10 años. Hacía 10 largos años que no veía a Iron Maiden, banda que me desvirgó en esto de los conciertos allá por 1995. La última vez que los vi fue en aquél Sonisphere al que también acudieron bandas como Ghost, Anthrax o mis queridos (por aquél entonces) Avantasia en su primer show por estos lares. Y no, no pueden pasar 10 años sin ver a una de las bandas más grandes que ha parido madre.
La cosa se complicó al principio. Mira que llegué con tiempo, pero a las 17:00 aparcar ya era toda una odisea, y si te dicen (algún compañero de la redacción) que la entrada para los acreditados está en un sitio concreto y luego resulta que está en la otra punta, y que te toca comerte dos colas kilométricas para acceder, todo esto en el día más caluroso que se ha registrado hasta ahora, pues… Suerte que una chica de seguridad se apiadó de mí y no me hizo hacer la tercera cola.
Paseíto por los puestos de merch para constatar que una camiseta a 45€ sigue siendo un robo, por mucho logo guay de banda mítica que tenga, aprovisionamiento con puñalada incluida por los precios, y a ocupar el asiento en la zona de prensa. Está bien, la zona de prensa. Sillones cómodos, mesa abatible por si te quieres llevar el portátil y redactar mientras ves el show (vi crónicas de medios generalistas acabadas en la quinta canción, esos periodistas que tenían que buscar el nombre de Murray o Harris en Google)… pero frías. Son geniales para ver un partido de baloncesto, pero un concierto de Iron Maiden se tiene que sudar, se tiene que sentir, y eso lo haces en pista, desde la mesa de mezclas para delante. ¡Ojo! No es una queja, es una percepción de cómo lo viví.
The Raven Age
A la hora en punto The Raven Age saltó a escena. Tas ver los teloneros de las últimas giras de la doncella, o de alguna de sus clásicas (aún recuerdo aquella en la que abrieron mis amados Helloween), ver la banda del (¡sorpresa!) hijo de Steve Harris queda un poco… extraño, por así decirlo. A ver, que aunque las canciones no suenan mal, les falta algo para decir “olé, vaya grupo”. Desde mi posición sonó enlatado, pero creo que fue más por eso, por mi posición, que por la banda en sí. En total tocaron nueve temas que, sinceramente, se hicieron algo largos. ¿Lo bueno? Que fueron bastante al grano, sin demasiados alegatos al metal y a los allí reunidos. No fue gran cosa, la verdad, y el aforo así lo demostraba (yo me preguntaba dónde estaba el sold out aclamado).
Setlist The Raven Age:
Parasite
Nostradamus
Forgive & Forget
Tears of Stone
Seventh Heaven
Angel in Disgrace
Grave of the Fireflies
Serpents Tongue
Fleur de Lis
Iron Maiden
La cosa se fue animando, en cuanto a cantidad de público, hasta rozar el mencionado sold out. Quizá la separación de las escaleras, en grada, entre bloque y bloque de asiento, diese cierta sensación de vacío, pero al final estábamos reunidas unas 16 o18.000 personas, nada mal teniendo en cuenta que hace apenas un año reunieron a casi 50.000 allí al lado, en el Estadi Olímpic. Maiden en directo es siempre una apuesta segura, un no me van a defraudar, una experiencia que, al menos, debes vivir una vez en la vida. Vale que (y esto es opinión personal), en disco hace más de 20 años que no sacan nada interesante, pero el directo es otra cosa. Y como lo saben, lo explotan. Para esta ocasión, y bajo el nombre de The Future Past Tour, pretendían volver a dar vida a temas que quedaron atrapados en 1986, en su magnífico Somewhere in Time, salpimentados con algunos temas de su más reciente Senjutsu (2021) y otros clásicos de la banda. En total serían 15 temas en algo más de hora y media.
El escenario pintaba bien, con la estética del mencionado álbum, pantallas y cortinas que nos irían mostrando Eddies de diferentes épocas. El público se caldeaba, y no solamente por ser el día más caluroso que Catalunya ha registrado desde que se registran estas cosas. Y más se caldeó cuando “Doctor Doctor”, de los UFO y mítica canción de apertura, sonó. Gritos, vaivenes y un poco de chof cuando hubo otra intro, en esta ocasión la música de Blade Runner, que obviamente viene que ni pintada para la temática de la gira.
“Caught Somewhere in Time”, uno de esos temas que decíamos que se quedaron en el baúl de los recuerdos, sonó estremecedora, y el público contestó de igual manera. Dickinson, con edad de jubilación, sigue demostrando que es un fuera de serie, aunque lleve unas gafas de sol futuristas y una gabardina un poco ridícula. Sabe muy bien lo que hace, no será por tablas, y el resto de la banda está a su mismo nivel. Aquí ya se notó lo mencionado de la grada/prensa y foso. Sí, estás amplio y, a ratos, fresquito, pero no es lo mismo.
Casi podría hacer un copy paste del párrafo anterior con el segundo tema, «Stranger in a Strange Land», añadiendo que tuvimos la primera presencia de Eddie, en esta ocasión vestido de caza recompensas futurista, con sombrero, gabardina y pistola. Los telones de fondo rememoraban épocas pretéritas que, en esta ocasión sí, fueron mejores. El público, de múltiples nacionalidades, encantado. No lo estuvo tanto con «Writing on the Wall», de su último lanzamiento, y eso que de las nuevas fue la que mejor sonó, diría que con diferencia. «Days of Future Past» evidenció que los temas nuevos son un poco suflé cuando baja. Sí, alguna puede estar bien (y creo que ganan en directo), pero son coitus interruptus en una orgía de placer absoluto. Igual que «Time Machine», por mucho speech de Regreso al futuro que hiciese el bueno de Dickinson.
El suflé volvió a subir con otro de esos temas olvidados, y que yo recuerde, sólo había escuchado una vez en directo: cuando Dickinson teloneó a Helloween en la gira del “Time of the Oath”. «The Prisoner» volvió a evidenciar que la gente quiere clásicos, canciones con las que han crecido, aunque no sean asiduas en directo.
Tras otro speech medio político (“no se puede exterminar a un pueblo durante cientos de años porque si tienes lengua, tradición y cultura nunca podrán contigo”), sonó el último de los temas nuevos, «Death of the Celts», hija de la inmensa «The Clansman».
A partir de aquí fue todo un jolgorio. «Can I Play with Madness» sonó enorme, como el propio tema es, y «Heaven Can Wait», a parte de dar un mensaje inequívoco (y sin los coros que antaño hacían algunos asistentes afortunados) volvió loco al público. Por aquí volvimos a tener al segundo Eddie, esta vez el futurista sin sombrero ni gabardina, pero sí con pistola para guerrear con un Dickinson al mando de un cañón laser. ¿Veis? Pasan los años, pero siempre es necesario ver a los Maiden en directo.
Tocaba el turno de otra de esas olvidadas, la que se podría conocer como la última del “Somewhere in Time”. «Alexander the Great», aún siendo muy larga, volvió a aplastar a los allí reunidos.
El dueto final fue de aúpa. «Fear of the Dark» fue mi primera canción preferida del grupo, así que es siempre un placer escucharla. Y no debo ser el único, porque desde las alturas veía como el foso saltaba a una, al igual que con «Iron Maiden», espídica, que esta vez no usar para cerrar los bises. Aquí tuvimos a un Eddie a lo samurai, tanto en escenario como de telón de fondo. No, el disco no me gusta mucho, pero esta versión de Eddie me encanta.
Tras la pausa de rigor… me desmiento. Hubo aún otra canción nueva, «Hell on Earth», con fuego escupiendo desde el escenario y cierto aburrimiento entre el público. Si de por sí estas canciones no alcanzan, como diría aquél, una tan larga, y más para el bis, me pareció que sobraba mucho. No así «The Trooper», coreada incluso antes de que empezara, cuando se vio el telón del Eddie soldado. Y para el final, un tema que me permito dedicar a tanta y tanta gente, en especial a alguna persona de luz y amor que ha llegado a mi vida. «Wasted Years» viene a recordarnos lo importante de la vida: mirar el presente y el futuro y dejar atrás el pasado, sea como fuere. Curiosa elección, cuando esta gira va de rememorar el pasado glorioso que tuvo el grupo. El tema, por si hace falta decirlo, sonó apoteósico.
No he hablado demasiado de los músicos. Pasan los años y es ley de vida ir perdiendo agilidad y potencia, pero los seis mantuvieron el tipo de forma asombrosa. Al final, cuando McBrain salió a lanzar baquetas al público, lo hizo.. ¡en chanclas! En chanclas de esas que el agarre va entre el pulgar y el índice del pie. No sé cómo tocaría…
Harris, con sus ya míticos pantalones cortos y camiseta de tirantes, iba y venía, atacaba al frente, se retiraba… Gers, ya conocemos a Gers, una cabra loca, luchando con su guitarra contra la espada samurai del último Eddie. Murray y, especialmente, Smith, son los más sobrios encima del escenario. Ahí están, tranquilos, haciendo sus partes, sonriendo (más el rubio que el re-venido) pero sin montar ningún jolgorio. Y Dickinson… bueno, por muchos es considerado el mejor frontman de la escena metalera, así que poco más hay que decir.
Ya acabado el show, mientras salía del recinto a ritmo de «Always Look on the Bright Side of Life», poniendo fin a una grandísima velada, pensaba en que, viendo las diferentes reacciones del público antes temas nuevos y clásicos, si yo fuera la banda inglesa me dedicaría a hacer una gira cada dos o tres años basándome en los álbumes que van desde Iron Maiden (1980) hasta el Fear of the Dark (1992), rescatando temas más o menos olvidados. La gente lo gozaría cosa mala.
Setlist Iron Maiden:
Caught Somewhere in Time
Stranger in a Strange Land
The Writing on the Wall
Days of Future Past
The Time Machine
The Prisoner
Death of the Celts
Can I Play With Madness
Heaven Can Wait
Alexander the Great
Fear of the Dark
Iron Maiden
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Hell on Earth
The Trooper
Wasted Years
Llevo en esto del heavy más de media vida. Helloween y Rhapsody dieron paso a Whitesnake y Eclipse, pero Kiske sigue siendo Dios.
Como no sólo de música vive el hombre, la literatura, Juego de Tronos y los tatuajes cierran el círculo.
Algunas personas dicen que soy el puto amo, pero habrá que preguntarles por qué.