En estos tiempos inciertos, en los que todo apunta a que tendremos que esperar un largo tiempo para volver a las salas a disfrutar de la música en vivo, parece que la dirección de Science of Noise se ha dado cuenta de que algunos llevábamos un largo tiempo sin escribir algo que no fueran crónicas de conciertos. Vamos, que nos han pillado, así que toca volver a escribir sobre tantas otras de las que se puede escribir más allá de los bolos. En este caso mi elección ha sido el nuevo trabajo de los suecos Witchcraft, Black Metal (2020), y puede que me precipitara un poco (o mucho) al elegirlo sin haberlo escuchado antes, confiando en que un disco de la banda sueca no podía fallar, y es que a pesar de que el nombre del plástico pueda desubicarnos un poco, este Black Metal se encuentra muy lejos del sonido doom rock cargado de psicodelia al que Witchcraft nos tiene acostumbrados. Sinceramente, lo primero que hice al escuchar el disco completo fue ir a internet a comprobar si Magnus Pelander seguía vivo.
Se trata de un disco completamente acústico de principio a fin, en el que no escucharemos nada más que una guitarra acústica cargada de reverb y la voz de Magnus. La verdad es que no he indagado en profundidad en las razones para realizar un disco de estas características, pero me cuadra pensar que haya sido producto del confinamiento, ya que para muchos la situación actual ha podido causar cierta depresión, lo cual cobra más sentido aún con el título del corte que abre el disco, “Elegantly Expressed Depression”, el cual refleja perfectamente lo que nos encontraremos durante los próximos 33 minutos que dura el disco. El tema consta de un corte oscuro y depresivo tanto en lo auditivo como en lo lírico, donde una voz cargada de dolor por parte de Magnus cambia de octava varias veces durante los cinco minutos y medio que dura, sobre una suave guitarra cuyos bajos no cambiarán de nota en todo el corte. Sin saber lo que me iba a encontrar de aquí en adelante, me pareció un inicio flojo, pero sabiendo ahora lo que vendría después, lo que más salvo del tema es el título del mismo.
Black Metal continúa con “A Boy and a Girl”, tema de un corte similar al anterior de tan solo dos minutos de duración, en el que se puede ver un poco más la luz, donde al menos podemos diferenciar algún que otro acorde mayor. Pero todo es un espejismo, porque al continuar escuchando llega el turno de “Sad People”, y más de lo mismo. Guitarra acústica muy reverberada cargada de oscuridad y melancolía sobre la que la voz de Magnus no aporta otro tipo de sentimiento, continuando con el mismo aire depresivo. En este momento empiezas a darte cuenta de que no se trataba de un par de experimentos al inicio, sino que algo ha cambiado en Witchcraft, y que de black metal va a haber más bien poco…
Una vez mentalizados de que habrá que esperar un tiempo para volver algo del orden de Nucleus (2016), su gran último trabajo, llega el turno de “Grow”, cuya guitarra en el inicio arroja un poco de esperanza respecto a lo previamente escuchado con unos arpegios que dan un poco más de dinamismo respecto de lo anterior, aunque parecen más propios de un tema de algún artista de folk moderno tipo Jose González o Iron and Wine. Aunque dentro del mismo tinte oscuro que no nos abandonará hasta que la música deje de sonar, hasta ahora es el tema que más interés despierta para mí el álbum, tanto por dinamismo en la guitarra como por la extensión de la lírica, que no se repite durante los casi ocho minutos que dura, siendo el corte más largo del disco. Puede que este “Grow” realmente dé algo de significado al transcurso del disco ya que el siguiente tema, “Free Country”, continúa dando algo más de esperanza al álbum, haciéndolo crecer de alguna manera. Los arpegios iniciales muestran algo de alegría compuestos de acordes principalmente mayores con aire a un folk más clásico con alguna similitud a Neil Young. Cuando entra la voz de Magnus esta alegría parece decaer algo y más si nos paramos a escuchar su letra, con frases del tipo:
«I’m alone in this prison
Hey, no one has the key.»
Nada muy alentador, ciertamente, pero es de lo más alegre que se puede escuchar hasta el momento en este Black Metal. Así está la cosa.
“Sad Dog” es el siguiente corte, y sigue en la misma línea. Aires depresivos y arpegios tristes, sobre la que Magnus recita sus oscuros poemas de una manera inquietante, pero a la vez llena de elegancia, lo que me hace volver a pensar en lo bien elegido que está el nombre del tema que abre el álbum. Este “Sad Dog” sorprende tras el segundo verso con un bridge donde la guitarra toma algo de protagonismo dejando unos bonitos arpegios sobre unos bajos bastante melódicos para lo que se venía escuchando, y en el que incluso se pueden escuchar algunas notas de un instrumento más allá de la guitarra acústica y la voz de Magnus por primera vez en todo el disco, y es que un piano se cuela de manera tímida en este tema. Este alarde de esperanza y cierta alegría se repetirá una vez más al final del tercer verso para cerrar el tema y devolver un poco el optimismo.
Por último “Take him Away” es el nombre que adopta el último corte de este extraño e inesperado álbum, cuyo inicio, con numerosos silencios intercalados con acordes de guitarra y pequeños versos, precede al momento de mayor lucidez musical de todo el álbum, que tampoco es decir mucho, pero la pieza de guitarra que suena tras los versos intercalando arpegios y slides en varias cuerdas la verdad que suena bastante bien, aunque no es suficiente para maquillar el resultado de un álbum que al menos a un servidor ha decepcionado.
Es probable que a algunos les haya gustado el nuevo camino que la banda ha adoptado en este Black Metal, pero creo que serán más los fans que hayan salido decepcionados que los que no, aunque sólo fuera por las expectativas tras cuatro años esperando a escuchar algo nuevo de los suecos. Por mi parte, creo que del disco pueden sacarse momentos buenos, pero a pesar de ser corto, se hace un poco largo y monótono no sólo por lo acústico, sino por la poca diferencia entre los temas. Parece más un directo grabado en streaming para los fans durante el confinamiento que un disco de Witchcraft, pero a mí me ha servido para reencontrarme con una banda a la cual tenía algo abandonada, así que no lo voy a suspender. Espero que a los que les haya gustado lo disfruten, y a los muchos que no, nos toca esperar a que vuelvan a sacar algo nuevo similar a lo de antes, ya que parece que para verlos en directo aún habrá que esperar.
Como rockero nacido en Canarias y en los 90 (¡El Nu Metal mola!), me pasé la infancia luchando en todos los recreos para poner mis discos; “…And Justice For All” siempre era uno de ellos.
En esto del rock desde que escuché por casualidad Deep Purple, a lo que siguió Led Zeppelin y ya no hubo vuelta atrás. Pasión por la música desde niño, prácticamente todos los estilos que derivan del rock, aunque un poco hater con el Glam. Guitarrista amateur, batería frustrado, y con ganas de adentrarme en este mundo como algo más que un hobby.