Crónica y fotos del concierto de Moonspell + Rotting Christ + Silver Dust - Sala Salamandra (L'Hospitalet de Llobregat), 8 de noviembre de 2019

Un terremoto llamado Moonspell sacude Barcelona con la valiosa ayuda de Rotting Christ

Datos del Concierto

Bandas:
Moonspell + Rotting Christ + Silver Dust
 
Fecha: 8 de noviembre de 2019
Lugar: Sala Salamandra (L'Hospitalet de Llobregat)
Promotora: Madness Live!
Asistencia aproximada: 500 personas

Fotos

Fotos por Manuel Damea

Nuestra Previa

Rotting Christ – The Heretics

Las leyendas del metal extremo heleno Rotting Christ publican The Heretics vía Season of Mist después de su anterior Rituals (2016). Lejos quedan los años del rompedor Non Serviam (1994) o el punto de inflexión que significó Aealo (2010). La huestes

Moonspell – 1755

No se puede negar que los portugueses Moonspell siempre han sido una banda valiente, anteponiendo sus dúctiles inquietudes creativas por encima de apalancarse y regocijarse en las mieles de aquellos momentos en los que han abrazado el éxito. Su disco

Como ya sabéis que soy dado a las confesiones, empezamos con la de hoy: me apunté a este concierto más por inercia que por tener muchísimas ganas de ver (de nuevo) a los que iban a ser protagonistas de la velada. Moonspell es una banda que siempre me ha gustado, que he seguido con bastante continuidad y que ha conseguido amasar una carrera más que notable a mis ojos y a los de todo el mundo, pero a día de hoy difícilmente los colocaría entre mi abanico de bandas favoritas o a las que presto más atención. Algo parecido puedo decir de los griegos Rotting Christ, una banda que ha sabido más o menos reinventarse con éxito y cuyos directos (y alguien diría incluso discos) son totalmente impecables, pero que sin duda estaban bastante más presentes en mi día a día de mediados de los noventa que lo que están hoy.

Pero cuando anunciaron esta gira, y a pesar de encontrarnos en plena vorágine de conciertos ametrallando el calendario otoñal barcelonés, no dudé ni dos segundos en apuntarme, algo que hice casi sin pensarlo. Y fíjate tú por donde, hice la mar de bien, porque los bolazos que se marcaron ambas bandas fueron de aúpa, con un sonido (como es habitual en Salamandra, por otro lado), una actitud y una comunión entre músicos y público probablemente inmejorables. No sé si alguna fuerza intuitiva interna ya lo sabía o es que el hecho de no venir con ninguna expectativa concreta abrió un resquicio a la sorpresa (una sorpresa que no tendría que haber sido tal de habérmelo pensado bien, la verdad), pero el hecho es que disfruté de la noche bastante más de lo que esperaba.

La configuración de esta gira, por cierto, se parece mucho a una de las que recuerdo como más especiales de mi adolescencia: la que formaron los propios Moonspell y Rotting Christ junto a los suizos Samael allá por 1996 o 1997 y que pasó por la añorada Sala Garatge de Barcelona para delirio de muchos (sin duda, para el mío y el de mucha gente en mi entorno). Ese concierto coincidió exactamente con la época en la que profesaba una mayor devoción hacia las tres bandas protagonistas, que venían con tres discazos como Irreligious, Passage y Triarchy of the Lost Lovers bajo el brazo, así que os podéis imaginar como lo vivió un jovenzuelo impresionable como yo. Supongo que si siguiera tirando de inercia también podría decir que esos fueron precisamente los discos más brillantes de la carrera de todas ellas, pero si me tomo un momento de reflexión (algo que nunca está de más), tal afirmación sería probablemente injusta y aventurada, ya que las tres (y sobretodo las dos que nos incumben hoy) han seguido trabajando y avanzando con decisión y valentía, sacándose de la manga una cantidad de trabajos de calidad (algunos, incluso brillantes) más que respetable.

Por cierto, a pesar de que la última visita de Moonspell fue un sonoro fracaso a nivel de ventas (vinieron a esta misma sala a presentar 1755 hace un par de años y, por lo que sé, tuvieron que sufrir una asistencia sorprendentemente paupérrima), y de que incluso cuando se acercaron hace unos tres años a Razz 2 para interpretar Irreligious en su totalidad la cosa distó mucho de ser un éxito de masas a pesar de lo atractivo de la propuesta, en esta ocasión Salamandra presentó un aspecto magnífico. Ya he comentado en alguna ocasión que me da la sensación que últimamente hay más gente en los conciertos (en casi todos) que hace cinco años o así, pero también me gustaría aprovechar por romper una lanza por la gente de Madness Live, cuyos eventos a día de hoy se cuentan por éxitos casi garantizados. Algo que no podemos atribuir, para nada, a la casualidad.

Silver Dust

Cuando entré en el bar de enfrente de Salamandra para agenciarme un bocadillo reparador y la primera cerveza de la noche no encontré demasiada pasión entre los parroquianos que conocía para entrar a la hora y darles un chance a los suizos Silver Dust. Lo que había escuchado previamente de ellos tampoco me volvió loco, eso ya os lo digo, pero la simpatía y el compromiso que me demostró personalmente su líder Lord Campbell cuando nos grabó este vídeo escogiendo los ganadores de las entradas que sorteamos, tiempo ha, para su gira junto a Lordi, me tocó el corazón y me despertó la curiosidad hasta el punto de sacarme una sonrisa saber que estarían presentes en esta gira. Siendo sinceros, claro, me hubiera gustado más que fueran Samael de nuevo quiénes hubieran completado el cartel (y creo que habría sido buena idea jugar con la nostalgia de esta manera), pero lo de Silver Dust también me hizo ilusión.

A pesar de lo que pudiera afirmar el falible sociómetro del bar, lo cierto es que una vez dentro de la sala ya había una cantidad bastante respetable de gente lista para la descarga del quinteto helvético. Y ellos no defraudaron en absoluto con un show lleno de energía y teatralidad que podríamos calificar incluso de inusual para la que iba a ser una primera banda de la noche. En solo 35 minutos empaquetaron más atrezzo que ninguna de las otras propuestas de hoy, se enfundaron en sus sombreros de copa y, con la ayuda de una televisión en forma de enmarcado cuadro vertical con la que fueron interactuando constantemente, descargaron su raruna y ecléctica (pero resultona) mezcla entre (más o menos) metal sinfónico, gótico y alternativo. Sus canciones se sucedieron entre truquitos visuales constantes (entre los más recordados, una batalla entre un tétrico organista en la tele y la guitarra del frontman suizo para interpretar una versión sui géneris de una pesada pieza clásica) y las voluntariosas palabras en catalán de un Lord Campbell que hizo todo lo posible y más (al igual que el resto de la banda) para agradar al público.

Y bien, creo que lo consiguieron. Algunos quizás no acabaron de comprar su propuesta musical (que a mí me pareció, a pesar de no pegar del todo con las otras bandas del cartel, totalmente válida), pero es improbable que no se dejaran enamorar, ni que fuera un poquito, por la pasión, el trabajo, la ilusión y las ganas que le pusieron sobre el escenario. A nivel de sonido (como es normal) empezaron un poco desangelados, pero rápidamente la cosa se ajustó hasta conseguir que su músico se manifestara con un torrente sónico potente, compacto y nítido. El repertorio se centró especialmente en su tercer y último disco de estudio, House 21, del que interpretaron hasta 6 canciones en una media hora larga totalmente resultona que les granjeó los sinceros aplausos del público (y ya había bastante) y que certificó que, al menos como banda de apertura, Silver Dust se lo curran y mucho. Muy buen bolo el suyo.

Setlist Silver Dust:

Libera Me
The Unknown Soldier
Shame On You
The Age of Decadence
Forever
Duo Orgue/Guitare
La La La La
The Calling
The Judgement Day
Ave Satani

Rotting Christ

Si eres de los que te gustan Rotting Christ, no te podrás quejar de la de veces que has tenido ocasión de verlos en estos últimos años. Así a bote pronto, recuerdo el Iberian Warriors de 2017 (que es la última vez que les vi yo), su visita junto a Carach Angren en esta misma Salamandra el día que Metallica tocaba en el Palau Sant Jordi y, por último, hace unos meses abriendo para Watain en Razz 2. Alguno se quejará, probablemente con razón, de que se han apalancado en un repertorio bastante fijo del que no se mueven casi ni un ápice, pero la solvencia, la solidez y la potencia de su ritual escénico (y sin necesidad de ningún tipo de decoración ni atrezzo) es algo que no permite discusión. Y como todos lo sabemos, la gente respondió y se volvió a congregar devotamente ante ellos dispuestos a acompañarlos de nuevo en su viaje diabólico.

Según los horarios que yo tenía en la cabeza, los griegos empezaron unos diez minutos antes de lo estipulado, pero como todo el mundo estaba ya apelotonado en las primeras filas (los fotógrafos no me dieron ninguna envidia hoy, como casi nunca en esta sala) a nadie pareció saberle especialmente mal. Como ya nos imaginábamos, su repertorio se centró sobretodo en su producción más reciente, esa en la que abrazan el estilo bombástico, guerrero y ritualístico que tan bien les representa a día de hoy. También hubo lugar, claro, para alguna que otra pincelada del pasado, pero esas se limitaron a un par o tres de cosas bastante primerizas y a un detalle (para mí inesperado y muy celebrado) hacia mi querido Triarchy of the Lost Lovers.

Debo confesar que, a estas alturas (y eso es algo que no me pasa con casi ninguna banda por muy absurdamente que se llame), no me resulta del todo fácil asimilar un nombre como el de Rotting Christ, al que le veo su sentido como quinceañero pero que me da un pelín de vergüenza ajena como cuarentón que soy tanto yo mismo (¡pero por poco, eh!) como sus propios miembros. Y no es que me haya vuelto cristiano ni mucho menos, eso ya os lo digo, pero este nombre me parece tan juvenil, tan burdo y con tan poco gusto que me cuesta muy mucho identificarme con él. Pero claro, aunque hubieran querido hacerlo al madurar un poco, entiendo que es entre complicado e imposible que se lo cambiaran cuando empezaron a crecer y a hacerse un lugar en el imaginario extremo, así que, al contrario, decidieron abrazarlo completamente y reafirmarse como una banda enteramente devota a Satanás y toda la parafernalia demoníaca que lo rodea. Por ello, los personajes de esa imaginería anticrística siguen siendo casi omnipresentes en la práctica totalidad de sus canciones a día de hoy.

Al igual que pasó con Silver Dust, los primeros compases de su actuación fueron un pelín dubitativos a nivel de sonido, con las muy buenas «666» y «dub-sag-ta-ke» (sobretodo la primera) abriendo el concierto con menos punch del que realmente tienen. Pero una vez se animaron con la gran «Fire, God and Fear», uno de los temas más celebrados de su reciente (y sorprendentemente poco representado hoy) The Heretics como, sobretodo, con la brutalérrima «Kata Ton Daimona Eaytoy» (tema título del que fue, a la postre, el disco más visitado hoy y casi siempre – porque es un discarral -), el incremento de temperatura en la sala y la energía generada por múltiples espinas dorsales sacudiéndose al unísono empezó a hacerse notar. Paralelamente, el sonido empezó a tornarse prístino y atronador (o eso me pareció), y así se mantuvo hasta el último suspiro del concierto.

«Apage Satana» fue la muestra definitiva de que la invocación demoníaca de los hermanos Tolis y compañía no se va de broma, y su ritmo hipnótico, machacón, tribal, ancestral y terrenal hizo que todos los demonios imaginables se hicieran con un lugar en la sala. Rituals es un disco que no me apasiona especialmente, pero la energía maléfica que es capaz de generar una canción como ésta en directo es bastante impresionante y aterradora. Un par de detalles que hace falta comentar: a pesar de que la música de los griegos está llena de arreglos y de múltiples vocecitas, la inmensisima parte de todo lo que tocan lo interpretan ellos mismos, algo que es de agradecer. Y a pesar de lo diabólico de su propuesta tanto en lo musical como en lo lírico, el amigo Sakis parece un cachondo de la vida, así que no sé hasta qué punto lo suyo es todo pose. Pero si lo es, lo disimulan bastante bien.

La muy simplona y casi prehistórica «The Forest of N’Gai» abrió un pequeño periodo de nostalgia, con la brutal, trallera y habitual versión de Thou Art Lord «Societas Satanas» poniendo la sala patas arriba y la genial «King of a Stellar War», perteneciente a mi adorado Triarchy of the Lost Lovers, haciendo que subieran inmediatamente todos mis niveles de adrenalina tan pronto pude identificar sus primeras notas. Una de mis pequeñas frustraciones habituales (y que no sé si también os pasa a vosotros), es que es bastante habitual que las canciones que espero con más ganas o que más me gustan a priori en los conciertos son también las que peor suenan o cuya interpretación menos acaba de convencerme. Quizás es que les pongo una presión que no se merecen, no sé, pero es un patrón que me ocurre a menudo y que volvió a repetirse con este tema, que me atrevería a decir (ya tiene huevos, la cosa) que es el que peor sonó de todo su concierto.

La recta final fue sencillamente inmejorable, con himnos apoteósicos como la épica, oscura y repetitiva «In Numen / Xibalba», el hitazo casi accesible y bailable que es «Grandis Spiritos Diavolos» y el inevitable e infalible cierre con «Non Serviam», que puso el punto y final a una hora de intensidad que satisfizo bastante unánimemente a un personal que venía dispuesto a darlo todo y que así lo hizo desde el primer al último minuto. Los griegos pueden ser previsibles a estas alturas, no lo niego, pero han conseguido moldear una fórmula muy identificable que les funciona y que en directo suena como un auténtico cañón. El público les agradeció su entrega y su solvencia con un aplauso estruendoso, y supongo que mi camiseta empapada de arriba a abajo puede actuar también de prueba fehaciente de que lo suyo se acercó muchísimo a un bolarracal. Una vez más, Rotting Christ son toda una garantía.

Setlist Rotting Christ:

666
dub-sag-ta-ke
Fire, God and Fear
Kata Ton Daimona Eaytoy
Apage Satana
Dies Irae
The Forest of N’Gai
Societas Satanas
King of a Stellar War
In Yumen-Xibalba
Grandis Spiritus Diavolos
Non Serviam

Moonspell

Llegó el momento de que los reyes indiscutibles de la noche se subieran al escenario, y no puedo negar que me sorprendió un poco la gran expectación que generaron. Ya sé que los portugueses son una banda muy querida por estos lares y que tienen un nombre más que labrado en el panorama pseudoextremo internacional, pero vistos los fiascos de sus últimas visitas no me esperaba que consiguieran casi llenar una sala del tamaño de Salamandra. Tampoco es que estuviéramos apretados, ojo, y de hecho te podías poner bastante cerca del escenario sin tener que sufrir estrecheces en absoluto, pero la gente se repartió por toda una sala que no presentó lagunas ni vacíos y fue capaz de generar un ambiente inmejorable para disfrutar de un evento de este tipo.

Entre otras muchas cosas, si para algo sirvió este concierto fue para certificar que 1755 es un discazo espectacular, quizás el mejor y más completo que Moonspell han sacado desde sus primeros años dorados a mediados de los noventa. Tanto la imaginería como la épica y el sentimiento contenidos en cada una de sus canciones transpiran confianza, clase e inspiración, ya sea porque la temática (el trágico terremoto de Lisboa de 1755) aún hiere en lo más hondo del corazón de la población lusa o porque el uso de la lengua portuguesa como herramienta vehicular por primera vez en su carrera les ha permitido expresarse desde más adento. Sea como fuere, el hecho es que el disco es un placer de principio a fin, y ellos lo saben perfectamente, dándole un protagonismo merecido tanto en el atractivo diseño escénico como en el repertorio.

La reinvención de la misteriosa «En Nome do Medo», cuya versión acústica sirve para abrir este disco y que también hizo lo propio con su actuación de esta noche, es todo un puntazo. Y más aún lo es el hecho que, a medida que los componentes de la banda van entrando en escena, transicionan progresivamente desde esa versión hacia el original eléctrico que se encuentra en Extinct. Un truquito extremadamente resultón que te mete de lleno en el concierto empalmando con los tres primeros temas del disco, las geniales e inventivas «1755», «In Tremor Dei» (me flipa ésta) y «Desastre». En esos primeros compases de la descarga, Fernando Ribeiro apareció ataviado con una lámpara, una máscara y un sombrero la mar de efectistas, y en las distancias cortas rebosó todo el carisma al que nos tiene acostumbrados, llevándose la mayor parte de la atención y mostrándose (también como siempre) extremadamente comunicativo en su excelente español.

A su lado, el mismo line up que le ha acompañado durante estos últimos quince años, con Miguel Gaspar ocupando el sillón tras los parches desde el primer dia, con Pedro Paixao parapetado ante su espectacular teclado, el enchaquetado (se debería freír, el pobre) Ricardo Amorim a la guitarra y el siempre activo Aires Pereira a las cuatro cuerdas. Un line up solidísimo que sonó como los ángeles desde el primer minuto (gracias Salamandra por tu eterna infalibilidad) y que consiguió emocionar al personal, incluso, antes de que empezaran a soltarse con los clásicos, siendo los primeros de ellos «Opium» y «Awake», los dos primeros cortes de ese ya mítico Irreligious que se convirtió en el segundo disco más visitado de la noche pero que, también cabe decirlo, sonaron un pelín raros.

La que no sonó rara para nada fue la brutal «Night Eternal», el tema que da título a ese álbum en el que los portugueses flirtearon con el black metal con más intención que nunca. La orientaloide «Breathe (Until We are No More)» y la muy gótica «Everything Invaded» mantuvieron el nivel de intensidad por todo lo alto antes de que las luces se enrojecieran por completo y dejaran paso a la seductora, sinuosa y misteriosa «Mephisto», que abrió una terna de clásicos impepinables tan distintos como la oscura y lasciva «Vampiria» (con Fernando arropado por su ya clásica capa violeta), la alegre y saltarina «Ataegina» (que tocaron, según el frontman lisboeta, para compensar tanta política y tanto fútbol) o la final (aunque fuera mentira) «Alma Mater», que acabó por ser, de largo, uno de los temas más celebrados de la noche.

A la vuelta del bis, y bajo una luz láser roja procedente de un crucifijo en manos de Fernando, se arrancaron con la también notable «Todos Os Santos» para acabar, como siempre, con el potente homenaje a los hombres lobo que es «Full Moon Madness», un temarraco como la copa de un pino que, de nuevo, no acabó de sonar tan y tan bien como la mayoría de lo que tocaron en la hora y media que se pasaron sobre el escenario. Que no sea eso de las expectativas, porque éste es quizás mi tema favorito de toda su discografía. Sea como fuere, eso no empañó lo más mínimo un concierto magnífico en la que tanto nosotros como ellos lo dimos todo, entrando en una comunión mágica que se tradujo en aplausos, elogios y apasionadas caras de aprobación miraras hacia donde miraras.

Hablo con mucha idealización de ese visita de Moonspell en 1996 que os comento al principio, pero lo cierto es que entre pitos y flautas no me acuerdo demasiado de cómo fue realmente. De hecho, lo que más recuerdo es quedarme de piedra ante la batería electrónica de Xytras de Samael, pero en absoluto os sabría confirmar (ni dejar de hacerlo) si la descarga que las huestes de Fernando Ribeiro dieron ese día fue buena o regular aunque yo disfrutara mucho de todo ello como buen fanboy que era. Mirándolo con cierta perspectiva, estoy bastante seguro que, probablemente, el de hoy ha sido el mejor concierto que yo he visto de los portugueses, que se acabaron largando de Salamandra tras haber firmado una actuación absolutamente impecable que certifica su excelente estado de forma y completa otra noche memorable más en este dulce calendario de otoño que sigue sin dar tregua a la agenda ni a las emociones de todo tipo. Y que dure.

Setlist Moonspell:

Em Nome Do Medo
1755
In Tremor Dei
Desastre
Opium
Awake
Night Eternal
Breathe (Until We Are No More)
Everything Invaded
Evento
Mephisto
Vampiria
Ataegina
Alma Mater

Todos os santos
Full Moon Madness

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Sobre Albert Vila 954 Artículos
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día. Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.