Un repaso a la carrera de Iced Earth

Hablar de Iced Earth es hacerlo de su guitarra rítmica, compositor y alma mater absoluta: Jon Schaffer. Muchos músicos han pasado por la banda, algunos con más pena (o repercusión) que gloria, pero no creo que nadie que conozca a los americanos pueda dudar ni un instante que Iced Earth es la vida y obra del genial guitarrista afincado en Tampa.

Sería absurdo imaginar la música de los americanos sin Schaffer, de la misma manera que lo es imaginar la de Demons & Wizards (el proyecto que tuvo con Hansi Kursch, cantante de Blind Guardian y gran amigo suyo), ya que sus riffs deberían tener marca registrada. De hecho, me atrevo a decir que pocos, poquísimos guitarras rítmicos tienen un estilo tan característico y personal como el de Jon.

Tras varios nombres, algún disco y varios cambios de residencia, Iced Earth comienzan oficialmente su vida en 1988. El nombre viene dado por el trágico accidente de motocicleta de un amigo del músico, drama que, además, inspiró una de mis canciones preferidas del grupo, “Watching Over Me” (Something Wicked This Way Comes, 1998). Con Gene Adam a la voz, se lanza Enter The Realm (1989) y, en 1990, el álbum homónimo al grupo. Para el que suscribe este es el primer disco oficial de la banda, pues el anterior tenía una duración de apenas veinte minutos.

Tanto en Iced Earth (1990) como en su siguiente lanzamiento, Night Of The Stormrider (1991), con John Greely a la voz, las cartas empiezan a estar sobre la mesa. Un estilo que cabalga entre el power, el heavy y el thrash. Ritmos y riffs muy marcados y pesados, un sonido potente, de los que sientes que te golpea, y todo ello sin perder de vista la melodía. ¡Ojo! No entendamos por melodía lo mismo que hace Helloween, la comparación es absurda. Sí, la música de Iced Earth es melódica, con algunos solos tremendos, pero los toques más power (en cuanto a rapidez continua y melodías facilonas) son más bien escasos.

Llegamos así a 1995, año imprescindible para la banda y su popularidad. Matt Barlow toma las riendas de las voces y deja a propios y extraños absolutamente boquiabiertos. La potencia de Barlow la he visto en pocos cantantes, y su directo era tan bestial que dejó a sus amigos Blind Guardian como unos simples aficionados. Es con él a la voz que el grupo adquiere la fama y popularidad que sus trabajos merecían, llevándolos a tocar a festivales de solera como el Wacken.

The Dark Saga (1996) abre la que, quizá, es la trilogía más importante del grupo. El disco, basado en el personaje Spawn, contiene un puñado de muy buenas canciones, entre las que destaco «A Question Of Heaven”, “Violate” o “I Died For You”, canción tremendamente triste y tremendamente bonita. Uno de sus grandes clásicos.

Tras el intermedio que supuso Days Of Purgatory (1997) (re-grabaciones de temas de su primera época pero ahora con la nueva formación), parieron la joya de la corona, Something Wicked This Way Comes (1998), punto álgido de su carrera. Más allá de la trilogía final (“Prophecy”, “Birth Of The Wicked” y “The Coming Curse”), el álbum es un petardazo se mire por donde se mire. Temas potentes como “Burning Times” o “Disciples Of The Lie”, temas tremendamente melancólicos como “Melancholy” (no se podía adivinar, ¿no?), “Watching Over Me” o “Blessed Are You” e incluso una instrumental de muchos quilates como “1776”. El disco marcó a toda una generación de amantes del estilo, así como las portadas que, más o menos, acompañarían a la banda desde entonces.

En 1999 (y años más tarde en DVD) lanzarían un directo a la altura de los mejores. Desconozco si hubo mucho trabajo de estudio en la producción, pero si fuese que no, los griegos habrían tenido la fortuna de ver unos shows inigualables. Alive In Athens (1999) es un triple disco directo altísimamente recomendable.

Y así llegamos a 2001, en el que lanzan el tercero de su gran trilogía, Horror Show. Para muchos es su mejor disco, pero más allá de “Wolf”, trallazo donde los haya, el disco me dejó algo frío. Quizá, casi veinte años después, deba darle una nueva oportunidad…

2001, año marcado en rojo en la historia de la humanidad, también en la de Iced Earth. El atentado contra las Twin Towers deja a Barlow tan afectado que decide abandonar su carrera musical y dedicarse a la ley y orden. Su tremenda cabellera pelirroja da paso a una cabeza rapada, y su plaza en el grupo la ocupó Tim Owens. No, no pegaba ni con cola, pero así lo decidió Schaffer. Creo que The Glorious Burden (2004) fue una decepción para todos los fans del grupo. De hecho, más allá de “When The Eagle Cries” (y no por la música, sino por su significado), no recuerdo ningún otro tema.

A partir de aquí todo empezó a ir cuesta abajo. Siguieron sacando discos (aún otro con Owens, Framing Armageddon: Something Wicked Part 1 (2007), pero su repercusión fue prácticamente nula. De vez en cuando leía que Iced Earth lanzaban un nuevo álbum, y solo acertaba a pensar: “¿Pero aún siguen en activo?”.

Tal era el desajuste que en 2007, y por presión popular, Schaffer volvió a llamar a Barlow. Si la dupla había funcionado antes, ¿por qué no ahora? Sí, hubo discos, pero como ya se ha dicho, no era lo mismo, faltaba algo. ¿Qué? No lo sé, pero todo desembocó en la segunda salida del gigante pelirrojo de la banda, en 2011, y Stu Block (Into Eternity) lo sustituye. Y sí, ahora sí habían encontrado a un digno sustituto. Block tiene una voz mucho más característica y adaptable a los riffs de Schaffer. Con voz grave, agresiva y potente, con cierta semejanza a la de su predecesor, los Iced Earth de Block parecen vivir una segunda juventud, en especial tras su último lanzamiento, Incorruptible, uno de los mejores discos de 2017.

En pocos meses los tendremos en el Rock Fest, y será hora de valorar si siguen siendo la apisonadora que un día fueron y si, más allá de la comodidad del estudio, Block es un digno sucesor de Matt Barlow.

Xavi Prat
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Llevo en esto del heavy más de media vida. Helloween y Rhapsody dieron paso a Whitesnake y Eclipse, pero Kiske sigue siendo Dios. Como no sólo de música vive el hombre, la literatura, Juego de Tronos y los tatuajes cierran el círculo. Algunas personas dicen que soy el puto amo, pero habrá que preguntarles por qué.