Por un motivo u otro, siempre ha habido bandas que uno les ha tenido una gran estima sin tan siquiera tener que ser un mega fanboy de la misma. En este caso, a mí me pasa con los americanos Virgin Steele, más en concreto, como no podría ser de otra forma, con David DeFeis. Por un lado, Virgin Steele, comparados injusta y cansinamente con sus vecinos Manowar, siempre me ha parecido una banda de una calidad excelsa, muy infravalorada, y continuamente representada por una alineación de muy buenos músicos (Pursino, DeMartino, Gilchriest, Block…). Por otro lado, DeFeis me parece unas de las personas más honestas y currantes en esto del metal. Elegante, culto, educado, una especie de Leonardo Da Vinci de nuestros tiempos.
Los de Long Island llevan desde principios de los años ochenta dando guerra y, después de un notable Age of Consent (1988), y un incomprendido Life Among the Ruins (1993), creo que la banda alcanzó su zenit creativo con la edición de cinco discos espectaculares en un intervalo de seis años (1994-2000). En medio de ese periodo nos encontramos con Invictus, el álbum que hoy nos ocupa, octavo de su carrera y cierre de la trilogía Marriage. Para la grabación de Invictus, DeFeis vuelve a contar con Rob DeMartino al bajo, y Frank Gilchriest, a diferencia de la última parte de los Marriage, graba esta vez la totalidad de las baterías, mientras su fiel escudero Edward Pursino se encarga de las guitarras.
La temática de la obra nos sitúa en la mitología griega, representada en la portada con Perseo con la cabeza de Medusa, una de las esculturas más famosas de la piazza della Signoria de la monumental Florencia, obra de Benvenuto Cellini, orfebre, escritor y escultor de la etapa del Renacimiento. El tono oscuro y rojizo otorgan al cover art esa aura de sangre, dolor y drama que viste todo el disco. Me atrevería a decir que Invictus es el disco donde mejor se muestra todo eso, y es que tan solo hay que escuchar ciertas líneas vocales de DeFeis y esos riffs afilados de Pursino para darse cuenta de que en esta nueva entrega muchos momentos se aderezan con cierta dosis de mala leche.
Después de un prólogo, el disco se abre con “Invictus”, y ahí es donde encontramos lo que he explicado anteriormente: poderosos riffs, sección rítmica rápida, buenos redobles, y DeFeis imprimiendo rabia y rugidos en sus versos, acentuando todas sus estrofas. Intensas también resultan las adictivas “Dust from the Burning”, con las explosiones en el estribillo final, y “Dominion Day”, y es que la fuerza y la rabia es denominador común en muchos pasajes de este disco. En la gran mayoría de los cortes, la forma de tocar de Pursino resulta más convencional, más punzante, más agresiva. Otra prueba de ello la tenemos en “Through Blood and Fire”, un corte que se aproxima sin ningún complejo al power metal más canónico y rápido.
Esto no significa que Virgin Steele hayan perdido ese componente épico, emocional y melancólico que ha bañado su música hasta ahora, para nada. Para tirar de lo épico tenemos trallazos como “Sword of the Gods” o “Defiance”, y en cortes como “A Whispers of Death” tenemos esas composiciones teatrales más complejas y progresivas de DeFeis. Esos pianos y esos pasajes en forma de jazz de la segunda parte del tema tienen una riqueza compositiva espectacular.
Es realmente difícil tratar tema por tema a este Invictus, ya que su escucha debe ser realizada en su totalidad y dándole mucha importancia incluso esas pequeñas piezas que actúan de puente entre un tema y otro, pero si hay dos cortes que me ponen la piel de gallina son “Veni, Vidi, Vici” y “Dominion Day”. El primero de ellos lo va a desgranar de forma detallada Jordi Tàrrega este mismo día, y el segundo es un excelente resumen de lo que es la música de Virgin Steele: Excelsa composición, grandes momentos épicos, sentimiento, orquestación con teclado, potentes guitarras, estribillo espectacular… y un DeFeis que se sale con esos rugidos y esos falsetes marca de la casa. Grandísimo corte donde desde siempre, en la parte final del mismo, me han dado ganas de liarme a espadazos con todo aquel que se ponga por delante
«From the North to the South, East and West
Eyes that burn in the sight of the dawn
Crush and burn, kill them again
Celebrate the counsel of the Gods who are men
Say goodbye
Hands held high
On Dominion Day
We are born to live as one
On Dominion Day
On Dominion Day
On Dominion
On Dominion
On Dominion… Day»
Considero a Invictus, ya no solo como uno de los mejores trabajos de la banda, si no como uno de los mejores discos de metal épico de todos los tiempos. Hace unos meses DeFeis nos prometió que este año puede ser un gran año para la banda, la grabación de un nuevo disco y varios conciertos programados por tierras europeas lo certifican, entre ellos el Leyendas del Rock, con espada de fuego incluida. Un servidor espera que, ojalá, Virgin Steele vuelvan a recuperar esa popularidad de finales del pasado siglo y que el tiempo los ponga, de una vez por todas, en el Olimpo que se merecen.
Invictus es un disco al cual le tengo mucho cariño, y desde aquí me gustaría dedicarle este aniversario a un gran amigo (te voy a obligar sí o sí a leer la reseña, que lo sepas) que no lo está pasando nada bien actualmente, para recordarle una vez más que los buenos momentos nadie nos los pueden arrebatar, como aquellos días de verano de hace 25 años cuando cruzamos con un coche algo destartalado Menorca de norte a sur y de este a oeste, precisamente con la cassette de este álbum a todo trapo.
Pota Blava y fanzinero de los 90. La música siempre ha sido una de mis grandes pasiones, y aunque el Metal es mi principal referencia, no he parado de moverme por diferentes estilos sin encerrarme a nada. Con los años el escribir también se convirtió en otra pasión, así que si junto las dos me sale la receta perfecta para mi droga personal. Estoy aquí para aportar humildemente algo de mi locura musical, y si además me lo puedo pasar bien…pues de puta madre.