Si hace unos días alabábamos el excelente momento de forma en que se encontraba una de las bandas clave del death metal europeo noventero como son Asphyx, hoy toca rendirnos ante lo bien que han ido envejeciendo (o madurando, que siempre queda mejor) los polacos Vader. Lo cierto es que su carrera ha sido mucho más regular que la de los holandeses, y los de Piotr Wiwczarek hace ya tiempo que son un valor totalmente seguro: cada dos o tres años sabes que se van a presentar a las puertas de tu casa, indefectiblemente, con un disco de death metal sólido, poderoso y contundente bajo el brazo, en el que podrá haber un poquito más de thrash o un poquito más de black, pero que siempre contará con el absolutamente reconocible sonido Vader, labrado a pico y pala durante más de 25 años.
Formados en la pequeña ciudad de Olsztyn en 1983, Vader fue la primera banda de heavy metal polaca (y de toda Europa del Este, me atrevería a decir) que asomó la cabeza, pavimentando el camino para que grupos como Dies Irae, Hate, Decapitated o, sobre todo, Behemoth, se alzaran con cierto protagonismo en el circuito europeo de metal extremo una vez el telón de acero se convirtió en un recuerdo del pasado. Hace ya muchos años que Vader se han convertido casi exclusivamente en la banda de Piotr Wiwczarek, fundador, vocalista, guitarrista, compositor, productor ocasional y único miembro mínimamente estable del cuarteto. El resto de componentes han ido rotando con más o menos frecuencia (por ejemplo, han pasado por las filas de la banda hasta diez bajistas y seis baterías), y hay que celebrar que parece que el line up se ha estabilizado bastante desde aproximadamente 2010, con Marek Pajak a la segunda guitarra, Tomasz Halicki al bajo y el inglés James Stewart detrás de los parches.
Tengo que confesar que yo, quizás por el hecho de ser (o asumir yo que eran) una banda bastante previsible, hace ya muchos años que dejé de seguir a Vader de forma constante. Álbumes clásicos como De Profundiis (1995) o Litany (2000) mantuvieron un pequeño hueco en mi rotación, pero las novedades que fueron sacando durante todo el siglo XXI fueron pasando más bien desapercibidas por mi mundo. Por algún motivo u otro, escuché bastante su anterior y magnífico Tibi et Igni de 2014, un disco que me sorprendió y enganchó, variado y casi sinfónico por momentos, con mucho black metal, que según descubrí a posteriori fue una pequeña rara avis en su trayectoria reciente pero que consiguió revitalizar mi interés por la banda. Aunque si miramos debajo de las capas y de los arreglos descubrimos que bien poco ha cambiado esencialmente de dos años hacia aquí, en ese disco podíamos encontrar una diversidad y una pretensión de los que The Empire (2016) carece totalmente, tratándose éste de un álbum mucho más directo y básico, corto y conciso, donde las intros orquestales han desaparecido por completo y donde se hace especial énfasis en una cierta parquedad en la producción y en la construcción de las canciones.
Con sus 33 minutos, The Empire es significativamente más corto que Tibi et Igni, situándose en los parámetros habituales de su carrera, donde siempre han apostado por trabajos de poco más de media hora de duración y yendo al grano con canciones directas y agresivas, un patrón que han recuperado aquí. Este onceavo álbum, adornado como siempre por una portada obra del gran Joe Petagno e inspirada, como pasa en muchas bandas metaleras hoy en día, por imaginería surgida de Game of Thrones, es relativamente monolítico y unidimensional, con una producción potente, moderna y comprimida, cuyos únicos matices son, realmente, relativos a la velocidad, con partes frenéticas llenas de blast beats mezcladas con otras más lentas, pesadas y bombásticas. Quizás han intentado escapar conscientemente de la riqueza arreglística a modo de intros atmosféricas o soportes sinfónicos tan presentes en su último par de discos, pero por una razón u otra aquí todo es muy básico y directo, dejando que sea la voz característica de Piotr y una inusual y generosa cantidad de solos especialmente melódicos los que pongan el contrapunto a la rocosidad de su death metal con toques thrasheros.
Trallazos rápidos, directos y contundentes como las iniciales «Angels of Steel» y «Tempest» o una «Feel My Pain» que encontramos más adelante, no ofrecen ni un segundo para el respiro y definen bastante bien la tónica general que vamos a ir encontrándonos a lo largo de este álbum, recordándome bastante fielmente a los Vader que había conocido en los noventa. En «Prayer to the God of War» las permanentes y obvias influencias thrasheras presentes en todo el disco toman aún más protagonismo para formar un divertido tema que suena totalmente a Destruction tanto en los riffs como en la melodía vocal (que no en la voz como tal). «Iron Reign», por su parte, con su espíritu jebi y sus cuatro minutos y medio, es el tema más largo del disco y supone una bajada de revoluciones bastante radical respecto a los tres cortes anteriores. Se trata de un tema lento y poderoso que no acelera más allá de un medio tiempo thrashero y agresivo, con un riff pegadizo y vacilón y un solo especialmente melódico. Quizás peca un pelín de simplón, pero no deja de ser resultón y disfrutable.
«No Gravity» es posiblemente uno de los momentos álgidos del disco, un tema muy completo que debería funcionar bien como single, con un riff pegadizo, agresivo y dinámico, excelentes guitarras y solos intercalados y armónicos. Dentro de su contundencia y su falta de concesiones, es un tema que aquellos con orejas entrenadas en los caminos del death metal encontraran relativamente accesible. Para la parte final introduce un cambio de ritmo con el que aborda un riff simple y trilladísimo pero tremendamente efectivo en su afán de rompernos el cuello, y que nos guía lentamente hasta el fade out final. «Genocidius» y «The Army-Geddon» son dos temas bastante parecidos con un rollo blackmetalero subyacente obvio que recuerda algo más a lo que nos habían ofrecido en Tibi et Igni. Asimismo, ambos consiguen empaquetar gran variedad de riffs, ideas y ritmos en poco minutaje con bastante éxito, pasando en segundos de la velocidad estratosférica a la lentitud bombástica y al medio tiempo, con un trabajo excelente tanto de las guitarras como de la batería.
Los dos temas que cierran el disco son también dos de los más destacados. La rapidísima «Parabellum», dominada por un riff clásico y muy motivante, da la sensación que podría ser fácilmente una versión de algún tema histórico, tanto por su familiaridad como por su carisma y el inmediato atractivo que produce su simpleza. Para acabar, la bombástica y pegadiza «Send Me Back to Hell» es uno de los temas más potentes y a la vez accesibles del álbum. Un medio tiempo poderoso y repetitivo con un estribillo antémico de puño en alto y cuello en suelo que desemboca en un final que da una cierta sensación de provisionalidad y que acaba dejando algo de mal sabor de boca, lo que es una pena, ya que se trata de un tema excelente en general.
En resumen, estamos delante de un disco potente y disfrutable que, gracias a su corta duración, no se hace pesado en ningún momento a pesar de ser relativamente monolítico y lineal. Huelga decir que no hay nada en The Empire que vaya a revolucionar el devenir del death metal o del metal en general, pero también es innegable que aporta unos cuantos temas excelentes que certifican el buen estado de forma de los polacos y que servirán para satisfacer a todos los fans de Vader de siempre, así como a todos aquellos que gusten del death metal clásico y contundente o a los puristas que no sean particularmente amigos de la experimentación.
Vader no son en absoluto extraños de ver por nuestras salas (en 2015 se pasaron en dos ocasiones, sin ir más lejos) y estoy seguro que tampoco se olvidarán de nosotros cuando preparen la ruta de la gira de presentación de The Empire, cuya primera manga ya ha concluido pero a la que le auguro aún muchas fechas por anunciar. Tal y como ocurre con sus entregas discográficas, en directo los polacos son una banda absolutamente fiable y previsible, así que sus descargas prometen ser, de nuevo, trallazos death metaleros sin concesiones.
Artículo publicado originalmente en Metal Symphony Website.
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.