Tenemos aquí el nuevo lanzamiento de uno de los grupos nacionales más en alza, los riojanos Zenobia. Tras mil cambios de formación y con la partida de su guitarrista Victor de Andrés a Mägo de Oz, la cosa era ver cómo funcionaba este nuevo line up. Y para mí, siendo un neófito en el grupo, me suena la mar de bien.
Si estás leyendo esto, deduzco que ya sabrás de qué va el tema. Si no lo sabes, te diré a que me suenan a una mezcla muy interesante de heavy y power, muy a lo Avalanch, con algunos toques que me traen a la mente a Rata Blanca. Sí, no me he vuelto loco. Sé que musicalmente no tienen nada que ver, pero en algo (quizá en algunos teclados), los argentinos han surgido de mi subconsciente mientras escuchaba a estos muchachos.
VI (2020) lo componen 12 temas, u 11 y una intro, y en ellos hay cierta variedad, pero sin perder su personalidad y toque en ningún momento. La fórmula está clara y es efectiva: melodías, guitarra dobladas, velocidad variable, colchón de teclados que de vez en cuando se asoman a primera línea, y mucho himno, con estribillos poderosos, épicos pero poco novedosos (algo ya característico del estilo). Antes de entrar a ver cada tema, y para que quede dicho, todo lo técnico (producción y mezcla, sonido en general, ejecución de instrumentos, etc.) es más que notable.
Ahora sí, vamos al lío. Empezamos con una intro, «VI», larga para mi gusto, de minuto y diez segundos. Nos aporta un aroma futurístico con unos teclados/sintetizadores omnipresentes, pero que solo sirve para dar paso al primer tema per se, «Sin perder la pasión», una gran declaración de intenciones. Al escuchar los primeros segundos, pensaba que la batería a degüello, pero no, ese tempo ralentizado, también como intro del tema, le da un toque chulo. Luego sí, vamos a por todas con los ingredientes ya mencionados. Como es habitual en estos estilos, todos los instrumentos están al servicio de la melodía vocal, pero cuando les toca ser protagonistas, no les tiembla el pulso. El Hammond es rainbowiano total, quizá de ahí, quizá, lo que decía antes de Rata Blanca. El tercer corte, «La danza del Diablo», es uno de los más destacados, o quizá lo sea para mí, ya que su estructura es de las que me gustan: esa melodía inicial me encanta, seguido de un riff cargado de mala leche y un solo bonito. La pega es la rítmica de voz (se repetirá a lo largo del álbum). No la letra ni la forma de cantar ni, mucho menos, la voz, es como si de vez en cuando le faltase alguna sílaba. El estribillo, eso sí, es magnífico, siguiendo la melodía inicial con la guitarra y la voz.
«El último bastión» está llamada a ser una de las más aclamadas (aunque para mi gusto queda lejos de su antecesora). La épica, como su nombre indica, lo domina todo, especialmente gracias a los teclados, que dan un ambiente muy logrado. Parece que llega la balada con «Tu amistad». Nada más lejos de la realidad, pues es una de las canciones más rápidas del disco. Como casi todos los temas, en directo funcionará de maravilla, pero también como casi todos (en general, como el género), corre el riesgo de que te canses pronto. Es lo que tiene la fórmula: temas facilones y con gancho (en absoluto es algo peyorativo, ¿eh?) que hacen que te vengas arriba muy pronto, pero que quizá no pase mucho antes de darle al FF. Frenamos un poco con «No me dejes caer». Medio tiempo efectivo, muy melódico pero que, para mi gusto, no pasará a la historia.
También parece que llegue la balada con «Buscando una luz», pero de nuevo no lo es. Es un tema que me desconcierta. Al principio tiene unos teclados que me evocan algo árabe, pero a continuación se nos presenta como uno de los temas mas heavys, incluso rockeros, del álbum. «Sigo rugiendo» también es un título lleno de intenciones. Aquí el aroma rockero lo abraza todo, hacienda de él uno de los temas más diferentes del disco. «Jamás» vuelve con las melodías de teclado como protagonistas y desemboca en un buen tema a medio tiempo. La voz (y su melodía) de Jorge Berceo lo domina todo.
Encaramos la recta final con «El laberinto». El inicio muy peliculero, por lo épico, da paso a otro de los temas destacados, con uno dueto a la voz muy interesante. Aquí tampoco tenemos velocidad, pero no es un handicap, ya que el resultado es sobresaliente y muy misterioso. «Mi mundo por volver» sí es la balada tan esperada, pero a mi no me transmite gran cosa (es algo que me viene pasando últimamente, así que probablemente sea yo, no el tema en sí). Tengo la impresión, especialmente por el solo/melodía de guitarra, de ya haberlo escuchado con anterioridad. Y llegamos al final con «El Príncipe de la Oscuridad». Tras una pequeña intro llega un riff contundente para dar paso a un buen tema pero que pide a gritos más cambios de ritmo (que los tiene, ¿eh?, pero me da esa sensación).
Buen disco el que se han sacado de la manga estos chicos. Por aquellas cosas de la vida, este año no he reseñado ningún álbum nacional hasta llegar a este, así que no habrá top anual. Pero, de haberlo, estoy bastante seguro que este VI ocuparía una de las primeras posiciones. ¡Enhorabuena!
Llevo en esto del heavy más de media vida. Helloween y Rhapsody dieron paso a Whitesnake y Eclipse, pero Kiske sigue siendo Dios.
Como no sólo de música vive el hombre, la literatura, Juego de Tronos y los tatuajes cierran el círculo.
Algunas personas dicen que soy el puto amo, pero habrá que preguntarles por qué.