “Make the Move” tiene ese ritmo machacón de otros temas que el menudo cantante tiene en su carrera. Heavy metal 100%. Cerramos el trio inicial con “Keeper of my Soul”, con ciertos arreglos arabescos y un ritmo incluso más machacón que su predecesora.
“In the Heart of the Night” sigue la estela, aunque quizá con un toque más melódico en sus guitarras, especialmente al principio. Tiene un cierto aire a película ochentera que no sé definir de otra forma. “Raise the Game” vuelve a demostrar lo ya mencionado, que todo es muy predecible, incluso esos arreglos con aire moruna (de nuevo). Esto podía ser Accept hace 30 años, perfectamente.
Creo que podría seguir diciendo lo mismo durante las siete pistas restantes (el álbum tiene 13 + dos bonus tracks), así que mejor dejarlo, pues leer por leer es tontería. ¿Hay alguna cosa más divertida en el disco? Sí, de hecho todo el disco puede ser divertido, si nos quitamos de encima la sensación de haber escuchado esas melodías centenares de veces, pero quizá se pueda destacar “A Bite of Evil”, su gran introducción de bajo y cierto aire cómico-horrorístico hablando de hombres lobo. Y, quizá, el último corte, “The Way”, balada que suena rara por esa textura rasposa del vocalista, pero muy emotiva en lo letrístico.
Steelfactory, en definitiva, nos ofrece 13 o 15 canciones (dependiendo de la edición que tengas) en poco más de una hora de puro heavy metal. Lo habrás escuchado diez mil veces, sabrás que viene tras cada segundo, y aún así es un buen disco en su estilo. Si te gusta lo que ha hecho en su carrera, dale una escucha. Si no te gusta, no pierdas el tiempo, no ofrece nada nuevo.
Llevo en esto del heavy más de media vida. Helloween y Rhapsody dieron paso a Whitesnake y Eclipse, pero Kiske sigue siendo Dios.
Como no sólo de música vive el hombre, la literatura, Juego de Tronos y los tatuajes cierran el círculo.
Algunas personas dicen que soy el puto amo, pero habrá que preguntarles por qué.