El paso por Eurovisión no siempre supone algo bueno para las bandas metálicas, pero en el caso de los australes Voyager parece que la cosa ha funcionado perfectamente bien y su popularidad se ha disparado de una forma espectacular. No puedo más que alegrarme puesto que siempre he seguido a esta gente, concretamente desde The Meaning of I de 2011. A lo largo de estos años les he podido ver hasta dos veces en directo y hemos reseñado sus discos Ghost Mile y Colours in the Sun, además de entrevistar a su guitarrista Simone Dow. Las cosas parecen que les sonríen… nada mal para una banda de metal progresivo australiana.
El grupo, parece que apuesta hábilmente por la luminosidad, las melodías pegadizas, los estribillos radiables y un poco le cierra la puerta a ese material más oscuro que aparecía en Ghost Mile. Es un disco muy pensado, con un sonido superior y con una producción que resalta todos sus puntos fuertes y casi te enseñan que están creando un estilo y un sonido propio. Puede parecer novedoso, pero llevan haciendo cosas similares desde 2003. A eso lo llamo fe y creer en un mismo. Han entrado en el número 35 de las listas de australianas, lo cual es para felicitarles. Sobre si es su mejor disco… tendría mis dudas, pero sí que es el más accesible, el que suena mejor y el más ambicioso.
Obviamente el tema central del disco es el que les ha llevado a la eurovisiva cita: “Promise”. Corte que aglutina todos sus muchos argumentos y posibilidades, a pesar de que lo hace en clave accesible y destinada a todos los públicos. Base pop, estribillo matador y pegadizo, detalles de programación tecnológicos, solos de guitarra trabajados, un pasaje gutural y gran final con el bajista Alex Canion tomando la voz principal. Aquí puedes ver el grupo en perspectiva, y parece que funcionó, pero no es ni de lejos lo mejor que han hecha, sí es un gran single.
Hablando de sencillos potentes hay que pararse en “Dreamer”, pues sigue los mismos derroteros y juega con los mismos ingredientes. La voz del gran Daniel Estrin da muchísimo juego y la combinación de potencia con momentos relajados y accesibles, salpicados por elementos tecnológicos y teclados les funciona de maravilla. Abren el disco con “The Best Intentions”, corte que empieza pop, pero al que pronto dotan de tiempos complejos, patrones de bombo complicados y muchos dejes progresivos, que al fin y al cabo es lo que siempre han puesto en primera línea.
“Prince of Fire” es uno de los cortes más completos y variados del disco, con un equilibrio muy logrado entre tecnología y dureza. Algo que me ha recordado a los Voyager de 2011. Estrin juega con el falsete, pero sin abusar en otra canción que ha llegado a single y que también posee un tramo oscuro y crudo. Mantiene esa tónica el “Ultraviolet” en la que aparece Sean Harmanis y en la que el grupo arremete con doble bombo por parte de un inspirado Ashley Doodkorte. Realmente los guturales de Harmanis le dan otra dimensión al tema, pero muy destacable es el solo de guitarra de Scott Key, con el que ponen fin a la canción en fade out.
De entre lo más original e interesante de este buen disco está el “Submarine”, tema ue desconozco el por qué no ha llegado a ser single, pues lo tiene todo. Gran línea vocal en los versos y un curioso estribillo 100% progresivo. “The Lamenting” es de lo más meloso de la obra, a tempos de balada y demostrando que sonido y producción están a un nivel superior respecto a anteriores obras. Sólo hace falta escuchar el nítido sonido de la caja de Ashley Doodkorte y de las cuatro cuerdas de Alex Canion.
“Twisted” es de aparente sencillez y apoyada en una línea vocal sencilla se van sumando instrumentos con mucha gracia hasta completar algo muy vestido e incluso metálico, a pesar de que no deja de ser como una tonada pop. “Daydream” es otra canción de apenas tres minutos que busca su cara más comercial potenciada por guitarras muy heavies de fondo y detalles en la base rítmica, pero teclados y programación vuelven a la primera línea junto con la expresiva voz de Daniel Estrin.
“Listen” complementa la obra con su estilo tan fijo y definido, pero sin apenas novedades. Aquí quizá juegan a darse la vez los juegos de estilos pasando de una especie de techno a un solo de guitarras en elementos progresivos de apoyo con una gran Simone a la guitarra solista. Y finaliza todo con “Gren (Fearless in Love)”, que podríamos considerarla lo más cercano a una balada. Componentes electrónicos y alto minutaje que va evolucionando hacia ejercicios progresivos muy puros y en arrebatos contundentes.
Me alegro especialmente del éxito de Voyager puesto que el primer disco que compré de ellos fue un flechazo absoluto. Nunca había escuchado un grupo con una propuesta como la suya y les vi algo especial. Les seguía, pero parecía que el grupo no llegaba a más público hasta que Eurovisión nos ha demostrado que no estábamos equivocados quienes llevamos tantos años diciendo que Voyager posee algo especial. La gracia que tiene su exposición mediática es que el grupo dará el salto a nivel de que podrán tocar donde quieran y en todo tipo de festivales. Les he visto tocar en bares de 50 personas, veremos dónde tocan en su próxima visita…