Seamos sinceros, la parroquia rockera siente profunda aversión hacia los actuales U2 debido principalmente a un par de razones: la hipotética superioridad moral del mesiánico Bono y la actitud devota e intransigente de la mayoría de los admiradores incondicionales del conjunto. Pero si dejamos de lado estos irritantes factores y solo nos centramos en su cosecha musical, concretamente desde la publicación del Three EP en septiembre de 1979 hasta mediados de la década de los noventa (justo cuando vio la luz el comercial y controvertido Pop), hay poco que podamos reprocharle a una carrera ascendente y sustanciosa.
En mi caso, si tengo que rememorar un exclusivo recuerdo asociado con esta fructífera etapa del grupo, suelo citar el impacto que me produjo la inicial escucha del celebrado The Joshua Tree. Era una resplandeciente mañana pre-primaveral, estaba haciendo campana de una clase del instituto y llevaba en mi walkman una grabación casera, que me había pasado un fanático de la banda, de ese disco recién salido del horno. Tras la asombrosa y satisfactoria audición quedé convencido de que con semejante excelente temario el cuarteto irlandés conquistaría el mundo. Y así fue, aunque demasiado para mi gusto.
Reconozco que, hasta este profético y desaforado momento que les reportó la eterna popularidad, había seguido su trayectoria con acentuado interés, adquiriendo gran parte de sus ediciones (tanto en elepé como en maxi single) y pinchándolas con cierta asiduidad. Y confieso que hoy en día aún me encantan trabajos como el exquisito The Unforgettable Fire, el vibrante directo Under a Blood Red Sky, el determinante War y, por supuesto, el sugestivo debut que voy a desgranar a continuación, con motivo de su 40º Aniversario.
Boy se abre con “I Will Follow”, la pieza que mejor desvela las futuras señas de identidad de la formación y el único clásico que no ha faltado en ninguna de sus giras. A partir de aquí, los siguientes diez cortes no son tan redondos si bien mantienen una precisa cohesión sonora, deudora del incipiente post punk de la época pero impregnado con una acertada pátina vanguardista por cortesía del heterodoxo productor Steve Lillywhite.
Así pues, del restante paquete de composiciones destaco, por este orden, la penetrante “Twilight”, la trotona “Another Time, Another Place”, la atmosférica “Into the Heart”, la oscura “An Cat Dubh”, la trepidante «The Electric Co.» y la intensa «Out of Control». Mención especial para la cautivadora «11 O’Clock Tick Tock», considerada una cara B oficial de este plástico, pese a que ya había sido lanzada anteriormente como single, y que afortunadamente volvió a aparecer en el registro Live at Red Rocks de 1983.
A nivel interpretativo, si afirmo que el característico timbre vocal de Paul Hewson (verdadero nombre de Bono) y las originales prestaciones guitarrísticas de Dave Evans (alias «The Edge») son los dos fundamentales elementos que más sobresalen en el cancionero de esta obra no voy a descubrir nada nuevo que no se haya dicho multitud de veces, pero sería inaceptable obviar la eficiencia aportada por Adam Clayton y Larry Mullen Jr. en la solvente base rítmica.
Finalmente, solo me queda resaltar la atrayente carátula frontal que muestra un sobrio primer plano de un chaval, mirando fijamente a la cámara, con una pose que revela las desnudas inocencias y las ambiguas inquietudes adolescentes que se desprenden en el repertorio de letras del álbum.
October sería su segundo largo. Para muchos, un proyecto fallido. Para mí, un paso necesario.