Vampire Weekend – Father of the Bride

Por lo visto no soy el único que ha necesitado más tiempo del normal en entender el esperado nuevo disco de Vampire Veekend. En una era en la que la inmediatez es primordial, la capacidad de degustar con calma y tiempo un disco se antoja complicado por no decir imposible. La continua oferta musical en la que vivimos llega incluso a saturarnos, aparcamos un disco para escuchar el siguiente, vamos a un concierto esperando el siguiente… y no tenemos tiempo para interiorizar lo que hemos escuchado o vibrado en directo. Es como si el total fuese más importante que la calidad y el gozo.

Yo mismo me detuve hace unos meses, harto de nueva música pensé: ¿cuanto tiempo hace que no escucho Gojira? Una de mis bandas favoritas. Hacía meses que no me ponía un disco de ellos, eso me hizo reflexionar lo que anteriormente comentaba. ¿Podemos olvidar la inmediatez y dejar reposar un disco?

La tibia recepción del nuevo disco de Vampire Weekend es el claro ejemplo de este fenómeno, este disco estaba destinado a ser uno de los pilares musicales del indie y el alternativo de este 2019 y, cuando se publicó, pasó desapercibido. Ojeé varias críticas repartidas por la red, me detuve a mirar los “ratings” en varias páginas globales y el resultado era el mismo, la gente no entendió el regreso de Vampire Weekend.

La alegría toma la delantera en Father of the Bride. Parece que solo disfrutamos con los sombríos sonidos, las temáticas depresivas y oscuras, la pérdida, la tristeza, la melancolía… y no sabemos abrazar los cantos a la vida, la felicidad. Si eres capaz de escuchar el vibrante tema “This Life” y no acabar con una amplia sonrisa de oreja a oreja, mejor háztelo mirar. Cada corte es iluminador, reparte buenas vibraciones, la música es hermosa y se entiende como una liberación, una explosión de sensaciones.

La primera, la segunda y hasta la tercera escucha te deja una sensación de no entender mucho el disco. Cuando coges distancia y vuelves a él empiezas a entender que no todo tiene que ser malo, que puedes ver esperanza en las cosas menos esperanzadoras, puedes ver un mundo que camina hacía el vacío y pensar en la solución en vez de lamentarte.

Pero no solo de alegría se puede vivir, Father of the Bride no es solo buen feeling, el disco es simple pero orgánico, es ligero pero denso. La madurez de los newyorkinos llega en su cuarto trabajo, aunque es imprescindible citar que sus tres trabajos previos eran odas al rock más elegante. No busques a Modern Vampires of the City aquí, ellos no lo han buscado.

Ezra hace un trabajo impecable en las voces, el simpático frontman lo borda de principio a fin. Su gancho va en consonancia a su poderío con el micro. La guitarra es simple pero siempre efectiva y actúa como almohada a tus sentidos, logras dejarte llevar por los ritmos y las melodías. La batería es sutil dotando de intensidad en los momentos más tenues del disco. Y el teclado, dulce, conmovedor, usado solo cuando es debido, sin excesos pero siempre necesario para aportar la belleza cuando se precisa.

Solo necesitas escuchar unos minutos de “This Life”, “Bambina”, “Harmony Hall” o “Big Blue” para entrar en una dinámica de felicidad y conexión que no te abandonará en todo el disco. Infravalorado, seguramente. Enorme, sin duda alguna. Bienvenidos de nuevo.

Beto Lagarda

Rock en todas sus extensiones