Ya hemos ido diciendo en las últimas semanas que Machine Head es un grupo especial por varias razones. Y lo son porque, sobretodo, el señor Robb Flynn es un tío especial. Nunca ha tenido miedo a evolucionar (sin, eso sí, perder ni un ápice de su esencia), ni a pegarse tiros en el pié a nivel comercial si esto entra en conflicto con lo que siente. Entre sus ocurrencias de estos últimos años estan el dejar de hacer festivales porque no le gustaba tener que tocar a media tarde para gente a quien se la pelaba Machine Head. O renunciar a llevar teloneros para poder tener más tiempo para tocar y no compartir la energía de su gente con nadie más. También es notoria la aversión que tiene habitualmente por los fotógrafos, y en esta ocasión, si no me equivoco, sólo acreditó a cinco (que acabaron siendo cuatro). Genio y figura el chaval.
Pero sinceramente, aunque claro que me habría gustado hacer fotos (y más viendo las espectaculares luces que traían), claro que me gustaría encontrármelos en algun festival o verles llevar una banda telonera que molara, y claro que alguna etapa de su carrera me ha parecido infumable, me dá igual. Así es Robb, gracias a ello así es Machine Head, y yo le aplaudo que sea un bocachancla, que siempre tenga su criterio, correcto o incorrecto, y que haga lo que le salga de los santísimos en todo momento. Pues claro que sí.
Tal y como él mismo dijo en uno de sus habituales speeches durante el concierto, Barcelona (y, concretamente, la sala Razzmatazz) ha sido parada obligatoria en todas y cada una de las giras que los californianos han dado por Europa a lo largo de los años. Y aunque me dá la sensación que en estos últimos tiempos hay algo menos de gente que, por ejemplo, cuando vinieron con Bring Me the Horizon y demás en 2011, la relación de devoción mútua que existe entre banda y fans (mútua salvando las distancias, claro) se mantiene firme, leal e intacta.
El ambiente en los bares era el de las mejores ocasiones, llenos por dentro y por fuera, y había un montón de gente haciendo cola y calentando el ambiente, pero la sala no acabó de llenarse, dejando bastantes huecos en los laterales y en la zona trasera. Una buena entrada, sí, quizás unas mil personas, pero lejos de un sold out que, viendo la apisonadora que son Machine Head en directo, quizás se merecerían.
Personalmente, llegué a la sala justísisimo de tiempo para ver a los californianos por sexta vez (todas en este mismo recinto), y al cabo de pocos minutos de haberme hecho un hueco lo suficientemente cerca del escenario, se apagaron las luces y, sin andarse con chiquitas, Machine Head empezaron su concierto con ni más ni menos que «Imperium», que si no es su gran hitazo poco le falta. A pesar de ser, obviamente, un tema brutal, no acabé de entrar en el concierto hasta que recibí el puñetazo sónico que supone el maravilloso y thrashero riffaco que entra sobre el minuto cuatro y pico, obligándome a mover cuello, pelambrera, puños, labios y de todo durante las casi tres horas que estaban por venir.
Catharsis ha sido recibido con opiniones bastante encontradas, y me parece que hay motivos de sobra para ello, así que tenía ganas de saber como iba a reaccionar el público ante sus temas. El primero que cayó hoy fue «Volatile», y a juzgar por la respuesta de la gente nadie diría que era nuevo, ya que lo cantó hasta el tato. Una que creo que ha llegado para quedarse es «Now We Die», un tema que suena de puta madre en directo y que, parte tras parte, es una auténtica pasada que aprecio más y más cada vez que lo escucho: el riff subiente y bajante es genial, los momentos más pesados te hacen sacudir la cabeza hasta tocar el suelo, mientras que con las partes más épicas es inevitable desgañitarse hasta petar cuerdas. De hecho, y mirad qué os digo, creo que se trató de uno de los momentos más intensos y que más disfruté de todo el concierto.
Alcanzado un sonido más que decente después de unos primeros instantes algo dubitativos (como es habitual), «Beautiful Morning» prolongó el punto álgido en el que nos encontrábamos con toda la potencia, la épica y la inspiración que exhudan las canciones del increíble The Blackening (que, no me canso de repetirlo, para mí es el mejor disco de metal de la década pasada).
Hay que decir que aunque dispongan de tres horas y acostumbren a tocar entre veinte y veinticinco canciones, no hay lugar para demasiadas sorpresas en un concierto de Machine Head. Gira tras gira se repiten los mismos temas, supongo que considerados imprescindibles, y es muy complicado poder disfrutar de algun fondo de catálogo inesperado. «The Blood, The Sweat, The Tears», por ejemplo, es uno de esos temas que a mí nunca me ha dicho demasiado pero que han tocado prácticamente cada puñetera vez que han venido. Interesante como las luces del escenario se adaptaban en muchas ocasiones a los colores de portada de cada disco, y tanto aquí como en «From this Day», que tocarían algo más adelante, el escenario se inundó de un rojo que casi quemaba.
La hardcoreta «Kaleidoscope» quedó muy bien y no me extrañaría que tuviera cierto recorrido en giras futuras, pero la locura se desató a la que la banda se bajó del escenario por primera vez para dejar que por los altavoces sonaran los lamentos lloricas de Robb, enseguida sustituidos por las guitarras acústicas que abren «Clenching the Fists of Dissent». Con sus más de diez minutos, el temarraco que abre The Blackening me flipó en sus infinitas y aparentemente caóticas facetas a pesar de que en la parte final se fuera un poco de madre y no acabara de sonar del todo bien.
A partir de ahí, el entrar y salir del escenario para tomar aire sería casi una constante, lo que por momentos hizo que el ritmo del concierto se cortara un poco. Ahora le tocaba quedarse solo en el escenario al guitarrista Phil Demmel, que desde que llegó a la banda en 2003 se ha convertido en el complemento perfecto para Robb Flynn. Ambos son unos músicos de un nivelón espectacular, pero un solo de guitarra suele ser algo totalmente prescindible a no ser que sea algo que se salga de lo normal de una forma u otra, y el de Phil no lo hizo. Entiendo su función como descansos periódicos, pero lo que pensé es que podían haber invertido estos cuatro minutos en tocar algun tema como, yo que sé, «Blood for Blood» o «Take My Scars».
Uno de los momentos inevitables y más esperados por todos, todo un clásico en los últimos años, es cuando Robb se planta enmedio del escenario con su guitarra acústica para dar algun rasgazo de tanto en cuanto y contar sus encantadoras batallitas. Los que ya los habíamos visto antes sabíamos que ahora era el momento de recordar su primera visita a esta misma sala (que también apuntó que entonces se llamaba Zeleste) junto a Slayer en 1994, su gira como cabezas de cartel unos pocos meses más tarde (junto a Meshuggah y Mary Beats Jane) y la fructífera historia de la banda con Barcelona, una ciudad en la que, por cierto, pasaron los tres últimos días aprovechando la cancelación de su concierto en Valencia. Lo que no dijo esta vez, pero ya os lo digo yo, es que aquí es donde se grabó el mítico Under Siege de Sepultura, un día en el que Dave McClain, hoy batería de la banda, también se sentó tras los parches con Sacred Reich.
Me resultó curioso ver el mismo número de manos cuando preguntó cuanta gente había estado ahí hace 24 años y cuánta les veía hoy por primera vez. No sé si eso son buenas noticias, y ni tan siquiera sé si los que levantaron la mano entendieron qué es lo que estaba preguntando, pero esto podría dar lugar a reflexiones interesantes. Este speech, que siempre se alarga lo suyo y se le hace pesado a más de uno, a mi me parece de crack y acaba con loas a la música, ese algo que nos une a todos los que estábamos allí y que les ha salvado la vida más de una vez. Ésta es la introducción habitual y el hilo argumental de uno de sus nuevos clásicos imprescindibles, un «Darkness Within» disfrutado a lo bestia gracias a su estribillo super cantable, sus melodías épicas y sus «oh-oh-ohs» finales a capella y en crescendo ante la atenta mirada de un Robb que se dio el primer gran baño de masas de esos que tanto le gustan. Hay gente que sostiene que es un capullo, y quizás tengan razón, pero es un capullo con encanto.
El tema que da título a Catharsis no está tan mal en directo como su ultra moderno estribillo podría dar a entender (a mí me cuesta a horrores), mientras que «From This Day» fue otro de los momentos más celebrados, poniendo a toda la sala a saltar a lo loco (si hubiéramos estado en el Apolo habría temido por nuestra integridad – ya sabéis como se mueve ese suelo… – ). The More Things Change… es el disco más criminalmente olvidado de la banda en sus directos, y su única representación hoy fue, exactamente como siempre, su inicial «Ten Ton Hammer», que a pesar de ser un tema icónico no es de mis favoritos de ese álbum. La gente se alegró mucho de oírlo, y yo también, qué caray.
El año pasado Machine Head sacó un single llamado «Is There Anybody Out There?» que a mí no me convence demasiado pero que desde ese día ha tenido un hueco en todos sus repertorios. No puedo negar que lo hicieron sonar muy bien y estuvo cañero y entretenido. Con él, superábamos la primera mitad del concierto, y en ese momento algún que otro de los presentes ya se empezaba a dispersar un poco. Si uno es fan se va a volver loco con tres horas de concierto, pero es normal que a asistentes algo más casuales o que no conocen en profundidad la discografía de la banda (cualquier banda, de hecho) se les acabe por hacer un poco eterno. «Locust» es otro nuevo clásico, un temón ovacionado con pasión y vivido de forma tremendamente épica. Y es que Unto the Locust no llega al nivel a su predecesor, pero poco le falta.
Llegaba el momento de la prueba del algodón: «Bastards» ha sido el centro de la polémica alrededor de Catharsis y tenía muchas ganas de ver como iba a ir la cosa en directo. Bajo unas luces magníficas que ilustraban los colores de la bandera americana, mis expectativas ante este tema eran elevadísimas, y confiaba en que iban a convertir la pista en toda un festival folk punk. Por desgracia, esto no acabó siendo así en absoluto, y no solo no acabó de conectar nunca con la gente sino que tampoco sonó demasiado bien. Una pequeña decepción en un tema que es una de sus grandes apuestas. Y sí, a mí sí que me gusta. Y bastante.
Después de que Dave McClain nos demostrara que es un batería brillante en otro solo entretenido pero prescindible, otro clasicazo como es «Bulldozer» nos sacó del pequeño letargo en el que nos estábamos medio instalados. Mira que Supercharger me parece un pequeño tordo, pero este tema es siempre la mar de vacilón y disfrutable. Cuando Robb pidió que quería ver el mayor circle pit de la noche, no esperaba que el objeto de tal demanda fuera a ser «Killers & Kings», un buen tema que tampoco me parece para tanto. Lo que sí que noté, curiosamente, es que escuchándolo ahí tenía una cierta retirada a «Blistering», ese sí uno de mis temas favoritos (y dolorosamente olvidados) de la banda.
La que no ofrece discusión alguna, por supuesto, es «Davidian». Uno de los grandes temazos de la banda y de la historia del metal generó la locura en la totalidad de la sala y me tuvo berreando y sacudiendo el cuello como un poseso de principio a fin. Durante un tiempo fue mi tema favorito de entre todos los temas que hay, y eso nunca se olvida. Menuda maravilla, aunque el extra de lentitud con el que interpretan la parte final nunca ha acabado de convencerme del todo. Un apunte: el primer tema de Burn My Eyes, que seguro que era el disco favorito de la mitad de los presentes, no llega hasta las dos horas de concierto, y sirve para cerrar el set principal. Estos chicos no tienen remedio.
Parón pre-bis y desbandada a las barras. Al cabo de poco, Robb y Phil aparecieron de nuevo con sendas guitarras acústicas para interpretar Behind a Mask ante la respuesta más bien dispersa de la mayor parte del público, más preocupados por sus teléfonos y por comentar la jugada con sus colegas. Aunque a mí tampoco acabó de atraparme del todo ese momento, cabe decir que si he tenido una canción enganchada en la cabeza en estos últimos días post-concierto ha sido precisamente ésta. Así que bueno, algo tendrá.
Los susurros y los gruñidos tenebrosos que empezaron a sonar por los altavoces fueron el preámbulo de «Sail Into the Black», gran sorpresa de esta noche (primera vez que la tocan en esta gira) y que sirvió para alargar el momento tranquilo un buen rato más. Con sus casi nueve minutos de oscuridad y complejidad sin ser un clásico, no estoy del todo seguro que fuera la mejor elección para este preciso momento, y además me da la sensación que no acabó de sonar del todo compacta, quizás por falta de práctica. No es hasta pasada la mitad de la canción que se empieza a animar un poco, cosa que prepara al personal para uno de los grandes trallazos de la noche como es «Aesthetics of Hate». Este tema, dedicado a la memoria del añorado «Dimebag» Darrell, se cuenta entre mis favoritos indiscutibles, pero tampoco me pareció que sonara tan bien como podría haberlo hecho. Eso sí, las progresiones en las guitarras y la batalla de punteos y solos entre Robb y Phil es absolutamente épica y me pone palote cada vez que la escucho.
Nos acercamos al final con otro tema que, inesperadamente, parece haberse convertido en habitual en los repertorios de la banda, y es que suena espectacular en directo, creando incluso uno de los circle pits más bestias de la noche sin que nadie se lo pidiera: «Game Over» completó el cuarteto Bloodstone & Diamonds con su fuerte espíritu hardcore. Mención especial para el excelente trabajo de Robb Flynn en esta canción, tanto a las voces como en el dramatismo que le pone, algo admirable cuando tenemos en cuenta que ya lleva más de dos horas y media desgañitándose ante el micrófono.
Cuando mentalmente ya tenía preparada la frase lapidaria «¿En serio, Machinefuckinghead, que no podéis tocar nunca nada más que Davidian-Old-Ten Ton Hammer de vuestros dos primeros discos?» van los tíos y me sorprenden. Aunque «Block» ha sonado en más de un concierto de esta gira, la verdad es que no me la esperaba. Y aunque fuera a costa de un «Old» que se cayó del setlist, fue una gozada berrear esos «fuck it alls» que cierran Burn My Eyes después de tantos años. La casilla final está siempre reservada para «Halo», que con sus extensos culebreos, sus estribillos épicos y sus diez minutos de duración es un hit altamente improbable que, aún así, enloquece al público y le pega a la perfección a una banda como ésta. Eso sí, los «oe-oés» por encima del riff principal no solo me parecen poco apropiados, sino que creo que tienen incluso bastante mal gusto.
Al acabar, y después de sorprenderse de que hubiera tantas chicas entre el público y a animarlas (sin demasiado éxito) a que se subieran encima de alguien, imitando un pequeño pilar de dos improvisado que se montó en las primeras filas, la banda y en última instancia Robb se plantó enmedio del escenario para recibir esos baños de masas y lameteos varios a su ego que tanto le gustan. Hay gente al que tanto auto-amor le pone de los nervios, y lo entiendo, pero a mí me parece que lo tiene bien merecido, joder, que lo que ha conseguido con esta banda no se lo ha regalado nadie.
Finalmente, después de dos horas y cincuenta y dos minutos, se bajaron del escenario y nosotros nos dispusimos a sacar las fregonas para secar los charcos de sudor, a colocarnos el collarín para proteger esas maltrechas cervicales y a tomarnos unos strepsils que nos hicieran recuperar un poco la voz. No sé si este fue el mejor concierto que les he visto a Machine Head, muy probablemente no, pero es innegable que, sobre el escenario, son unas auténticas bestias pardas, con un talento y una profesionalidad intachable.
Quizás el porqué de que Machine Head y yo nos hayamos entendido siempre tan bien es que, salvando las infinitas distancias, a ellos les encanta enrollarse, alargarse y repetirse con una verborrea musical y vocal exhuberante. Y a mí, como podéis ver, pues también. 🙂
Setlist:
Imperium
Volatile
Now We Die
Beautiful Morning
The Blood, The Sweat, The Tears
Kaleidoscope
Clenching the Fists of Descent
Solo de guitarra (Phil Demmel)
Darkness Within
Catharsis
From This Day
Ten Ton Hammer
Is There Anybody Out There?
Locust
Bastards
Solo de batería (Dave McClain)
Bulldozer
Killers & Kings
Davidian
—
Behind a Mask
Sail Into the Black
Aesthetics of Hate
Game Over
Block
Halo
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.