Crónica y fotos del concierto de Toundra + Malämmar - Sala Nau B1 (Granollers), 22 de enero de 2022

Unos impecables Toundra no se dejan amedrentar por las frustrantes restricciones y se marcan por fin su esperado bolazo en Granollers

Datos del Concierto

Bandas:
Toundra + Malämmar
 
Fecha: 22 de enero de 2022
Lugar: Sala Nau B1 (Granollers)
Promotora: Sala Nau B1
Asistencia aproximada: 150 personas

Fotos

Fotos por Marta Carreras

Han tenido que pasar casi dos años y un par de dolorosas posposiciones para que el esperado concierto que Toundra tenía que dar a mediados de marzo de 2020 en Granollers pudiera celebrarse por fin. Y hay que ver hasta qué punto ha cambiado tanto el mundo en general como el panorama de la música en directo, la realidad de la banda madrileña y, también, nuestro estado anímico en estos veintipico meses. Del primer punto no hace falta hablar demasiado, pero el resto de aspectos han acabado por configurar una experiencia muy distinta, al menos a priori, a la que nos prometíamos por aquéllos inocentes y despreocupados entonces.

Porque a principios de 2020, Toundra llegaban a la capital vallesana tras el éxito incontestable que cosecharon al interpretar su particular idea sonora del Gabinete del Doctor Caligari en unos abarrotados y entregados Cines Aribau barceloneses. Tan solo siete días después de esa fecha ya épica, se dispondrían a aterrizar en la Nau B1 con un concierto puramente eléctrico que se enmarcaba, aún, dentro de la gira de presentación de Vortex, su quinto (o séptimo, según se mire) disco, y la ambición por nuestra parte (digo “nuestra” porque, aunque sea en una mínima parte, desde la revista también estábamos – y hemos estado – un pelín involucrados en su organización) de llenar la sala con cienes de personas dispuestas a darlo todo al son de la emotividad, los vaivenes y la irresistible energía que emana de la música de los madrileños.

Dos años y un par de vidas más tarde, la banda llega con un nuevo álbum de estudio recién salido del horno y al que han decidio llamar Hex, cuya presentación galáctico-universal en directo, tras la cancelación forzosa de su descarga inaugural en Madrid la semana anterior, iba a tener lugar precisamente aquí. Eso hacía que la fecha como tal fuera absolutamente perfecta, albergando así el debut de muchos de los nuevos himnos que copan este trabajo y, además, con la alegría de poder verles acompañados casi a última hora de una banda amiga y que también me encanta como son Malämmar. Pero la mala suerte (o lo que sea) hizo que nos enganchara (¡por tan solo una semana!) en medio de un paquete de restricciones más propias de hace meses, con sillas, distancias y un aforo muy reducido que hicieron que las entradas se agotaran con una semana de antelación y que nos quedáramos con la sensación de que podría haber sido un eventazo mucho más grande de lo que iba a ser a la hora de la verdad.

Por ello, no os puedo negar que a medida que se iba acercando la fecha del concierto, mi sensación se tornaba un pelín más agridulce. Por un lado, está claro que se trata de una banda que me flipa y cuya devoción y admiración por ellos siempre he pregonado a los cuatro vientos, y el hecho de poder disfrutarlos (por fin) en mi propia ciudad es un motivo de especial alegría. Por otro lado, me queda la espina de que se nos obligó a “desperdiciar una oportunidad” de pegar un puñetazo en la mesa, meter un montón de gente que saliera de ahí con la mandíbula en el suelo y de dejar para la memoria otro día épico para la historia rockera de la capital vallesana. No sé, quizás me lo tomo muy a pecho, pero así es como lo sentí durante todos los días previos al evento.

Porque el hecho es que Toundra tienen un tirón inmenso (y merecido) en Barcelona ciudad (son capaces de llenar Apolos y BARTS sin despeinarse, de encabezar festivales y de aglutinar a miles de interesados en cualquier recinto), pero siempre queda la duda de ver cuán extrapolable es eso a las siempre sufridas comarcas. Cuándo les vi en La Mirona gerundense hace, creo, cuatro años, ahí no había muchas más de 250 personas, pero en esta ocasión las 120 entradas que se pusieron a la venta se agotaron con casi una semana de antelación. Teniendo en cuenta que, para desesperación de los organizadores, los rockeros siempre vamos a última hora y que ante la situación actual había una cierta incertidumbre en el ambiente (e incluso dudas de si se iba a acabar haciendo de verdad), resulta tentador pensar que en circunstancias normales se habrían podido meter fácilmente a 400 aficionados. Y más si recordamos como en el Granollers Metal Meltdown que organizamos en esta misma sala hace un par de años largos, acabaron asistiendo prácticamente 300 personas a pesar de que tres días antes se habían vendido tan solo 60 míseras entradas.

Como último apunte de agridulcidad (y os prometo que ya paro), tras unas pocas semanas a finales de 2021 en las que parecía que la normalidad conciertil estaba a la vuelta de la esquina (momento en que aproveché para ir a ver a Soen y a Ànteros en condiciones de aforo habitual para recordar lo que molaba eso de ir a un concierto de verdad), el retorno de las restricciones a Catalunya (otras comunidades han tenido más suerte que nosotros en este sentido) y la cancelación en masa de prácticamente todas las giras internacionales de la temporada primaveral ha sido un duro mazazo para todos aquellos (tanto organizadores como bandas como público) que ya nos habíamos empezado a hacer ilusiones. Mirado por el lado bueno, claro, habría sido mucho peor cancelar también este concierto, con lo que en este sentido su celebración ha supuesto un pequeño oasis en el recién reinaugurado desierto. Pero no por ello deja de ser fuertemente frustrante haberlo tenido que hacer así.

Hecha la necesaria y extensa reflexión, vamos a centrarnos por fin en lo que ocurrió este sábado en el recinto de Roca Umbert, hogar en el que se encuentra la siempre ufana Nau B1. Como llegué un poco justillo de tiempo, no me dio tiempo a pasarme por el bar a hacer la previa, así que no llegué a ver si allí se respiraba el buen ambiente al que ya nos empezamos a acostumbrar antes de cada una de las veladas rockeras que se celebran cada vez más asiduamente aquí. Pero tan pronto puse el pie en la sala (acompañado por una acertada selección musical que fue desde The Ocean a Russian Circles pasando por Red Fang, obra del amenizador DJ Babar), lo que vi es que la gente se iba amontonando ávida y rápidamente tanto en la zona de merch (creo que nadie se podrá quejar de la respuesta del público en este sentido, que agradeció que ambos grupos llevaran gran variedad de material a un precio más que aceptable) como en la barra, único lugar dónde se permitía tanto socializar como consumir como estar de pie, y del que mucha gente ni se movió durante toda la descarga (y quizás, o quizás no, fui yo también uno de ellos…).

Malämmar

Gracias a aquella magia que tiene la música, cuando sobre las 22.08 se apagaron las luces de la sala y los tres componentes de Malämmar se apresuraron a abandonar el stand de merch y se colocaron en primera línea del escenario, todos los refunfuños previos que me rondaban aún por la mente se desvanecieron como por arte de magia al ritmo de la machacona y pegadiza “Azufre”, tema que abre el segundo y hasta ahora último disco de la banda, llamado Mazza y publicado hace poco menos de un año. Entre luces rojas y una generosa cantidad de humo (los fotógrafos estuvieron encantados con eso, seguro), y a pesar de que el ambiente en la pista era aún bastante desangelado (mentiría si dijera si nunca llegó a animarse del todo), Xavi, Víctor y Guillem (éste, parapetado tras su minimalista y preciosa batería transparente) nos engulleron ya de buenas a primeras en el muro sónico que caracteriza su denso sonido mientras se lo pasaban en grande tras meses de no subirse a un escenario. Y en mi opinión se las apañaron para dar un concierto más que notable.

En la escasa media horita que estuvieron sobre el escenario, y ante la atenta mirada desde el lateral de los cuatro miembros de Toundra, los barceloneses tuvieron tiempo de interpretar hasta seis canciones, con especial énfasis (como no) en su último trabajo, del que además de la ya mencionada “Azufre” pudimos escuchar “Junior” (con ese cabalgueo tan reminiscente de los primeros Iron Maiden), la sabbathiana y pesada “Garfio” y la épica y sorprendentemente casi blackmetalera “Magia roja”, que al igual que ocurre en el disco también sirvió para poner punto y final al concierto. También sonaron la emotiva “Mil Mentiras”, procedente de ese single con el mismo nombre que sacaron en 2018, y el primer corte de Vendetta, un temarral y un discazo del que, a pesar de que lo entiendo perfectamente viendo el poco tiempo de actuación del que dispusieron, me hubiera molado haber podido escuchar algo más.

A juzgar por la respuesta del público, confinado en sus impertérritas y inamovibles sillas y probablemente no muy cercano en sus gustos al metal grave, denso y pantanoso que ofrecen los chavales de Malämmar, la banda pasó sin despertar excesivas pasiones por Granollers. En lo personal, de todas maneras, la verdad es que me lo pasé la mar de bien, me alegré mucho de verlos de nuevo y pienso que dieron concierto magnífico, desbordante de fuerza y energía y con un muy buen sonido (algo habitual en esta sala). Los barceloneses son una de esas bandas que invitan a sacudir la cabeza con violencia a dos metros del escenario, así que las circunstancias de hoy no eran las más propicias para ellos, pero aún y así creo que salieron sobradamente airosos a ojos de aquellos a los que sí nos llega su música.

Setlist Malämmar:

Azufre
Junior
Mil mentiras
Vendetta
Garfio
Màgia roja

Toundra

Tras retirar todos los trastos que se encontraban en primera fila y colocar un gran telón de fondo con el nombre de la banda y las fases de la luna, el escenario quedó perfectamente despejado para que, a las once más o menos en punto, los grandes protagonistas de la noche hicieran acto de presencia ante un público que, ahora sí, los recibió con efusivos aplausos e indisimulado interés. Como ya nos esperábamos, entre más humo y una amplia profusión de luces azules (algo que también debió encantar a los sufridos fotógrafos), los primeros veinte minutos del concierto los ocupó la interpretación de la brillante pieza en tres actos que sirve para abrir Hex, una pequeña película sónica llamada “El Odio” que lleva los límites de su música un poco más allá y cuyo largo videoclip asociado os recomiendo encarecidamente que veáis si es que no lo habéis hecho ya.

Sintetizando y fusionando a la perfección las múltiples vertientes que definen su complejo pero accesible sonido, este tema funcionó magníficamente para calentar tanto el ambiente en la platea como a los propios componentes del grupo. Y es que aunque se trate de un tema nuevo (que apunta a histórico, eso sí), se notó que la gente ya le llevaba bien escuchada de casa y respondió generosamente y con ciertos problemas para mantener el culo pegado a sus sillas. No hay duda que la propuesta de Toundra cuadra mejor con el panorama de sillas y distancias que la de bandas de death o thrash metal, pero aún así en los momentos de subidón es harto complicado mantener la cabeza quieta, e incluso los miembros de la banda (básicamente Esteban, que suele ser de largo el más movido) se veían con ganas de saltar y sacudirse tras demasiado tiempo ya sin poder hacerlo.

Para la velada de hoy, y así parece que será también durante el resto de la gira de presentación de Hex que pasará por varias ciudades españolas a lo largo de lo que queda de invierno y primavera, los chicos de Toundra nos prepararon un repertorio muy equilibrado con paradas en todos sus discos excepto el ya largamente abandonado debut. Tras seis álbumes de estudio repletos de canciones largas y con tantas favoritas como aficionados tiene la banda, cada día debe resultar más complejo preparar un setlist que satisfaga a la mayoría, pero aún así creo que en la hora y media larga que estuvieron sobre el escenario no dejaron ninguna de las realmente imprescindibles en el tintero.

Tras Hex, el disco que gozó de más protagonismo fue su anterior Vortex, del que tocaron tres canciones. La primera de ellas fue “Tuareg”, y con ella y su brutal ritmo machacón llegaron las primeras sacudidas verdaderamente violentas de cervicales. El acabóse, claro, llegó tan pronto sonaron las primeras y crecientes notas de “Bizancio”, uno de los grandes himnos de la banda y que quizás sorprendió que tocaran tan temprano. Es verdad que sin la bacanal de violoncelos de su versión en estudio la canción no es tan tan tan tan emotiva (recuerdo cuando los vi hace unos años en el Apolo junto a un cuarteto de cuerda y eso fue para echarse a llorar), pero sea como sea sigue siendo un temarral absurdísimo del que hace tiempo que tengo pendiente hacer una “Canción perfecta” y que hoy, una vez más, nos puso (o al menos a mí) los pelos como escarpias.

La delicada, cinematográfica y excepcional “Kitsune” fue la única visita que le hicieron a IV antes de encarar “La larga marcha”, otra notable y evocadora representación de su último trabajo que, a pesar de molar lo suyo, supuso un pequeño respiro a la intensidad que estaba empezándose a apoderar de la sala. Os confesaré que yo tenía toda la intención de empaparme verdaderamente de Hex durante los últimos días previos al concierto, pero al final resulta que el jueves por la mañana a Ghost se les ocurrió sacar un tema nuevo, y claro, como es lógico acabé tirándome horas y horas escuchando la discografía de los suecos en bucle. Por ello, y más allá de un “El odio” que sí que me había trillado repetidamente, no llegué con los temas de su nuevo álbum tan interiorizados como me habría gustado.

Si hay alguna canción que podemos calificar como sorpresa en el repertorio que pudimos disfrutar hoy yo creo que fue claramente “Zanzíbar”. ¡Y menuda sorpresa! El tema más corto que sonó en toda la noche es uno de mis fetiches tanto de II como de la banda en general, y lo cierto es que lo gocé con desmesura desde la libertad que me otorgaba mi posición junto a la barra. Como siempre, y a pesar de unos problemas con la temperatura de la mesa que alarmaron a los técnicos pero pasaron desapercibidos para el gran público, la sala Nau B1 se erigió de nuevo como una auténtica garantía a nivel de sonido, plasmando la expresividad y los vaivenes de la música de Toundra con total nitidez y permitiéndonos disfrutar de toda su expresividad y de esos matices capaces de transportarnos, a veces, a un plano espiritual bien lejano de donde se encuentra nuestro cuerpo.

Algunas personas menos familiarizadas con el trabajo de los madrileños me comentaban durante el concierto que, a pesar de que técnica y musicalmente eran indudablemente buenísimos, les resultaba complicado distinguir una canción de la otra. Quizás es cierto que, a pesar de una innegable evolución y de que cada uno de sus discos posee una personalidad particular, la esencia y el sonido de la banda no ha cambiado tantísimo a lo largo de los más de quince años que llevan de carrera. Aún así, y aunque lo habitual en el panorama post rock instrumental (al que ya sé que Toundra no se circunscriben exactamente, pero ya me entendéis) es encontrarnos con canciones preciosas que te entran con suma facilidad pero que acaban sonando todas igual, en mi opinión los madrileños tienen la inusual habilidad de, precisamente, ser capaces de expresar un amplio abanico de emociones con sus instrumentos, creando piezas verdaderamente memorables sin tener que recurrir a la voz.

Tras cantarle el “Happy birthday” al siempre brillante y creativo Álex Pérez, los más de once minutos de constante e intenso crescendo que forman la incommensurable “Mojave” (mi tema favorito de Vortex y uno de los pináculos creativos de la banda a mi juicio) fue otro de los puntos álgidos de la noche, y su tremendo final apoteósico supuso toda una prueba de fuego para comprobar que mis vértebras cervicales seguían en buena forma tras un par de años en serio peligro de atrofia. Tras el éxtasis que supuso su interpretación, la culebrera, progresiva y también magnífica “Watt” (que en el disco viene llena de saxos disonantes que le dan un rollo verdaderamente interesante) sirvió para cerrar el set principal por todo lo alto.

Como ya llevaban prácticamente hora y media de concierto, no estaba del todo seguro si habría bis o no, pero al irse tan apresuradamente dejaron claro que la cosa no iba a quedar así. Y efectivamente, al cabo de unos pocos minutos de respiro se subieron de nuevo al escenario para regalarnos un final explosivo con “Cobra” y “Cielo negro”, dos de sus más potentes, eléctricos y gordísimos temazos que acabaron por sonsacarnos las últimas gotas de energía y para dejar claro, de nuevo y como siempre, que esta gente lo tiene y va sobradísima de tablas, de calidad y de temarrales para conquistar cualquier sala que se les ponga por delante. Y la B1, a pesar de todos los condicionantes que se lo ponían un poco más difícil, no fue ni mucho menos una excepción.

Como habéis podido ir observando, disfruté del bolo como un enano porque la banda me flipa y porque me hacía especial ilusión que tocaran aquí, pero no os penséis que me acabé de sacudir del todo de mis sensaciones agridulces previas. Fue sin duda un bolazo muy notable (según los propios Toundra, el que mejores sensaciones han tenido durante estos tiempos pandémicos), pero no puedo dejar de pensar que de no ser por las p**as restricciones lo habría sido aún bastante más, con mucha más gente y con mayor cercanía entre banda y público. Me queda pensar que, quizás, y viendo el éxito que cosecharon en Granollers, cuando presenten Heptos, VII, Seven o como se llame el próximo disco que se saquen de la manga los podríamos volver a llevar. Y entonces sí, espero que por fin, hayamos dejado definitivamente atrás esta pesadilla.

Setlist Toundra:

El odio
Tuareg
Bizancio
Kitsune
La larga marcha
Zanzibar
Mojave
Watt

Cobra
Cielo negro

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Sobre Albert Vila 954 Artículos
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día. Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.