Supongo que, al igual que le pasa a la mayoría de gente con interés por el thrash y el metal extremo, le tengo un respeto máximo a los canadienses Voivod. También, al igual que a la mayoría de esta gente, el cuarteto liderado por Snake y Away siempre me ha parecido un poco demasiado raruno y disonante como para que me gusten de verdad-de verdad y, en definitiva, para ponerlos a la altura de mis ídolos del thrash. Y precisamente por ello una banda de su trayectoria y bagaje se tiene que conformar con, a día de hoy, venir abriendo por unos Arch Enemy (entonces) de capa caída, ser el último mono en la gira Carcass / Napalm Death / Obituary o, como ocurrirá en unas semanas, venir a salas de aforo bastante limitado donde, ya os lo garantizo, no van a llenar en absoluto.
Pero a pesar de que la mieles del éxito de masas les han sido esquivas, al menos en Europa, la influencia de Voivod en el devenir de la música extrema es absolutamente innegable. Pioneros en la introducción de elementos progresivos en el thrash y el metal extremo (algo que hoy hace todo quisqui, pero que cuando empezaron a mediados de los ochenta era una frikada absoluta), hay cienes y cienes de bandas contemporàneas que tienen trazos de los canadienses en su música. Pero aunque es posible que en USA y en Canadá lo petan mas, aquí difícilmente los podemos considerar unas celebridades más allá de su condición de banda de culto o de rarunez de Primavera Sound.
Tuvieron su momento álgido a finales de los ochenta y a principios de los noventa, y desde entonces han dado unos cuantos tumbos por múltiples discográficas y han ido sacando un álbum tras otro con éxito más que moderado. Ni tan siquiera la incorporación de un voluntarioso y declarado fan de la banda como Jason Newsted a su salida de Metallica (un Jason que, por bien que me caiga, ha estado muy lejos de triunfar en todo lo que ha hecho desde que dejó a Lars y a James) les sirvió para mucho más que para que alcanzar el estátus de pequeña curiosidad a ojos de los sectores más mainstream del metal, y la triste muerte de su gran mastermind, el guitarrista Piggy, en 2005 no hizo sino temer que estábamos ante el principio del fin de los canadienses.
Pero resulta que en 2013, tras una última serie de bandazos, y con el guitarrista de Martyr Daniel Mongrain «Chewy» a los mandos compositivos de la banda, su álbum Target Earth fue abrazado con pasión por la crítica y el público. Una vuelta a los orígenes que gozó de elogios unánimes y que les sirvió para que, con la invaluable ayuda de Century Media (la primera discográfica en veinte años en la que han aguantado más de un disco), su nombre volviera, de nuevo, a la boca de la gente por motivos puramente musicales.
Cabe decir que Target Earth gustó mucho entre el público y la crítica en geneal, pero a mí no me gustó tanto. No está mal, pero nunca me llegó como para apuntarme al carro de los elogios. En cambio, este The Wake sí que me ha atrapado desde el primer momento. Y la verdad es que no sé muy bien por qué. Quizás porque es algo menos disonante y, en general suena más compacto y más potente. Quizás porque me da la impresión de ser algo más directo (aunque no sea así realmente), con una producción más concreta y menos etérea. O quizás porque, visto lo visto, es un discazo absolutamente brutal que se mete de cabeza en la contienda de disco del año.
La inicial «Obsolete Beings» fue el primer adelanto y me parece una elección muy apropiada para ello. Directa y dinámica, reconocible y pegadiza, tiene todo lo que un fan de Voivod puede buscar en una canción de la banda. El único pero es que hacia la parte final hay un cambio bastante radical hacia algo que parece más bien un interludio etéreo y espacial, y está tan desconectado de la canción principal que quizás no habría estado de más ponerlo en una pista distinta.
Las sorpresas empiezan con «The End of Dormancy», una canción llena de groove, solemne, lenta y pesada pero llena de elementos sorprendentemente accesibles y pegadizos. La verdad es que me parece un verdadero temazo, con marcha espacial fascinante incluida, y pavimenta el camino para que, casi por vez primera, mis primeras escuchas de un nuevo disco de Voivod no sean un arduo via-crucis de pico y pala sino una espiral de motivación y disfrute inmediatos. Da la sensación que el guitarrista Chewy, principal compositor de la banda después de la triste muerte de Piggy en 2005, se ha olvidado de intentar copiar el estilo de su predecesor y ha empezado a dar rienda suelta a sus propios toques personales sin pensar en que tiene que sonar como han sonado siempre. Ojo que eso no quiere decir que el tema y el disco no estén, evidentemente, llenos de raruneces 100% made in Voivod, pero el aire general ha cambiado un poco. Y a mí, me gusta.
Seguimos para bingo con «Orb Confusion», para mí uno de los puntos álgidos del disco. Se trata de una canción divertida, irresistible y bastante incasificable que bebe desde el pop punk a The Beach Boys o The Beatles, desde Pink Floyd al metal progresivo, todo amalgamado con gracia y salero. Sin bajar el listón, «Inconspiracy» vuelve un poco a la línea con la que habíamos empezado: un tema fresco y lleno de acordes voivodianos con todas las características habituales y la sorprendente incorporación de un pasaje simfónico y unos fraseos progresivos agudos y encantadores que recuerdan a discípulos como Revocation o Gorod y que le dan un montón de color y de vivacidad.
Otra que me encanta a pesar de no tener tampoco nada que ver musicalmente con las anteriores es «Spherical Perspective», un tema que muestra la variante más groovey y a la vez melódica del cuarteto canadiense, con algunos cambios verdadereramente sorprendentes y una generosa cantidad de elementos característicos e inconfundibles repartidos por su amplio minutaje. Hasta ahora, la verdad es que el disco me tiene absolutamente impresionado. ¿Va a ser capaz de aguantar el tipo hasta el final?
«Event Horizon» también es otro tema potente y danzarín. Y no está mal, pero ésta ya si que no me parece a la altura de las anteriores, suponiendo para mí un pequeño punto de inflexión a peor. El estribillo, algo simplón, se hace un pelín pesado aunque, eso sí, es interesante ver como las siempre ricas guitarras tienen ahora un aire que recuerda a otro tipo de bandas, también modernas pero menos metaleras, demostrando el abanico de influencias e influidos que se gastan. No sé si es una comparación muy exacta, pero me vienen la cabeza gente como The Aristocrats, que precisamente correrán por nuestras salas en días parecidos a Voivod.
La cosa sigue sin recuperarse del todo bien, ya que la uber-progresiva «Always Moving», una canción espaciosa, etérea y triposa que se acerca al prog clásico en muchos momentos, es una de las que más me cuesta de entrar y no le acabo de encontrar recovecos o asideros donde agarrarme más allá del riff thrashero y evidente que sirve para empastar sus partes más oxigenadas, que encuentro tirando a anodinas. Aún siendo para mí el tema más flojo del álbum, fue la escogida como el segundo adelanto del disco. Es posible que sea un tema suficientemente accesible y tampoco es que sea el horror, pero sin duda me parece lo menos inspirado que podemos encontrar aquí.
Pero si los dos últimos temas me habían dejado un poco frío, los más de doce minutos de la final «Sonic Mycelium», la bacanal definitiva de acordes voivodianos, simfonías espaciales, ritmos vacilones, voces reberveradas y disonancias etéreas nos devuelve de lleno a lo que este disco prometía desde un principio: convertirse en el mejor trabajo de los canadienes desde hace muchos años. Quizás, desde sus mejores años. Por cierto, ¿recordáis ese extraño interludio que decíamos que aparecía sin sentido después de «Obsolete Beings»? Pues aquí vuelve para cobrar sentido del todo, como si su inclusión al principio del disco estuviera ahí sencillamente para avisarnos de lo que estaba por venir. ¡Y ojo! En el súmum del vacile, también el estribillo de «Event Horizon» vuelve a aparecer… y otras partes familiares que, a su vez, corresponden a múltiples momentos que hemos ido viviendo a lo largo del disco sacan también la cabeza con más o menos sutileza, desplegándose con maestría y completando una experiencia que, una vez entendida, no se puede calificar de menos que de sublime. «Sonic Mycelium», por su calidad y su extra de excentricidad, promete convertirse en favorita de los fans más dedicados. Y quizás también de los que no lo son.
Así pues, ya hemos decidido que este The Wake es, musicalmente, todo un pepinazo que no solo te atrapa de buenas a primeras sino que te mete más y más en su universo a medida que lo vas escuchando. Temáticamente, como no puede ser de otra manera, Snake sigue fascinado por el mundo físico y espacial, de órbitas, vacíos y planetas. Otra cosa que no cambia es la (raruna) portada, dibujada como siempre por el batería Away. A mi juicio son un poco feúchas, pero vamos, nadie les quita que sean un icono como una casa, aparezca o no el bueno de Korgüll. La única diferencia, y el gran motivo de celebración, es que Chewy demuestra ser un dignísimo heredero de las botas de Piggy, y en The Wake es donde, por primera vez, parece 100% seguro de ello.
La gira europea de los canadienses, por cierto, empezará justo antes de que se publique el disco, en una forma de gestionar los tiempos algo extraña. En el tramo que nos toca vendrán junto a Nightrage, una banda que me encanta pero que a priori no me pega ni con cola con el estilo de los cabezas de cartel. Pero la verdad es que Voivod siempre han sido bastante fans de mezclarse con gente de todo pelaje (Arch Enemy, Entombed, Napalm Death, Carcass,…), así que tampoco se trata de algo especialmente sorprendente. Lo que sí que sería sorprendente, amigos, es que no fuera un bolazo.
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.