En 1998 algo se rompió en el seno de los thrashers/black metaleros suecos Satanic Slaughter hasta el punto de que se largaron todos sus miembros excepto Ztephan Dark que se quedaba feliz y con el nombre del grupo. El resto formó una interesantísima banda que un poco se quedó a medio camino pues prometía más de lo que obtuvo. Hace ya 22 años de ello… y parece que fue ayer. Witchery asomaron con fuerza y las críticas les ponían por las nubes. Eran muy frescos y combinaron géneros extremos y heavy metal con una base thrash. En esos días Children of Bodom lo estaban petando y hay un poco un acercamiento hacia ellos a pesar de que aquí no hay teclados, hay voces muy cercanas al metal extremo y se van de Accept a Slayer con pasmosa facilidad. Su disco debut es quizá lo más recordado de ellos y despachan rápido los temas, sin necesidad de buscar excesos de minutaje, a la vez que suman guiños a muchas bandas consolidadas (sólo hay que ver ese homenaje a Accept en el título). Century Media reedita parte de todo su catálogo así que estamos de enhorabuena.
Ya en “The Reaper” tienes la tarjeta de presentación con velocidades de speed metal medio camino entre Accept y Kreator. No buscaban la originalidad, pero hay una mezcolanza de estilos que en esos días era más que fresca y atractiva, eso hizo que llegaran a públicos de todo tipo pues también hay mucho heavy metal. Excelentes guitarras, enorme sonido y mucha calidad compositiva. Sus riffs es lo mas atractivo de la propuesta con una buena muestra de ello en “Witchery” con ciertas conexiones con la complejidad de unos Mercyful Fate y unos solos muy rockeros. La voz de Toxine es el gran activo del grupo, versátil y con ese poso de gutural. En “Midnight at the Graveyard” hay guiños a King Diamond aunque también a Slayer en ese riff de entrada. Las voces dobladas de Toxine combinan voz limpia y gutural de entrada en un corte que se desacelera un poco más a pesar de que mantiene toda la contundencia.
El gran lujo del grupo es contar entonces con el bajo de todo un Sharlee D’Angelo al bajo y esa clase es palpable en uno de los temas más reposados como es “The Hangman”. Aquí hay más poso netamente metal, pero siguen destacando detalles y contundencia de Mique a la batería así como el amplio espectro de voces de su vocalista. Las canciones menos aceleradas también convencen especialmente cuando Toxine tira de la escuela black metal de la que había mamado y mucho. La otra a medio tiempo es “House of Raining Blood” con esa intro inquietante y ese desarrollo pesado y envolvente. Las voces vuelven a recordarte su pasado más extremo volviendo a demostrar su enorme gama de registros. Si tuviera que quedarme con un tema quizá sería ese “Awaiting the Exorcist” por esos juegos de guitarra y ese riff tan marcado y atractivo. Puede que sea la más comercial de todas también. Eso no quita que la contundencia y las voces growl no estén allí. Aquí consiguieron uno de sus grandes clásicos.
Siguiendo con temas redondos está “All Evil” en la que vuelve a destacar el enorme gusto de esta banda por los riffs base y en la que cabe subrayar otra vez la velocidad y técnica de Mique tras las timbalas. Pero es el doble ataque en los mástiles de Jensen y Richard Corpse lo que definitivamente da la identidad al grupo. Lo más cercano a Slayer reside en “Into Purgatory”. Otra bala certera es la apabullante “Born in the Night” con un trabajo de guitarras espectacular y rompe-cuellos. A nivel técnico quizá sea el tema más brillante y completo. Cerraban con el tema que da título a la obra, siendo abrasivos y asertivos hasta decir basta. En tres minutos te convencían de lo que eran capaces. Hay en esta reedición dos extras más que interesantes como ese ejercicio de puro black metal titulado “Into the Catacombs” y otro trallazo más que digno: “Breath of the Serpent that Rules the Cold World”. Aquí se reafirman en su pasado más contundente y extremo.
En su día llegaron a haber críticos que vieron en ellos a una banda que era capaz de sepultar a los más grandes del thrash metal a golpe de riff y con un arsenal de temas tremendos y técnicos. El problema de este combo sueco es que nació en 1998, malos tiempos para según que estilos musicales, y a pesar de su calidad, la cosa no llegó a alcanzar la volada que merecía. Para muchos Restless & Dead es su gran disco y, sinceramente, esta muy por encima de mucho material similar que nos llega a día de hoy. Posiblemente se avanzaron (en cuanto a modas se refiere) a su tiempo por mucho que tampoco buscaban la originalidad precisamente. Hablamos de tiempos en los que Motörhead no llenaban Razzmatazz y Tankard tocaban para cuatro gatos. Su caso es parecido al de sus compatriotas Wolf. Afortunadamente son banda de culto con una carrera sólida que sigue en la actualidad.