Debo confesar que lo primero que pensé cuando llegó a mis manos este nuevo disco de Wolfheart fue «Joder, ¿otro?». Y es que desde que empecé a dedicar mis horas muertas a esto de dejarme los ojos escribiendo sobre música hace como cuatro años, este Wolves of Karelia es ya el tercer disco que me toca reseñar de los finlandeses. Por el camino, les he entrevistado en dos ocasiones (y la tercera está al caer, ya os lo aviso) y entre pitos y flautas seguro que ya les habré visto casi tantas veces en directo como a Crim (sino más).
Que eso fuera lo primero que me vino a la cabeza, claro, no es del todo buena señal, ya que ahora que lo busco tampoco hace tan poco que salió Constellation of the Black Light, el último disco de la banda antes que éste que nos ocupa. En realidad se publicó hace ya un año y medio, algo que supongo que es un tiempo más que prudencial para un señor tan prolífico como Tuomas Saukkonen, así que los motivos por los cuáles se me ha hecho tan corta la espera supongo que solo pueden ser dos: que el tiempo pasa volando (algo muy cierto, por supuesto) o bien que la propuesta de Wolfheart ya me ha llegado a saturar un poquito.
Profundizando un poco en esta segunda idea (que es la interesante), es verdad que tanto Wolfheart como todos los proyectos previos de Tuomas Saukkonen siempre me han encantado (y lo siguen haciendo), pero tampoco es menos cierto que últimamente quizás están pecando de algo de sobreexposición. O al menos esa sensación puede dar por estos lares, en los que además de los discos mencionados , en años recientes los hemos podido ver un montón de veces tanto en gira propia como en festivales o abriendo para bandas como Omnium Gatherum o Carach Angren.
¡Pues no vayas! Me diréis… Y sí, claro, tendréis razón. Pero aquí va la segunda parte de la cosa (¡que yo soy Géminis!): no es tan fácil no ir, porque Wolfheart me gustan mucho. Y aunque los haya visto un porrón de veces y que sus discos me empiecen a sonar todos alarmantemente parecidos, no es menos cierto que los sigo disfrutando lo suyo cada vez que me los pongo. Y ya os puedo avanzar sin mucho riesgo a equivocarme que cuando toda esta locura vírica quede en el pasado y ellos anuncien su enésima gira con parada en Barcelona, yo seré el primero en estar allí como un clavo (a pesar de que también os digo que me parecen una banda algo irregular sobre el escenario).
Es curioso, porque su anterior Constellation of the Black Light sí que contenía algún que otro detalle que se salía de lo habitual, pero en cambio en este nuevo trabajo vuelven muy firmemente al camino marcado en sus tres primeros álbumes (y en la mayoría del cuarto). Incluso el propio nombre del disco, Wolves of Karelia, también invita descaradamente a algún tipo de déjà vu, ya que tanto los lobos como la amplia región que Finlandia comparte con Rusia ya han aparecido más de una vez en el imaginario de la banda. Y teniendo en cuenta que las canciones que encontramos aquí (sólidas y disfrutables como siempre, ojo) siguen la misma tónica a la que nos tienen acostumbrados, la sensación es que estamos ante una especie de continuación explícita de cualquiera de sus trabajos anteriores.
Ya os digo que las canciones molan (de hecho molan mucho), pero lo que hay aquí es un más de lo mismo de manual. Dureza, severidad, melancolía, alternancia entre blast beats, momentos más pesados, teclados épicos de acompañamiento, pasajes acústicos… Todo lo que ha hecho que esta banda se haya convertido en la niña de los ojos de más de un fan del death metal melódico más crudo y más frío está aquí exactamente en la misma medida que ha estado siempre. Incluso la producción tiene el mismo tono y los mismos matices que en discos anteriores. Por supuesto, hay muchas bandas que pecan de repetirse descaradamente en su fórmula, y eso es algo que no me parece inherentemente mal, pero como en el caso de los finlandeses su proliferación discográfica nos lo recuerda muy a menudo, quizás se nota más que si tardaran tres o cuatro años entre un disco y otro.
Como siempre, los discos de Wolfheart son relativamente cortos y concisos. Aquí encontramos también sus ocho temas de rigor, y una vez más totalizan poco más de cuarenta minutos de disfrute continuo para aquellos a los que su winter metal les toca la patata como a mí. Porque una cosa no quita la otra, y no negaré que se trata de ocho temas impecables que a cada vuelta que les doy me gustan cada vez más, pero que poco a poco se me acaban asimilando y difuminando en el todo que es el cada vez más amplio catálogo de la banda, y aunque no hay nada que las diferencie de (casi) todo lo que hemos escuchado hasta ahora en la banda finlandesa, son igualmente canciones notables, llenas de espíritu, energía y melancolía.
En realidad estamos ante la dicotomía de siempre. ¿Es un problema que una banda saque el mismo disco una vez tras otra? Para algunos lo será, mientras que otros se quejarán precisamente cuando una banda hace lo contrario e intenta evolucionar y experimentar en cada nuevo trabajo. Así que como no nos pondremos de acuerdo, dejo ese juicio totalmente en vuestras manos.
Tanto Wolves of Karelia como el ciclo que marca este álbum se abre con «Hail of Steel». Este tema fue el primer single y vídeo del disco y deja muy a las claras por dónde van a ir los tiros. Se trata de un corte muy épico, muy agresivo y muy resultón que seguro que tendrá una potente presencia en los futuros directos del grupo. Además, cuenta con la particularidad de tratar sobre una heroica batalla entre finlandeses y rusos en la que, obviamente, los compatriotas de Wolfheart se vieron superados por la fuerza numérica de la gran potencia eslava, mientras que su prominente solo final le ofrece cierto protagonismo a la figura del griego Vagelis Karzas, nuevo guitarrista oficial de la banda después de que ya hace dos o tres giras que les ayudaba sobre el escenario tras la marcha de Mika Lammassaari.
La melancolía reina sobre el inicio de «Horizon on Fire», un tema potentísimo y rebosante de rabia que cuenta con un riff, unas melodías y una estructura que da la sensación que ya hemos escuchado antes. Algo parecido ocurre con «Reaper», un corte directo y con un groove excelente de esos que hacen que no puedas evitar sacudir la cabeza. A pesar de no ser para nada un mal tema no me parece tampoco de los más inspirados del disco, con algunos cambios algo anquilosados y cierta falta de fluidez en algún que otro punto. Aún así, es bastante complicado resistirse a la melodía solemne que acompaña el estribillo.
«The Hammer» explota la vertiente más guerrera de la banda. Aquí se dejan en buena parte de su inherente melancolía para ir directos a la yugular y a arrancar una cabeza tras otra hasta llegar a un estribillo de puño en alto que invita a la entrega y a la victoria final. Eso sí, el tema acaba con un minuto y pico precioso de guitarra acústica, violoncelo y piano que quizás habrían podido ejercer de algún tipo de intro y que, por desgracia, acaba algo abruptamente para dar paso a la también magnífica «Eye of the Storm», una especie de interludio acústico e instrumental que sigue con el espíritu del melancólico final del corte anterior. En este caso hay un tono más fúnebre y menos esperanzador, pero sus casi tres minutos (también terminados de forma frustrantemente abrupta) siguen patrones parecidos a pesar de despertar emociones muy distintas.
«Born From Fire» es un medio tiempo fuerte y severo con el que estás moviendo la cabeza desde el primer momento. Quizás es un pelín simplón en general, y las partes más rápidas me convencen un poco menos, pero tanto su ritmo como sus melodías melancólicas tienen todo para convertirse en toda una garantía en directo. También «Arrows of Chaos» podría dar el pego en este sentido, y por ahora me parece uno de los mejores del disco con su aire a black metal sinfónico. Pero no me digáis que la mayoría de sus riffs y recursos no han aparecido ya en alguna canción pasada de la banda, porque si no es así pensaré que me estoy volviendo loco.
Por último, la final «Ashes» ha sido el segundo avance de este álbum al lado de la ya lejana «Hail of Steel». Aquí el espíritu es muy distinto de aquel corte inicial, y la épica melancólica que rezuma en su poderoso ritmo lento y pesado llega a las cotas más altas de todo el disco. También los pasajes acústicos son geniales y, en general creo que se trata de uno de los temas más emotivos y con más sentimiento de todo el disco. Una gran manera de cerrar un trabajo que, si te miras para otro lado a la hora de juzgar su repetitividad, es más que disfrutable.
Como resumen, decir que si te gustan Wolfheart no hay ningún motivo para que no te vaya a gustar este disco, ya que lo cierto es que suena a Wolfheart al 100%. Pero si ya estás familiarizado con la música de la banda y lo que buscas es algo que te sorprenda, me temo que te vas a llevar una decepción. Por otro lado, si has llegado aquí porque acabas de descubrir a la banda, quizás estés de suerte: objetivamente este disco es más o menos igual de bueno que todos los demás, y si te ha gustado tienes cuatro álbumes más en los que puedes navegar y que, muy probablemente, te van a gustar también. Y es que sea como sea, Wolfheart molan lo suyo.
Siempre me ha encantado escribir y siempre me ha encantado el rock, el metal y muchos más estilos. De hecho, me gustan tantos estilos y tantas bandas que he llegado a pensar que he perdido completamente el criterio, pero es que hay tanta buena música ahí fuera que es imposible no seguirse sorprendiendo día a día.
Tengo una verborrea incontenible y me gusta inventarme palabras. Si habéis llegado hasta aquí, seguro que ya os habéis dado cuenta.