De nuevo me voy a dejar llevar por la nostalgia… y por mis 41 tacos. Estáis advertidos…
“Holy diver, I’m a survivor, feelin’ like DeNiro in Taxi Driver
With Jodie Foster and Harvey Keitel
Looks like I’m walkin’ through a livin’ hell!”
Si sois de mi quinta y vais de mi palo, a estas alturas de vuestras vidas deberíais de tener en la mesita de noche de vuestra habitación, a modo de Biblia, tres bandas sonoras: la de Singles (1992) de Cameron Crowe, The Crow (1994) de Alex Proyas y, la que aquí nos ocupa, la de la película Judgment Night (1993) de Stephen Hopkins. ¿Por qué…? Quién no estaba enamorado de Bridget Fonda; quién no pensaba que Matt Dillon lucía de puta madre como líder de Citizen Dick; quién no podía llegar a entender cómo llegó una bala de verdad a la pistola del malo que acabó con la vida y la prometedora carrera de Brandon Lee; y, por encima de todo, quién no flipó con el nacimiento del rap metal para las masas. Pues yo digo sí a todo, como cuando me llevan a un buffet libre.
Esta banda sonora es la semilla de muchas cosas y es uno de los experimentos de marketing musical más afortunados y rentables de las últimas décadas. ¿Fusionar rock y hip-hop? Fuck yeah, dude! I’m so in!
Tal vez la razón por la que Judgment Night me fascina tanto es por el hecho de hacia dónde me llevó. Estoy hablando del nu metal de Korn, de las mierdacas de Limp Bizkit, y a la inexplicable presencia de DJ’s en bandas como Sugar Ray y Crazy Town.
La banda sonora se basa en una idea de Happy Walters, productor de cine, agente deportivo y productor musical que comenzó su carrera como fundador de Buzztone Music Management en 1990. Entre otros, este buen hombre dirigió y publicó trabajos de artistas de la talla de House of Pain, Cypress Hill y Wu-Tang Clan. En 1994 fundó Immortal Records, ayudando a lanzar las carreras de artistas como Incubus, 30 Seconds to Mars y Korn. También es co-fundador de Immortal Entertainment, con filiales que se ramifican en eventos en directo, administración y bandas sonoras de películas.
Después de que Everlast, de la banda House of Pain, recibiera un papel secundario en la película Judgment Night (1993), Walters contactó con los productores de la película y les presentó su idea de crear una banda sonora… muy especial. El tema era fusionar bandas de rock y de rap, que según el propio Walter le, son dos géneros musicales que siempre han ido de la mano, por lo que era obvio hacer algo que uniera ambos mundos.
Las colaboraciones entre músicos de ambos campos no eran nada nuevo en ese momento. Bandas como mis adorados Beastie Boys siempre han estado conectando ambos géneros desde principios de los 80. Otras colaboraciones podrían ser la canción «Walk This Way» de Aerosmith y Run-D.M.C. de 1986 o, como no, «Bring the Noise» de Anthrax y Public Enemy de 1991. Artistas de hip-hop como Ice-T samplearon riffs de guitarra de Black Sabbath o Slayer mientras que Tone Loc hacía lo propio con Van Halen y Kiss. También bandas de rock como Faith No More, Red Hot Chili Peppers o Living Color, la santísima trinidad del funk metal, experimentaron con el rap. Recordemos que, también por aquella época, más precisamente en 1992, se lanzaron los álbumes debut de dos bandas pivotales dentro del género: Rage Against the Machine y Body Count.
La primera canción, «Just Another Victim», se divide en dos partes y comienza con ese híbrido de noise-rock que los de Page Hamilton (Helmet) tan bien saben bordar. La pieza acaba desembocando en una canción 100% hip-hop en la segunda mitad. La colaboración entre Teenage Fanclub y De La Soul, «Fallin'», está inspirada en la canción «Free Fallin'» de Tom Petty. Biohazard y Onyx habían trabajado previamente juntos, y su contribución a la banda sonora fue producida por Jam Master Jay, el 33% de Run-D.M.C.. Inicialmente, Biohazard quería escribir riffs de guitarra sobre los ritmos marcados por Onyx, pero la cosa no llegó a cuajar del todo. Finalmente, fueron los miembros del combo hip-hop los que sugirieron a los productores que lo mejor sería grabar una canción de rock con voces rapeadas. Coño, y la cosa salió bastante bien, hasta el punto de que también por aquella época, grabaron juntos el tema «Slam». Slayer y Ice-T contribuyeron a la causa con un medley de tres canciones de la banda escocesa de hardcore punk The Exploited; en eso consiste «Disorder». Entre las canciones utilizadas, está «UK ’82» (para la ocasión, rebautizada como «LA ’92»), en un claro guiño a los disturbios producidos en la ciudad Los Ángeles en 1992.
La mejor banda de rock de la historia, Faith No More, midió fuerzas con los gordacos samoanos de Boo-Yaa T.R.I.B.E.. La idea inicial era la de grabar una canción cuya temática girara entorno a la cultura de Samoa. La canción utilizada en la banda sonora, «Another Body Murdered», fue creada espontáneamente en el estudio. Fue la primera canción que los de Mike Patton lanzaron sin su guitarrista Jim Martin, a pesar de que todavía estaba en la banda. El bajista Billy Gould grabó la guitarra, mientras que Patton solo brindó su voz para adornar la melodía vocal a base de gritos y alaridos. Kim Gordon, de la banda Sonic Youth, se prestó a colaborar con Cypress Hill, siendo la suya la única voz femenina de la banda sonora. El tema, muy en la onda de los angelinos, llamado «Mary Jane», habla sobre, oh surprise, la marihuana.
Sir Mix-A-Lot reconoció estar muy nervioso debido a su grabación junto a Mudhoney, pues fue aquella la primera vez que estaba en un estudio con una banda. Lo cierto es que la idea de fusionar rock y rap ya se le había pasado por la cabeza, ya que él también era de la opinión (¡y yo!) de que ambas escenas eran bastante similares. Su tema es, con diferencia, el más flojo de la soundtrack. B-Real, Sen Dog y DJ Muggs son los únicos artistas que toman partida doble en esta joya. Pocos meses antes habían publicado su sublime Black Sunday (1993), y si antes habían colaborado con la vocalista de los neoyorquinos Sonic Youth, esta vez unían fuerzas con la banda más en forma de Seattle en aquel entonces, Pearl Jam… aunque, a decir verdad, a Eddie Vedder no se le oye por ninguna parte. El tema en cuestión, «Real Thing», es un bonus track, por cierto.
En realidad, 12 canciones fueron programadas para la banda sonora, pero el tema «Can not Kill the Revolution» de las bandas Rage Against the Machine y Tool fue planeada, pero nunca vio la luz, pues ambas bandas no estaban satisfechas con el resultado.
¿Por qué se llevó a cabo tal experimento (fusionar rock y rap) para ayudar en la promoción de un thriller urbano (de mierda, por cierto) protagonizado por Emilio Estévez, Cuba Gooding, Jr. y Denis Leary? No tengo idea, pero imagino que fue, simplemente, que el bueno de Happy Walters pensó… joder, yo pongo la pasta, tengo mano en la escena y aquí está mi polla gorda. No nos engañemos: la película no hay por dónde cogerla, pero la banda sonora es A-C-O-J-O-N-A-N-T-E. Atiende a la sinopsis:
«Cuatro amigos, camino de un combate de boxeo, se quedan atrapados en un atasco de tráfico, por lo que deciden tomar un atajo para llegar más rápido. Pero, desafortunadamente, el nuevo camino les lleva a presenciar un asesinato, y a partir de entonces se tiran toda la peli tratando de salvar el culo.»
Es casi como si los productores supieran que la película iba a pegarse (en taquilla) un hostión de proporciones bíblicas, por lo que se aseguraron de que la banda sonora fuera un evento (épico) en sí misma. ¡Bravo y mil veces bravo! Tú también has llevado un chándal Adidas… y lo sabes.
Tipo peculiar y entrañable criado a medio camino entre Seattle, Sunset Boulevard y las zonas más húmedas de Louisiana. Si coges un mapa, y si cuentas con ciertos conocimientos matemáticos, verás que el resultado es una zona indeterminada entre los estados de Wyoming, South Dakota y Nebraska. Una zona que, por cierto, no he visitado jamás en la vida. No soy nada de fiar y, aunque me gusta “casi todo lo rock/metal”, prefiero las Vans antes que las J’hayber.